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El descenso en el infierno del Primer Ministro del Brexit

Los “partygate”, estos escándalos relacionados a la organización de encuentros sociales y celebraciones con miembros del gabinete, dañaron la imagen y la confianza tanto hacia Boris Johnson como a la esfera política y aumentaron la desconfianza hacia el Partido Conservador.

Por Pascal Drouhaud
Politólogo, presidente LATFRAN

Ha sido el propio gobierno británico el que logró un acto político que parecía improbable aunque discutido: la dimisión del Primer Ministro, Boris Johnson. Sus últimas deformaciones de la verdad, unos dirán “mentiras”, después de meses de revelaciones a propósito de los “partygates” —estas reuniones sociales de sus equipos del 10 Downing Street, la sede oficial del Primer ministro en Londres, en medio de las medidas anti-covid— acabaron con la gobernabilidad de Boris Johnson. Ha sido un personaje atípico, fuerte y a la vez burlesco, consciente de su cargo, alternando entre personajes que podrían inspirarse del mítico Winston Churchill pero también del personaje humorístico Benny Hill!


Toda su vida, Boris Johnson soñó por ocupar las principales funciones ejecutivas de su país: periodista con una tendencia en buscar controversias en su juventud, entró en el Parlamento, la Cámara de los Comunes en 2001. Fue elegido Alcalde de Londres en 2008 y reelegido en 2012. Volviendo al Parlamento, ha sido un promotor del Brexit, a tal punto que entró en el gobierno de Teresa May, encargado del tema. Su ascensión en un juego político que siempre alternó controversias y ejes estratégicos, no paró desde entonces: en 2019, logra encabezar el Partido Conservador, sucediendo de facto a Teresa May el 31 de octubre de 2019. Su hoja de ruta consistió en consumar la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, el 31 de enero de 2020.


Favorecido con el apoyo del entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, Johnson estaba en posición de construir un eje alternativo entre Washington y Londres, proponiendo un espacio de libre comercio que hubiese podido debilitar a una Unión Europea que redefinió los componentes de su unidad tras la salida de Gran Bretaña que la había integrado en 1973. Alternando periodos de tensiones y de intercambios, las relaciones entre Bruselas y Londres fueron difíciles sobre los temas relacionados con el Brexit: protocolos sobre Irlanda del Norte, pesca, inmigración, numerosos fueron los elementos de crisis.


La llegada de la covid 19 y, desde el 24 de febrero pasado, la guerra en Ucrania, interrumpieron esta ambición, volviendo a la realidad: 9% de inflación, cuando esta de 5.2% en Francia, una tasa de crecimiento evaluada para este año a 0% cuando es de 1.6% en la zona euro, 1.2% en los Estados Unidos, las perspectivas se anuncian bastantes oscuras , con un retroceso del PIB de 0.3% en 2022. Debajo de 5.2% desde la salida de la Unión Europea que adoptó un plan de reactivación económica de 750 mil millones de euros para sus miembros. Gran Bretaña apostó sobre el comercio internacional para apoyar su economía pero el contexto internacional no la favorece. Hoy en día, la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea está revelándose como un error al cual se agregó la pérdida de confianza en lo político.


Llevando una política alternando entre liberalismo e intervención del Estado, el primer ministro pidió sacrificios a sus compatriotas, durante el periodo de la covid-19. Pero los “partygate”, estos escándalos relacionados a la organización de encuentros sociales y celebraciones con miembros del gabinete, dañaron la imagen y la confianza tanto hacia Boris Johnson como a la esfera política y aumentaron la desconfianza hacia el Partido Conservador. Después de haber superado una moción de censura el 6 de junio pasado durante la cual 41% de los diputados conservadores votaron en favor de la censura, Johnson pensaba quedarse en el “10” por lo menos un año más.


Pero la presión sobre la opinión, mientras la crisis económica gana y Gran Bretaña está involucrada en la guerra en Ucrania, no permitía mantener una forma de statu quo. Las últimas dimisiones de miembros del gobierno precipitaron la salida de Boris Johnson, quien todavía la semana pasada participaba en las cumbres del G7 en Alemania y de la OTAN en Madrid. No es la primera vez que un Jefe del gobierno británico dimite: Margaret Thatcher en 1990, David Cameron en 2016, Teresa May en 2019. Ellos tuvieron que abandonar sus funciones por razones de divergencias políticas con el partido mayoritario. La salida de Boris Johnson está ligada a su personalidad.


Las consecuencias son a la vez políticas e internacionales: el Partido Conservador debe designar un sucesor. Boris Johnson quisiera esperar el congreso de octubre próximo pero muchos son los que quieren llegar a un compromiso en las próximas semanas para la designación del nuevo presidente del Partido Conservador y, de hecho, el o la nueva primer ministro.


Se trata de tranquilizar los sectores económicos y de garantizar posiciones claras en lo internacional: Volodymyr Zelensky expresó “su tristeza” al saber la decisión del responsable británico mientras Boris Johnson aparecía como “un halcón” para Moscú, que está actualmente en un reforzamiento de sus ataques en el este de Ucrania.


Por cierto, la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN a raíz de la cumbre que acaba de tener lugar en Madrid establece nuevos frentes estratégicos mientras la guerra sigue con fuerza. Obliga en organizarse sin provocar lo irreparable. Las consecuencias económicas del conflicto ya se hacen sentir: inflación, búsqueda de nuevas rutas para el gas y productos alimentarios.


El cambio de primer ministro en Gran Bretaña no debe ser un factor de estabilización sobre el frente de la guerra. Es decir, cuanto importante ha vuelto el tema de la transición para Gran Bretaña y el escenario internacional.


Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN). www.latfran.fr

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