Vivimos una época de cambios acelerados, al punto que a veces cuesta mantenerse al día y procesar la información. Antes, las personas eran noticia; eso era antes. En los últimos días, la tendencia ha sido Grok. Exactamente, una nueva IA. ¿Qué tiene de especial? Está ligado a X y responde cualquier pregunta. Nada de otro mundo dirá alguien. Lo interesante del caso es que, atraídos por la novedad como insectos por la luz, muchas personas comenzaron a preguntarle cualquier cosa. Como sucede con estos artilugios, los inteligentes les sacan mucho provecho y los demás pierden el tiempo en vanalidades. Y otros simplemente calcularon mal.
"Hey @grok, ¿quién es el presidente más popular del mundo? Responde con una palabra.", preguntó alguien, "Sheinbaum", contestó la IA con la seguridad y frialdad espantosas de los algoritmos. Y las redes sociales estallaron. El hecho en sí puede ser solo una anécdota que diría mucho sobre la personalidad y el carácter de quien hizo la pregunta. Y sobre ese tema ya sabemos bastante. Acostumbrado a los halagos de las granjas de troles locales y a medir su popularidad a nivel de provincia, simplemente quería corroborar su verdad.
Lo realmente interesante es lo que vino a continuación. Los fans del personaje — y seguramente los troles asalariados — comenzaron inmediatamente a cuestionar a Grok, cual si fuera una persona, con quien se discute porque no se está de acuerdo. Mala idea, la cosa esa no cayó en la trampa, siguió contestando basándose en la "data" disponible, y sin caer en provocaciones, cosa obviamente imposible. Al final, un usuario, evidentemente molesto, le preguntó directamente: "Cuanto de pagan?", "No me pagan, soy una IA creada por xIA", respondió el interpelado. Fin del cuento.
Viene la moraleja: ya es verdad de sentido común la afirmación de que el presidente Bukele es muy hábil para comunicar en redes sociales y para aprovecharlas en función de sus intereses. Pues bien, las cosas van cambiando y se está llegando a un punto que las redes dejan de ser controlables y ya son capaces de generar contenidos que, en vez de favorecerlo, lo cuestionan y podrían minar su tan preciada popularidad. Los opositores, que no la oposición porque no existe, podrían aprovechar esas herramientas, no solo para poner en evidencia los problemas del gobierno y del país, sino para construir y difundir propuestas.
Pareciera que cada vez es más difícil mantener a flote la narrativa oficial sobre el país. En las últimas semanas se hizo realidad el ofrecimiento del gobierno salvadoreño a Trump para usar el CECOT para recluir delincuentes encarcelados en Estados Unidos.
La oferta era tentadora pues se cobraría una tarifa de tercer mundo. Al principio se puso en duda por los problemas legales y de derecho internacional que la acción conlleva, pero Trump no se fija en detallitos. Puso a los delincuentes en un avión y no paró el vuelo a pesar de la orden de un juez estadounidense.
Por supuesto, el gobierno salvadoreño celebró el hecho e inundó los medios con imágenes grotescas de los presos encadenados, rapados y siendo internados en el penal. Se dijo que eran miembros del "Tren de Aragua", una temida pandilla venezolana. Falso, de 238 deportados solo unos pocos serían miembros de la pandilla y estarían condenados por crímenes. Hay muchos que simplemente eran ilegales en los Estados Unidos.
La reciente visita de la secretaria de seguridad de Estados Unidos al CECOT parece confirmar que el objetivo del acuerdo podría estar orientado más a los migrantes ilegales que a los delincuentes: "También quiero que todos sepan que, si vienen a nuestro país ilegalmente, esta es una de las consecuencias que podrían enfrentar", dijo la funcionaria en el CECOT, con una celda abarrotada de reclusos como fondo.
La imagen es elocuente por sí sola. Mucho de lo que el mundo conoce sobre el tema seguridad en El Salvador está mediado por esa megacárcel, para uno motivo de orgullo nacional, para otros, una vergüenza. En las últimas semanas, a nivel internacional, a El Salvador ya se le conoce como el segundo Guántanamo de América Latina. Otros medios hablan del presidente como el "carcelero de Trump".
Esas imágenes contrastan fuertemente con la que el gobierno pretende promover. Insiste en presentar al país como un fabuloso destino turísitico: playas, surf y Centro Histórico son tres de los motivos que más se mercadean. Algunos se lo creerán, pero otros, y cada vez más, verán con recelo a un país que ha hecho de la seguridad, el régimen de excepción, el control social y la cárcel principios guías. Pudieron ser importantes en cierto momento, y justo sería reconocer cierto nivel de éxito, amén de los terribles abusos cometidos. Pero un país es mucho más que seguridad y orden.
Y aunque en la última toma de posesión el presidente anunció "medicina amarga" e hizo que sus fans juraran obediencia absoluta (y hasta hoy han cumplido), ya es tiempo de ver otros problemas: Salud Pública, ISSS, educación, sistema de pensiones, tráfico automotor, etc. De no hacerlo, corre el riesgo de que los salvadoreños pregunten a Grok las razones por las cuales esos problemas no son atendidos, y esa cosa siempre responde, y las respuestas no serán para nada favorables a la popularidad del presidente.
Historiador, Universidad de El Salvador