Hibakusha es el vocablo japonés usado para referirse a los sobrevivientes de los dos ataques nucleares contra las poblaciones de Hiroshima y Nagasaki en el 6 y el 9 de agosto de 1945. En estos ataques murieron instantáneamente 100,000 y 200,000 personas en cada ciudad. Miles resultaron heridos o quemados físicamente y millones sufren los efectos psicológicos de esos ataques aún en la actualidad.
El temor iniciado por esas explosiones en 1945 se ha reavivado en la actualidad debido al conflicto entre Rusia y Ucrania, en donde de nuevo se pone en perspectiva la posibilidad de ataques nucleares, produciendo un comprensible temor en todos los seres humanos. Sin embargo, a pesar que desde el 9 de agosto de 1945 no se usan bombas nucleares sobre poblaciones humanas, la contaminación que globalmente se ha producido desde esa fecha hasta principios de 2022 es, con toda certeza, excesiva.
Se calcula que entre las fechas antes descritas se han realizado más de 2000 pruebas nucleares, en la mayor parte del planeta. Los únicos dos subcontinentes que no han tenido sus suelos o mares como sitios de detonación de bombas nucleares son Latinoamérica y Antártida. Entre 1946 y 1989, en promedio cada 8 días una bomba nuclear se detonó con propósito de pruebas nucleares. Los dos sitios en el mundo en donde mayor número de pruebas se han realizado son Nevada, Estados Unidos de América, con 900 detonaciones en pruebas nucleares y Kazajistán, Rusia con 500 explosiones nucleares de prueba. Durante 1962, el año siguiente de la Crisis de Misiles entre Cuba y Estados Unidos, se detonó un total de 178 armas nucleares, un promedio de una bomba atómica en días alternos.
Los países involucrados en estas pruebas nucleares intentaron minimizar el impacto negativo sobre la naturaleza, encubriéndolos en pseudo-estudios científicos para demostrar los efectos de la radiación sobre el cuerpo humano. Es así como los primeros hallazgos se enfocaron en la explosión externa de rayos gamma, que fue la que causó los primeros daños en Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, no fue hasta hace aproximadamente 25 años cuando se empezó a dilucidar el efecto dañino que tienen las partículas radioactivas en nuestro cuerpo, las cuales tienen duración de cientos a miles de años, de acuerdo a qué partícula radioactiva se trate.
Puesto que estas partículas son elementos químicos, se comportan como tales cuando se introducen dentro del organismo de los seres vivos. Así el Yodo 131 se concentra en las glándulas salivales y especialmente en la tiroides. El Estroncio 90, una partícula radioactiva que se comporta de manera similar al calcio, se deposita en los huesos de los humanos y animales. Ambas tienen la capacidad de producir destrucción y el potencial de generar tumores en el cuerpo humano.
La pregunta que todos nos hacemos es ¿cómo podemos contaminarnos sin haber estado en contacto de una explosión nuclear? La respuesta es relativamente sencilla: un total de 520 bombas atómicas han sido detonadas en la zona atmosférica, creando una lluvia de partículas radioactivas sobre todos los seres vivos: humanos, animales y plantas, la ya conocida “Lluvia Negra”, el legado más ominoso de los tiempos de la Guerra Fría.
Los defensores de las armas nucleares rara vez comentan estos datos para que la población mundial no se vuelva ansiosa y desarrolle lo que ellos denominan “radio-fobia”. Pero no es ocultando datos como debemos educarnos de los riesgos verdaderos de las armas atómicas, tampoco lo es convirtiendo en desastres nucleares apocalípticos la información que se genera para estar informados.
Recientemente se difundió en Nueva York un video producido por el departamento de Gestión de Emergencias de la ciudad, sin duda una muestra de buena intención para educar a la población en caso de un estallido termo-nuclear sobre la ciudad. Más que tranquilizar, el video fue causa de preocupación e incluso pánico, lo que claramente nos demuestra que no estamos preparados para asimilar esa posibilidad.
No obstante, debemos educarnos todos, para evitar que los eventos del 6 y 9 de agosto en Hiroshima y Nagasaki se repitan. En estos dos días el hombre demostró, una vez más, que es capaz de destruir todo lo que ha construido, en solamente segundos.
Doctor en Medicina y en Teología.