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Comprobado científicamente

El ejemplo palmario de lo que venimos diciendo es lo que sucedió con la teoría sobre la naturaleza de la gravedad y sus efectos, postulada por Newton. Unos años después Einstein plantea un modelo (el de la relatividad) que no solo no anula los principios de la gravitación universal, sino que los explica mejor, delimitando sus verdaderos alcances.

Por Carlos Mayora Re
Ingeniero @carlosmayorare

Si el conocimiento que la ciencia experimental proporciona fuera monolítico, incontrovertible y/o indiscutible, la verdad “científica” que ha tenido un auge enorme en los últimos tres siglos de historia, sencillamente permanecería estancada, no avanzaría. Y sin embargo… se mueve.

Lo que pasa es que en el imaginario popular existe una especie de “conocimiento científico” que está lejos de ser conocimiento… y ya no se diga, científico. Hay muchos que piensan que la ciencia va por un camino de certezas incuestionables, matemáticas, fríamente “objetivas”. Pero esto, como decíamos, impediría que la ciencia avanzara y que se corrigieran planteamientos, teorías y modelos que son superados a medida se pone en duda tanto su validez, como su alcance.

El ejemplo palmario de lo que venimos diciendo es lo que sucedió con la teoría sobre la naturaleza de la gravedad y sus efectos, postulada por Newton. Unos años después Einstein plantea un modelo (el de la relatividad) que no solo no anula los principios de la gravitación universal, sino que los explica mejor, delimitando sus verdaderos alcances.

Todo porque los científicos no solo elevan cometas con una llave metálica en su cola para descubrir la carga eléctrica de las nubes y la índole de los rayos, sino porque una vez observan un fenómeno, deben darle duro a la sesera tanto para entender por qué pasa lo que pasa, como para conseguir -además- que sus hipótesis y teorías encajen en el modelo más grande de interpretación de la realidad al uso. Un modelo, todo hay que decirlo, que también corre el riesgo de cambiar esencialmente, precisamente, por el devenir científico.

Lo cierto es que por todo lo anterior, pero principalmente porque la ciencia es una realidad fundamentalmente humana, en el mundo científico suele haber muchos desacuerdos, polémicas, luchas encarnizadas (e incluso envidias y zancadillas intelectuales al avance de los colegas); y todo porque el mundo, lo real, nunca se experimenta en estado puro; y, precisamente por ello -porque, como se ha dicho, no hay nada más complicado que percibir un “hecho”- todo va para adelante avanzando a golpe de hipótesis e interpretaciones, polémicas y eurekas.

Desde que Popper, Lakatos, y el más popular Kuhn y su teoría del cambio de paradigmas, desentrañaron que el progreso del conocimiento no es un avance estable, planificado y matemático; desde que se tomó en cuenta el azar al incluirlo en la ecuación de la ciencia, y se contó con la creatividad y no solo las observaciones meticulosas y los experimentos ideales -contrario a lo que podría alguien esperar-, las ciencias han avanzado bastante más a prisa que en tiempos de rigideces mentales y anquilosamientos dogmáticos (científicamente hablando, por supuesto).

Otro “problema” que enfrenta el avance de la ciencia es lo que podríamos llamar “pseudociencia de difusión”. Información de “consumo” que alimenta una cultura popular que “compra” con enorme facilidad hechos y dichos de periodistas, “influencers”, agitadores mentales y todo tipo de personajes que abarrotan las redes sociales y los programas que hacen “rating” a partir de lo escandaloso. Situación que se complica hasta lo inimaginable cuando todos los anteriores están al servicio de intereses económicos, políticos, de hegemonía o lo que sea que, en último término, son los que mueven los hilos de esas marionetas mediáticas.

Para ilustrar lo anterior, podríamos hacer notar que vivimos una época en la que nadie pone en tela de juicio, entre muchas afirmaciones popularmente aceptadas, que miles de especies animales se están extinguiendo, que el empleo de carbón y petróleo ha cambiado irremediablemente el clima, que las bombas atómicas lanzadas en pruebas nucleares habrían modificado definitivamente los estratos geológicos, y que miles de islas se están hundiendo debido al aumento del nivel de los océanos… todas “verdades” incontrovertibles que nunca han sido probadas, y que -en todo caso- han sido simplemente repetidas hasta la saciedad. Y, por lo mismo, convertidas en “científicamente” comprobadas… a pesar de quela ciencia tiene poco que ver con ellas.

Ingeniero/@carlosmayorare

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