A unos días de las elecciones para presidente y diputados existen según las diferentes encuestas de opinión pública presentadas que se tendrá una clara victoria del partido oficial Nuevas Ideas, liderado por Nayib Bukele, actual presidente de la República.
En términos prácticos implica la consolidación del partido hegemónico en el país, muchos lo niegan, pero es así, según los resultados proyectados muchos partidos desaparecerían o quedarían casi moribundos, implicando que el partido más fuerte consolidaría su poder. Otros más radicales hablan del inicio oficial de la dictadura en el país.
En el país, desde 2019, el partido Nuevas Ideas ha venido tomando los diferentes órganos del estado y todas las instituciones nacionales, de manera oficial y no oficial, tener el Órgano Ejecutivo, la Asamblea Legislativa, el Órgano Judicial es tener el control del Estado, sin espacio para el contrapeso.
Incluso desde la Asamblea, al realizar nombramientos de segundo grado, estos se convierten en una extensión de quien manda, como el del fiscal general; Procuradores de Derechos Humanos y General, y otros no tan visibilizados pero muy importantes como comisionados del Instituto de Acceso a la Información, entre otros.
Tener la mayoría en la Asamblea es tener la llave para diferentes cosas, para aprobar prestamos, para nombramientos de segundo grado, para aprobar leyes trascendentales que aún impliquen modificaciones importantes como el cambio de número de municipios o diputados; la adopción del Bitcoin como moneda de curso legal, ley para el voto en el exterior y otras.
Votar mayoritariamente a un solo partido, es darle oficialmente todo el poder. Es darles la facultad de seguir aprobando leyes a la medida del Ejecutivo, como la ley de compras públicas. Es tener una sola voz, un mismo discurso, todo el poder de un lado de la balanza donde no hay discusiones técnicas, ni consultas con la gente de a pie, es tener representación en un estado solo de un sector de la sociedad, de una sola ideología, de un solo proyecto.
Dar más poder al partido oficial es dar la posibilidad de cerrar más espacios de disenso o crear espacios fantasmas de supuesta participación y representación de sectores, población o gremios, como lo que quieren hacer con la nueva Federación de Profesionales de la Medicina, creando un “colegio médico” a la medida.
Es acentuar la persecución política que han sufrido periodistas, políticos, defensores/as de derechos humanos, que los ha llevado a irse del país, antes de sufrir capturas arbitrarias y detenciones ilegales.
Es votar por una política única de la voz del mandatario, de acuerdo con sus intereses y los de sus amigos de años, que están tomando los mejores negocios y terrenos en el país.
Es permitir que el imaginario colectivo se llene de luces led, spots de temas cool, de surf city, de “reels”, de muchos tuits y pocas políticas públicas, dejando a un lado los problemas que más aquejan a la población, el alto costo de la canasta básica y el tráfico insoportable que roba vida y tiempo de calidad con las familias y que mina la salud mental y el bolsillo de muchos.
Con ese voto es aspirar a no más que ser parte de un partido, de una pasarela de moda, de rendir pleitesía a una figura casi monárquica, es apretar un botón solo porque se los mandatan porque si no perderían todos sus privilegios, celulares, ropa, vehículos, viajes.
Si se vota por el partido oficial, se vota en realidad por el flautista de Hamelin en turno, uno que tiene una gran fila atrás de él, una fila sin ideología, más que seguir al flautista. ¿Valdrá la pena?
Abogada y defensora de derechos humanos.