Los referendos que confirmaron la constitución democrática y liberal de Chile fueron parte de una reevaluación de lo que la sociedad chilena desea para ella y sus descendientes. Esta reevaluación la están llevando a cabo, de una manera o de otra, todas las sociedades en el mundo. Tienen que hacerlo porque los cambios que estamos viviendo como resultado de una gran revolución tecnológica son tantos y tan radicales que parecen estar llevando al mundo entero al caos.
Hay dos maneras totalmente opuestas en las que esta reevaluación se está dando. La primera es implícita, dejando que la sociedad caiga en las garras de tiranos que ofrecen terminar con la incertidumbre y el caos por decreto, eliminando la libertad para que con ella desaparezca la posibilidad de que cunda el desorden. La idea es que los tiranos van a eliminar a los que están causando el caos y luego se van a retirar, dejando la democracia intacta. La otra manera de absorber el cambio es utilizando la diversidad de la democracia para juntos encontrar el mejor camino en el futuro incierto que nos espera. Son dos caminos opuestos. En la primera manera, todo se confía a una opinión y a una voluntad; en la segunda, todo se confía a la interacción de muchas opiniones y voluntades. La primera confía en la eliminación de la libertad, la segunda confía todo a la libertad.
La duda de cuál de los dos caminos es el correcto se presenta en cada época de grandes cambios y la nuestra no es una excepción. La duda, sin embargo, sólo puede darse por la ignorancia del público de la historia moderna. La sensación de seguridad ofrecida por los tiranos ha sido siempre falsa. Los problemas que supuestamente se iban a resolver nunca se resolvieron de una manera sostenible y los tiranos nunca se retiraron por su propia voluntad. Desalojarlos llevó a sangrientos conflictos, y lo que quedó en su estela fue sufrimiento y destrucción.
La experiencia de la previa revolución tecnológica, la industrial, que llevó a conflictos muy similares a los que estamos viviendo, es muy clara. Mucha gente pensó que la victoria en esos conflictos la tendrían los tiranos, porque podían tomar decisiones sin consultar a nadie, sin tener que lidiar con los pesos y contrapesos de la democracia. Estos líderes incluían al Kaiser
Guillermo II, Adolfo Hitler, Benito Mussolini, Lenin, Stalin y varios otros líderes comunistas. Sin embargo, los líderes que se sujetaban a los controles de la democracia —Churchill, Roosevelt, De Gaulle— ganaron la partida a todos los tiranos fascistas de la primera parte del siglo XX, y a los líderes comunistas, que sobrevivieron las dos guerras mundiales pero que crearon un sistema que colapsó a fines del siglo.
Así, la historia del siglo pasado confirmó la verdad de los versos de William Butler Yeats cuando describió lo que estaba pasando hace 100 años, que era muy similar a lo que está pasando ahora: “Los mejores carecen de toda convicción, mientras que los peores / Están llenos de intensidad apasionada...” Los aspirantes a tiranos y los tiranos convencen a mucha gente por su intensidad apasionada...pero las sociedades que los siguieron fueron las perdedoras en el largo plazo. Como en el caso de Ortega, Chávez y Maduro, haberlos apoyado eventualmente se convirtió en la vergüenza de estas sociedades.
Chile no tuvo que pasar por esas tragedias y vergüenzas porque evitó caer en los cantos de sirena de los muchos que hubieran querido establecer una tiranía como respuesta a la crisis de 2019. En vez de eso, probó el camino democrático de consultar al pueblo en un proceso serio y bien ordenado. Es importante notar que, al aceptar las consultas constitucionales, el pueblo chileno dejó por fuera la posibilidad de la tiranía. Decidió, sabiamente, usar a la democracia para decidir si seguir con ella. Y el resultado fue seguir con ella.
Hay gente que cree que el tiempo y los recursos invertidos en el proceso de consultas fue una pérdida de tiempo porque el pueblo decidió al final dejar el régimen constitucional que ya existía. Pero lo que se ha ahorrado el pueblo chileno al discutir hasta la saciedad lo que les convenía es incalculable. Si hubiera procedido como tantos países de hoy, y se hubiera precipitado a actuar, Chile podría estar cargado ahora con una terrible tiranía.
A lo mejor pudiera haber ahorrado los costos obviando las consultas, simplemente olvidando las manifestaciones después de que se calmaron. Pero a lo mejor no. Nunca lo sabremos. Pero las lecciones que todo el proceso dio sobre las ventajas de la democracia liberal son irremplazables. Ahora, los chilenos se sienten seguros de que esto, la democracia liberal, es lo que quieren—al menos los de esta generación.
Quisiéramos poder decir lo mismo de muchos otros países de nuestro mundo actual en donde el dialogo democrático se ha cortado y se habla de la introducción de dictaduras como solución a los grandes cambios que los están afectando. Entre estos están incluidos todos los países del continente americano. Ojalá aprendieran del ejemplo de Chile.
--------
Manuel Hinds es miembro del Instituto de Economía Aplicada, Salud Global y Estudio de la Empresa Comercial de la Universidad Johns Hopkins. Compartió el Premio Hayek 2010 del Manhattan Institute. Es autor de cuatro libros, el último de los cuales es En defensa de la democracia liberal: lo que tenemos que hacer para sanar a una América dividida. Su sitio web es manuelhinds.com