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Demogorgones y botones

No necesitamos legisladores heroicos, solo personas con criterio y decencia. La falta de criterio hace que ningún legislador sea capaz de distinguirse bajo el rol que le corresponde

Por Andy Failer
Comunicólogo y político

El demogorgón es una criatura que toma lugar en la serie original de Netflix, Stranger Things. Estas criaturas habitan en una dimensión paralela a la humana, no son capaces de razonar y son completamente violentas. Su rol no es fundamental para el desarrollo de la serie –aunque sí entretienen bastante– el papel que juegan estos seres básicamente es el de amedrentar y atemorizar a quien se les cruce por su camino. Tras el final de la cuarta temporada, me fue imposible no encontrar similitudes entre el comportamiento de los demogorgones y el de los diputados de la bancada cyan: atacar, intimidar y escuetamente existir dentro del pequeño rol que se les ha asignado, ¿casi que calcado, no? En pocas palabras, estos son demogorgones que aprietan botones.

La Asamblea Legislativa actual carece de funcionalidad, se ha vuelto una institución de trámite; un sinfín de solicitudes se envían para su aprobación desde Casa Presidencial para que un puñado de demogorgones presionen un botón sin entender qué es lo que están aprobando. Esto último es tal cual y sin matices. Estos legisladores presionan el botón sin dimensionar con amplitud en qué consiste un proceso de formación de ley y cuál será el resultado de los decretos que le aprueban al Presidente. En Stranger Things, los demogorgones habitan en una dimensión paralela que se conoce como el mundo al revés (the upside down world); la Asamblea Legislativa de El Salvador, a falta de un ejercicio legislativo decente y capaz, simplemente se ha convertido en ese mundo al revés, en el que habita tanto demogorgón irracional quepa.

Volvamos al tema de los botones, puesto que a pesar que últimamente suelen tener una connotación un tanto cargada de humor y otro tanto de indignación, lo cierto es que el asunto es más serio de lo que parece; además sospecho que genuinamente los diputados oficialistas no comprenden la complejidad de sus funciones, entre el rol de un legislador y el de un demogorgón, verdaderamente comprenden mejor el último y claramente es el rol que han adoptado. Será complicado que un ser de esta naturaleza entienda de complejidades, así que veámoslo con simpleza.

Existen tres funciones básicas y de rigor para un legislador: 1-) Dar iniciativa de ley; 2-) Analizar, construir e investigar sobre los anteproyectos de cada comisión legislativa; 3-) El debate parlamentario que emana del pleno legislativo. Esto requiere de criterio político y de una visión de modelo social comprendida desde las diversas realidades que convergen en nuestro país. Después de más de un año de la actual legislatura, los tres enunciados anteriores son completamente inexistentes. No hay criterio y la única visión de país es la que diga el Presidente. Este pasado martes 16 de agosto, uno de los legisladores oficialistas describió, desde su curul, su función sin vergüenza alguna: “mi voto está listo y preparado para apretar este botón que siempre aprieto”, exclamó el diputado para justificar la quinta prórroga del Régimen de Excepción. Sin duda alguna, este funcionario oficialista vive en un mundo al revés.

Bajo la lógica que he planteado en esta columna, lo que necesitamos como país es alejarnos de ese mundo al revés y lograr un contrapeso importante que contenga la agresividad de los demogorgones que se ocultan en la fuerza del mal que habita en las sombras. No necesitamos legisladores heroicos, solo personas con criterio y decencia. La falta de criterio hace que ningún legislador sea capaz de distinguirse bajo el rol que le corresponde. Actualmente hay algunos de los que ni siquiera conocemos su nombre, al igual que los demogorgones, todos son iguales, criaturas básicas e irracionales. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

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