Había una vez un toro magnífico, brioso, enérgico, que gustaba de pasear por sus dominios y expulsaba sin miramientos a quienes consideraba invadían su territorio.
Por medio de los potreros corría un regato en el que incansablemente trabajaba una colonia de castores construyendo presas que luego les permitían pescar con mucha mayor facilidad, resguardarse de los depredadores y evitar que las crecidas inundaran sus madrigueras.
Mientras el toro se preocupaba de los intrusos y de mostrar su poderío gobernando sus pagos, los castores trabajaban sin descanso.
Hasta que un día llegó la sequía… se cerró el cielo y el pasto se secó, provocando una gran hambre al toro y su vaquería. La situación era apremiante y al orgulloso animal no le quedó más remedio que acudir a los castores, rogándoles que dejaran abrevar al ganado en las pequeñas represas que antes veía con disgusto, y también alimentarse de los pastos aledaños. Pues su fuerza bruta y su alarde de potestad resultaban completamente inútiles para lograr que de las nubes cayera una sola gota de agua, brotara la hierba y se llenaran nuevamente los tinacos.
Los castores, que habían sufrido hasta la desesperación las embestidas del toro con las que les hostigaba para que abandonaran sus territorios, no solo no hicieron caso, sino que rompieron los diques; el agua convirtió los escasos pastos en lodazales y ellos se marcharon río abajo con la corriente, hasta sitios donde ni el toro, ni ningún otro podía molestarlos.
Esta ingenua fábula ha venido a mi mente al contemplar las actitudes del presidente del país más poderoso del mundo en las primeras semanas de su gobierno. Parece que más que trabajar y dejar trabajar, durante ese tiempo se ha quedado encandilado con todo su poder y a algunos les ha dado la impresión de que se preocupa más de salvaguardar sus potreros que de hacer avanzar la economía de su país. De hecho, el martes de esta semana, el anuncio de la entrada en vigencia de los aranceles proteccionistas que ha decretado, provocó una seria contracción de las operaciones de bolsa en su país.
Por otro lado, los castores chinos están ya construyendo una hidroeléctrica en las montañas del Tibet que, según los datos, generará tres veces más que la presa más grande del mundo (china también) actualmente en funcionamiento. El emprendimiento para conectar con trenes ultra rápidos el inmenso territorio chino está ya en marcha, y de hecho el prototipo de tren de levitación magnética en que están trabajando ya recorrió en una hora y media el trayecto entre Pekín y Shanghái… un viaje que actualmente toma más de seis horas. El proyecto Experimental Advanced Superconducting Tokamak (EAST), también conocido como el “sol artificial”, ha conseguido un nuevo récord de operación, pues el reactor, que usa fusión nuclear para generar energía, consiguió trabajar de manera estable durante 17 minutos y 46 segundos, acercando a la humanidad a poder contar con energía limpia de manera ilimitada. Una empresa china puso a disposición del mundo una nueva plataforma de inteligencia artificial llamada “DeepSeek”, que está a la par de cualquiera y cuyos costos de producción y puesta en marcha son ridículamente menores que los de sus competidores. Acaban de presentar un prototipo de avión de combate furtivo de última generación. Y han anunciado el lanzamiento de una granja solar al espacio, que funcionará a treinta y seis mil kilómetros de la tierra (logrando una producción de energía diez veces más eficiente que los paneles terrestres) y que, según se ha publicado, transmitirá a la tierra la energía producida por medio de tecnología de microondas.
Lo del toro y los castores es una simpleza. Pero no lo es la capacidad de trabajo de los chinos, ni el peligro de que el país más poderoso del mundo se duerma en sus laureles.
Ingeniero/@carlosmayorare