En la búsqueda constante de soluciones a los problemas que enfrentamos, es fundamental distinguir entre la verdadera ciencia y lo que a menudo se presenta como ciencia, pero que en realidad no es más que una oferta de resultados mágicos. Esta distinción no solo es importante para garantizar la eficacia de las soluciones, sino también para preservar la integridad del conocimiento y la confianza pública en la ciencia.
La Naturaleza de la Ciencia
La ciencia, por su propia naturaleza, es un proceso de descubrimiento continuo y de validación rigurosa. Se basa en la observación, la experimentación y la repetición. Los científicos formulan hipótesis que son probadas a través de experimentos controlados y luego revisadas en función de los resultados obtenidos. Este proceso puede ser largo y complejo, y a menudo lleva a más preguntas que respuestas. La verdadera ciencia es transparente sobre sus incertidumbres y limitaciones. Los científicos publican sus métodos y resultados para que otros puedan replicarlos y verificarlos, y están siempre abiertos a la posibilidad de que sus teorías sean refutadas por nuevas evidencias. No incluye cuando se propone hacer uso del criterio de muchos profesionales (no necesariamente científicos) a manera de legitimación, para hacer valer un resultado. Un ejemplo claro de esto es lo que ocurrió cuando se publicó el libro "Cien científicos contra la Teoría de la Relatividad". Albert Einstein replicó: "Si yo estuviese equivocado, con uno hubiera bastado para demostrarlo". Esta respuesta subraya la idea de que en la ciencia, la evidencia y la argumentación lógica tienen más peso que la cantidad de personas que apoyan una teoría.
La Magia de los Resultados Ciertos
En contraste, lo que podríamos llamar "magia" en este contexto, se caracteriza por la promesa de resultados rápidos y ciertos sin el respaldo de un proceso riguroso de validación. Este tipo de "soluciones" a menudo se presenta con una certeza que la verdadera ciencia no puede ofrecer, ya que no se preocupa por las incongruencias ni por la validación externa. Mientras que la ciencia genera incertidumbre por su naturaleza autocrítica y su compromiso con la verdad, la magia genera certeza, ya que no se somete a la misma escrutinio crítico. Este tipo de certezas falsas puede ser muy atractiva, especialmente en tiempos de crisis, pero es peligrosamente engañosa. Dicha magia también quiere imperar cuando, ante la imposibilidad de demostrar que se han obtenido los resultados prometidos, tuerce la realidad y echa mano de resultados alternativos como una especie de "premio de consolación".
Algo así como el mago que ofrece sacar una liebre de su sombrero, pero en lugar de ella, aparece un gato y, el mago, se limita a replicar que es un animal muy bonito. Un ejemplo de esto lo constituyen los defensores de los sellos de negros en el frente de los empaques de alimentos, que ante la imposibilidad de demostrar que haya disminuido la obesidad como consecuencia de la implementación de modelos de etiquetado frontal de advertencia, echan mano de felicitarse porque la industria, en algunos países de Sudamérica, ha generado nuevas opciones de alimentos, con menos azúcar, sodio y grasa; para tener menos sellos de advertencia. Esto no es lo prometido, porque esos nuevos productos no garantizan que los consumidores harán uso de ellos en sustitución de los otros.
El Peligro de la Magia
Confiar en soluciones mágicas puede tener consecuencias desastrosas. Cuando se descartan los métodos científicos rigurosos en favor de promesas infundadas, no solo se corre el riesgo de que las soluciones no funcionen, sino que también se puede agravar el problema original. Por ejemplo, durante la pandemia de covid-19, la difusión de tratamientos no probados y teorías conspirativas sobre las vacunas generó confusión y desconfianza, dificultando los esfuerzos de salud pública para controlar el virus. Además, la proliferación de "soluciones mágicas" socava la confianza pública en la ciencia y puede llevar a un escepticismo generalizado que dificulta la adopción de soluciones científicas reales cuando son más necesarias.
La Ciencia como Proceso Vivo
La verdadera ciencia, con toda su incertidumbre, es un proceso vivo que se adapta y evoluciona con el tiempo. A través de la constante revisión y actualización del conocimiento, la ciencia puede ofrecer soluciones que, aunque no siempre son perfectas, están fundamentadas en la mejor evidencia disponible. Esta adaptabilidad es una de sus mayores fortalezas y lo que le permite enfrentarse a problemas complejos y cambiantes con una base sólida.
Conclusión
En resumen, mientras que la ciencia puede parecer menos atractiva debido a su inherente incertidumbre y su naturaleza autocrítica, es precisamente esta cualidad la que garantiza que las soluciones que ofrece sean robustas y fiables. En cambio, las soluciones presentadas como "mágicas" pueden ofrecer certeza y simplicidad, pero a costa de la verdad y la eficacia. En un mundo cada vez más complejo, es crucial valorar y confiar en la verdadera ciencia, entendiendo que sus incertidumbres son una señal de su compromiso con la búsqueda continua de la verdad.
Doctor en Medicina y Abogado de la República.