Hace unos días leí una columna de Ross Douthat, publicada en el New York Times, titulada “Cinco reglas para un mundo que envejece”.
Lo que captó mi atención no fue tanto el tema demográfico anunciado en el encabezado, sino la fuerza del primer párrafo: “En el mundo hay dos tipos de personas: los que piensan que el reto más grande del siglo XXI es el cambio climático, y los que saben que hay una disminución de nacimientos, una caída de la población joven, y el consiguiente envejecimiento”… una declaración que, para los tiempos que corren,tiene mucha fuerza y escasa vergüenza.
¿De dónde esa comparación entre dos realidades que a primera vista tienen más bien poco en común? Del deseo de salvar el planeta -digo yo-, que puede llevar a algunos a luchar denodadamente para que los seres humanos cambiemos nuestros hábitos de producción y consumo en beneficio del clima; y otros que llevan años desgañitándose advirtiendo que de lo que se trata no es tanto de salvar el mundo, sino la humanidad, pues de nada servirá tener un medio ambiente perfecto si, sencillamente, no habrá seres humanos que lo habiten.
El columnista continúa haciendo ver la importancia de que esos pocos que parecen más comprometidoscon la demografía que con el clima no callen, pues si bien en los últimos quince años los escenarios macabros pintados por los del cambio climático están lejos de haberse vuelto realidad, no pasa lo mismo con el envejecimiento en el mundo Occidental: cada vez nacen menos niños y sobreviven más personas hasta edades avanzadas, lo segundo gracias -entre otras cosas- a los avances de la ciencia, concretamente la medicina y la tecnología.
Hay algunos demógrafos que hablan, incluso, de que nos encaminamos a lo que ellos llaman “el gran vuelco” (the great reset), pues de continuar la tendencia de envejecimiento poblacional (en el hemisferio norte, principalmente) al mundo le va a suceder como a una embarcación cuyas bodegas están vacías y los pasajeros se apiñan en cubierta: será casi imposible que no dé una vuelta de campana y tire a todos al mar.
¿Por qué bastantes políticos y funcionarios tienen permanentemente en el punto de mira el cambio climático pero -aparentemente- prestan escasa o nula atención al envejecimiento poblacional?
Pienso que no es fruto de ninguna conspiración mundial… y que una explicación plausible podría serque todas las medidas para neutralizar el mal cambio climático (porque hay buen cambio climático, aunque usted no lo crea…) pertenecen al ámbito público: gobierno, finanzas, planes estatales, etc. Mientras que lo que se refiere a la disminución de nacimientos y el envejecimiento poblacional pertenece al mundo privado: la familia, principalmente, pero también los valores, las creencias y tradiciones individuales. Y en un mundo “respetuoso” con el ámbito privado y sumamente agresivo con los temas públicos, al envejecimiento poblacional no le queda más que seguir su ruta.
El problema del envejecimiento de la población va bastante más allá de la incapacidad de sostener un sistema de pensiones en forma de pirámide invertida, en el que los pocos de la base sostienen con su trabajo a los muchos de arriba.
También está en juego el dinamismo y la creatividad humanas: con la escasez de jóvenes habrá falta de científicos, innovadores, trabajadores y genios. Incluso hay quienes ya se dieron cuenta del problema y apuestan al reemplazo de humanos en el mundo laboral por máquinas de inteligencia artificial, como si se trata de un ejército con menos soldados y más tecnología…
Pero la solución no es tan simple, pues si bien la Inteligencia Artificial es capaz de muchas cosas, no lo es de empatía, solidaridad, capacidad de tomar riesgos ni de chispas de genialidad; algunos de los motores que, entre otros, han hecho grande a Occidente y han mejorado increíblemente las condiciones de vida en el mundo entero.
Ingeniero/@carlosmayorare