Estamos tan sumergidos en el juego polarizante de quien mueve los hilos desde Casa Presidencial, que la palabra “oposición” se ha convertido en un mal concepto. Es triste, si ya de por sí la anti-política desprestigió la esencia del quehacer político, hoy, quienes hacen oposición democrática tienen una carga negativa más con la cuál lidiar.
En esta columna quiero hablarle específicamente a las personas que creen que algunas “propuestas” o “iniciativas” del oficialismo merecen, de vez en cuando, reconocimientos en lugar de oposición. Señores y señoras: ¿qué entendemos por oposición política? Este no es un concepto para interpretarlo literalmente; la oposición política es un conjunto de pensamientos y de individuos que poseen corrientes de ideas distintas al gobernante de turno. En palabras más cortas: la oposición política ve y entiende el mundo de forma distinta a los gobernantes de turno.
Así que sí, yo NO creo en un El Salvador en donde una sola persona tenga el control de absolutamente todo, NO creo que nuestro país deba sobre-militarizarse y tampoco creo que el progreso de una nación deba apilar en una montaña de estiércol a todo nuestro sistema de balances y contrapesos. Así que no, NO le voy a aplaudir a ningún dictador que entre engaños y concursos de popularidad nos quiere llevar, A TODOS, hacia una era de oscuridad.
En estos tiempos para algunas personas es fácil desviarse del sendero correcto de la democracia, ¿por qué? Porque un clima de mayor seguridad, la eliminación de ciertos impuestos y el incremento de obras en carreteras o en el Centro Histórico son hechos con los que cualquier proyecto autoritario puede relucir su eficiencia. La gran pregunta es: ¿sabemos bien qué es lo que se esconde detrás de todo esto? ¿Qué entramado de corrupción se ha trazado a costa de esta eficiencia? Y quienes pretenden asumir que no importa lo que exista detrás de los intereses de un dictador, con tal que este le “resuelva” a la gente, creo yo que la historia les hará saber que es errónea esa forma de entender la realidad que hoy está atravesando El Salvador.
Entre 1973 y 1990 en Chile muchos apoyaron a Pinochet debido al alto crecimiento económico que experimentó este país bajo su dictadura, pero la historia nos hizo saber que Pinochet instaló en Chile una de las dictaduras más atroces de Latinoamérica. Vivimos en pleno 2023, considero que tenemos a nuestro alcance suficientes insumos históricos para entender y descifrar las marañas de un dictador. No estamos para intercambiar espejitos por oro.
No ignoro que la política en el pasado no fue lo suficientemente audaz para que la democracia respondiera equitativamente a las necesidades de todas las personas, en gran parte. Por esa falla es que hoy estamos como estamos. Pero querer achacar al pasado para justificar la recta autoritaria por la que El Salvador corre hoy en día significa asimilar a nuestro país solo en el corto plazo, lo cual hace que muchas personas simplemente se den por vencidas. A quienes lo asimilan de esa forma les pregunto: ¿cuál es su aporte a la patria? No les pregunto qué aportaron antes, tampoco quiénes creen que deben aportar en este momento o quiénes no están aportando. La pregunta es individual y corresponde a este momento, al presente: ¿qué le estás aportando a la patria para poder protegerla?
Hacer oposición democrática en estos tiempos no es oponerse a todo solo por oponerse; es plantarse firme para proteger el futuro de El Salvador. Esto es necesario, urgente y requiere de valentía. Este servidor está dispuesto a hacerlo; sí, me encontrarán de frente haciendo una oposición valiente.
Presidente de Nuestro Tiempo