La semana pasada, martes 5, Project Syndicate publicó un interesante artículo del economista Dany Rodrik.
Dany Rodrik es profesor de Economía Política Internacional en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard y es presidente de la Asociación Económica Internacional. Project Sindicate es una organización sin ánimo de lucro —unión de editores, prensa y asociación de periódicos— que publica artículos de opinión, comentarios y análisis, realizados por expertos, activistas, premios Nobel, estadistas, economistas, pensadores políticos, líderes empresariales y académicos. Está considerada como la mayor fuente de artículos de opinión del mundo.
El autor sugiere que un nuevo paradigma económico —un nuevo modelo económico— está surgiendo en el vacío que deja el neoliberalismo. No se detiene a demostrar ese vacío pues eso ya es “prueba superada” en la discusión económica mundial. Por supuesto aquí, en nuestro país, no.
Señala Rodrik que un paradigma se establece cuando aún sus opositores comienzan a ver el mundo a través de su lente. Cita como ejemplos que los postulados del estado de bienestar de Keynes fueron aceptados por conservadores y progresistas y que los presidentes norteamericanos Dwight Eisenhower y Richard Nixon —ambos republicanos— los adoptaron plenamente. Lo mismo ocurrió, agrega, con el neo-liberalismo; si bien éste surgió de economistas y políticos como Milton Friedman, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, solo se asentó en el mundo cuando líderes a quienes el califica de centroizquierda como Bill Clinton y Tony Blair adoptaron sus ideas. A nuestro país el modelo llegó con el nombre de “Consenso de Washington” y fue puesto en marcha —a todo vapor— entre 1989 y 2004. Sus resultados los sufrimos hasta el presente pues en esencia nada ha cambiado ni se hace nada por cambiar.
Rodrik señala con prudencia que puede estar surgiendo lo que llama “productivismo”, una visión que enfatiza en la difusión de oportunidades económicas productivas en todas las regiones y todos los segmentos de la fuerza laboral. A diferencia del neo-liberalismo, dice, da gran importancia a los gobiernos y a la sociedad civil en la consecución de esos objetivos. Esta nueva visión, agrega, enfatiza en la producción, en la inversión sobre las finanzas y en la revitalización de las comunidades locales. Esta nueva perspectiva se diferencia también del estado de bienestar keynesiano al trabajar más sobre la oferta y la creación de buenos empleos para todos, que en la gestión macroeconómica y las transferencias sociales.
Reconociendo que la polarización política mundial dificulta el surgimiento de una nueva visión económica, muestra algunos “signos de convergencia” y cita varios elementos de la política del presidente Biden (adopción de políticas industriales para facilitar la transición ecológica, reconstruir las cadenas de suministro nacionales, estimular los buenos empleos), así como al conocido senador republicano Marco Rubio hablando de “una política industrial específica para promover el bien común” cuando “el resultado más eficiente del mercado es malo para la gente”. Menciona, además, otros cinco importantes ejemplos de tales signos de convergencia: opiniones de economistas célebres y de famosos centros de pensamiento económico imposibles de resumir aquí.
Los economistas salvadoreños harían mucho bien en presentar al público en forma comprensible, dialogando con los lectores, el estado del debate económico mundial. Las universidades deberían abrir una cátedra —al menos una materia optativa— sobre esos temas. Los nombres de Dany Rodrik, Joseph Stiglitz, Paul Krugman, Mariana Mazzucato, Thomas Piketty y otros economistas deberían formar parte de la jerga académica cotidiana. Incluso los análisis más recientes del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial sobre desigualdad, concentración económica, crecimiento sostenible, transición energética, cambio climático, iluminan esta caverna en que nos encontramos.
En prospectiva, el empresariado salvadoreño y sus asesores deberían ir pensando en alguna forma de “productivismo” que enderece esta su economía de migración y remesas que cada día profundiza más las necesidades económicas y sociales, pues cuando termine la pesadilla que estamos viviendo nadie querrá continuar, como hasta ahora, con lo mismo de siempre.
Abogado