Durante el año pasado, el Canal de Panamá ocupó las redes sociales debido a la escasez de agua causada por uno de los inviernos más secos. Seguido, todo hay que decirlo, por una de las temporadas lluviosas más copiosas durante el presente año… pues ya se ve que el clima sigue cambiando independientemente de las opiniones agoreras que vaticinan el fin del mundo a manos de una meteorología enloquecida.
Además, ha sido puesto “de moda” en estos últimos días, debido a la atención que Donald Trump ha generado, cuando afirmó (sin pruebas ni fundamento, muy a su estilo), que la vía oceánica nunca debería de haber sido entregada a los panameños a cambio de ¿nada?; y que se estaban cobrando peajes “excesivos” por el tránsito de buques.
Sin embargo, los expertos afirman que el meollo de la cuestión no es económico, sino político. No tanto porque el presidente electo reclame que los Estados Unidos fueron despojados del canal hace veinticinco años, cuando entró en vigencia el tratado Torrijos-Carter por el que el Canal y todas sus instalaciones pasaron a administración panameña, sino porque pretende advertir a sus conciudadanos que China está con los dientes afilados pretendiendo hacerse con el control del paso navegable entre los dos océanos (y en eso… no le falta razón).
Es decir, que con un argumento eminentemente técnico (la administración del Canal y sus tarifas) pretende lograr resultados geopolíticos: el respeto a una de las condiciones básicas del tratado de cesión del canal a los panameños, como es la neutralidad del mismo a la hora de permitir el paso de buques que naveguen con cualquier bandera.
Una condición que la República Popular China, que mantiene relaciones diplomáticas con Panamá desde el año 2017, se niega reiteradamente a reconocer. Y que, además, si uno se da cuenta que los chinos controlan los puertos del Canal, tanto en el Atlántico como el Pacífico, no debería dejar de preocupar.
Por supuesto… no es políticamente prudente hacer referencia directa a China, por lo que un discurso sobre “peajes excesivos” resulta más conveniente.
Un tema, el de las tarifas, además, que más que juzgarlo desde un despacho en Washington, habría que indagarlo preguntando más bien a los usuarios… Pues eso de excesivo o “justo” respecto al cobro del paso de un buque por el canal, más que determinarlo porque sí, tendrían que especificarlo los clientes y no la voz de una tercera parte, con más intereses políticos que económicos (si es que unos pueden deslindarse de los otros).
De aspectos técnicos respecto al manejo del canal nadie sabe más que los panameños… así, como escribe una analista, “cuando el canal enfrentó la fila más larga de su historia [a principios del año 2024], con 163 buques en espera, la administración [del canal de Panamá] implementó medidas efectivas que permitieron retornar a una relativa normalidad para septiembre, con 36 tránsitos diarios”.
Sin embargo, es imposible negar que la vía interoceánica es un punto geopolítico muy caliente. Basta considerar la importancia que tiene para que los gigantes del “trading” puedan mover sus mercaderías, y de qué manera las economías de China, Brasil, India, y por supuesto los Estados Unidos, se verían afectadas si en algún momento se negara el tránsito a sus buques y mercancías a través del canal.
En palabras de una exvicecanciller panameña, la Sra. Nivia Rossana Castellón, “en un momento en que el mundo enfrenta crecientes tensiones geopolíticas y desafíos climáticos, el canal de Panamá continúa siendo un ejemplo de estabilidad y adaptabilidad. La próxima administración estadounidense, al igual que la comunidad internacional, encontrará en el canal un socio confiable cuyo compromiso principal es, y seguirá siendo, el servicio al comercio mundial bajo principios de neutralidad y eficiencia operativa”.
Ok. Todo bien. Pero… la pregunta sigue sobre el tapete ¿qué pasa, o va a pasar, con los chinos?
Ingeniero/@carlosmayorare