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Releyendo a Gramsci

Parece que el pueblo considera que la solución para todo mal es el garrote… aunque el garrotazo lo reciba el mismo pueblo que ahora aplaude, actitud que es más que curiosa, ya que es el mismo garrote que venimos recibiendo desde 1821, sin ser capaces de solucionar ninguno de nuestros endémicos males sociales, estructurales y económicos con él.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Antonio Gramsci fue un filósofo teórico marxista, político, sociólogo y periodista italiano. Fue uno de los fundadores del partido comunista italiano. Debido a su ideología política fue encarcelado por el régimen fascista de Benito Mussolini en 1926, a donde escribió su obra más conocida: “Cuadernos de la cárcel”.

Gramsci era un comunista con un toque libertario. Amable, incluso con apariencia infantil, comprendió la necesidad de cambiar la cultura fundamental del pueblo si alguna vez había de cambiar la política de modo esencial. Era el postulado, en clave política, del conocido enunciado cristiano: “Cambia tu manera de pensar para que cambie tu manera de vivir”.

Gramsci creía que el comunismo cometía un error esencial en emplear únicamente la fuerza y la coerción para implementar sus ideas, era necesario reeducar a los pueblos para hacerlos susceptibles a las ideas de izquierda. En ese sentido se apartó del aspecto militarista del bolchevismo, criticando -lo que era casi una herejía para la época- el ejército de obreros de Trotski y la confianza en la brutalidad militar de Stalin.

Sus ideas las tomó de su lectura de la historia. Estaba claro que, primero la sociedad feudal y luego la capitalista, habían dependido para garantizar su hegemonía de poder político y cultural en siglos de educación del pueblo en el sentido que este respetara la situación político-económica-social imperante y se abstuviera de cuestionarla apelando a la educación recibida.

De esa forma, los monjes dieron ayuda indispensable a los caballeros feudales; y luego, ya dentro del capitalismo, fueron el clero, los académicos y los científicos quienes asistían y daban legitimidad, estructura y soporte al sistema de mercado, bancario e industrial. Ergo, para el que comunismo tuviera éxito, se tendría que reeducar al pueblo en la misma forma que los otros sistemas político-económicos lo habían hecho.

Luego de más de un siglo de la Revolución de Octubre y de contabilizar más de cien millones de muertos en la “aventura comunista”, es claro las ideas de Gramsci respecto a la viabilidad del comunismo como ideología exitosa para resolver el drama humano estaban erradas… no así una de las ideas centrales de su obra: la importancia de la educación y reeducación del pueblo para procurar su “liberación” de los males sociales que le afligen.

Dados los últimos acontecimientos que ocurren en nuestro suelo y al escuchar a algunos “pensadores”, así como a los ciudadanos comunes en redes sociales, he llegado a la conclusión de que el salvadoreño promedio no ha aprendido nada de nuestra historia reciente.

No hemos aprendido sobre el valor de la libertad personal, ni de lo valioso de la libertad de expresión. Del enorme privilegio de vivir en democracia y en un Estado de Derecho que tenga límites jurídicos y materiales, a donde podamos ser considerados inocentes a menos que se nos pruebe lo contrario.

Continuamos viviendo en la cultura del puño cerrado, de la intolerancia, del irrespeto al pensamiento ajeno. Recurrimos como herramienta comunicacional a la expresión soez y barriobajera en el ambiente público tanto como en el privado.

Parece que el pueblo considera que la solución para todo mal es el garrote… aunque el garrotazo lo reciba el mismo pueblo que ahora aplaude, actitud que es más que curiosa, ya que es el mismo garrote que venimos recibiendo desde 1821, sin ser capaces de solucionar ninguno de nuestros endémicos males sociales, estructurales y económicos con él.

Un amigo me increpaba: “Pero decime, ¿cómo vamos a solucionar el problema de las pandillas si  no es con balas y garrotes?”. Y yo le contesté: Con educación y prevención; reeducación y reinserción, lo que implica una mejora sustancial en nuestro régimen carcelario, siendo su eje central el ser humano y el respeto a sus derechos.

Con seguridad pública y contención: que implica coordinación PNC y FGR y su profesionalización y especialización en combate al crimen organizado. Con mejoras en el Órgano Judicial para adaptarlo a entender el fenómeno pandilleril y así pueda juzgarlo adecuadamente.

Finalmente, con un reordenamiento económico que implique beneficios fiscales para aquellas empresas que contraten expandilleros y exconvictos, para volverlos a hacer productivos y asegurar su adecuada reinserción al tejido social.

Claro, para que todo el pueblo entienda eso necesitamos reeducarnos desde la raíz. En ese sentido, Gramsci tenía razón.


Abogado, Master en leyes @MaxMojica

 

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