Historias que importan, gracias a lectores como tú

El periodismo que hacemos requiere tiempo, esfuerzo y pasión. Cada reportaje es para mantener informado y contar historias que marcan la diferencia

Sucríbete y obtén acceso a contenido exclusivo

  
Suscribirme
EPAPER SUCESOS 2024|Diáspora salvadoreña|COSAVI|Turismo

El año que se ha ido

Nunca es mal momento para hacer una pausa y reflexionar. Para usted, amiga o amigo, que tiene a bien leer estas palabras, vaya la humilde invitación de ver hacia atrás y preguntarse si, más allá de lo superficial y lo evidente, este ha sido un país que le haga a usted sentir orgullo de habitar. Y vaya también la invitación de ver hacia adelante, y preguntarse si realmente hemos hecho por él todo lo que como ciudadanos estamos en capacidad de hacer.

Por Ramiro Navas

Ha terminado el año 2024, y en las memorias de su paso dejará escritos varios capítulos de la historia salvadoreña que difícilmente se podrán olvidar. Los tristemente célebres meses que se despiden nos dejan nada más y nada menos que el regreso de las reelecciones inconstitucionales (ausentes en nuestro país por casi un siglo) y el fantasma de los fraudes electorales que tras mucho sacrificio fueron dejados atrás con los Acuerdos de Paz.

Se va, además, el año en el que nuestros reconocidos 262 municipios fueron agrupados bajo la sombra de 44 oficinas con nombres confusos que deberían cumplir la función de alcaldías, pero no han sido capaces siquiera de mejorar el servicio de recolección de basura. Se va el año también en que muy altas autoridades de seguridad pública perdieron la vida en un cuestionado operativo del cual no se ha vuelto a hablar oficialmente, a pesar de que las personas afectadas en el polémico caso COSAVI aún urgen de respuestas. Y, por si no fuera suficiente, se va también el año que volvió a dejar a nuestro país expuesto ante la amenaza, antes superada, de la minería metálica contaminando nuestros ríos y comunidades.

Aunque a muchos no nos guste, la sombra del lamentable año que se ha ido estará bien presente en los venideros. Y aunque parezca tentador hacer otro recuento de daños, como los que muy bien se elaboran en estas fechas, es preferible hacer uso de este espacio para poner sobre la mesa algunas de esas cuestiones que, a pesar de estar tan presentes, cada vez se abordan menos. Y es que cuando uno mira atrás, y le toca hacer el balance, es inevitable preguntarse ¿cómo fue que llegamos hasta aquí?

Tal vez el cambio de número en el calendario sea una excusa conveniente para regresar a esa pregunta. La mitad de la segunda década del siglo XXI llegará a las sociedades latinoamericanas entre rumores de conflicto y con el ritmo acelerado de este extremo culto a la inmediatez y la velocidad. En esta ‘era de las luces’ donde nunca estuvimos tan expuestos a toneladas de imágenes e información, atravesamos la paradoja civilizatoria de un vuelco (que parece inevitable) hacia los pasajes más oscuros de la historia reciente de la humanidad.

Está claro que El Salvador no es ajeno a los efectos de esta época volátil y acelerada. Nuestro país es ahora una suerte de laboratorio, donde las condiciones han facilitado que nos convirtamos en objeto de experimentación de un prototipo de sociedades regidas bajo los nuevos principios de la era: lo que funciona en este momento reemplaza a lo que dura para después. Lo que resuelve en lo inmediato reemplaza a lo que sienta bases para lo venidero. Lo que “comunica” en cinco segundos tiene más méritos de credibilidad que aquello que implica pausas y reflexiones más prolongadas. Somos la expresión idónea de una sociedad del hiper consumo, donde ya no solo se establece el valor de lo material en función del volumen en que se adquiere y transfiere, sino que también se determina a la persona misma como el máximo objeto de transacción y consumo.

Por eso el “modelo Bukele” se hizo lugar con tanta facilidad en una sociedad como la nuestra. La crisis de legitimidad del sistema de instituciones, la indignación hacia los partidos que no estuvieron a la altura de la expectativa que ellos mismos crearon, la larga espera por anhelos y reivindicaciones que jamás fueron satisfechas, el sentimiento generalizado y silencioso de abandono… todo aquello se rompió repentinamente cuando un “redentor” se asomó en la tribuna invocando cuentos sobre un país maravilloso y moderno que solo posible al aplastar, sin penas ni piedades, a aquellos “enemigos” en los que una vez todos confiaron.

El año 2025 se irá instalando con la velocidad de esta época, sin darnos mucho tiempo de acomodarnos o respirar. Y todas estas cuestiones, que parecen evidentes pero se abordan poco, todas seguirán estando ahí. El año que se ha ido fue el año de las cosas que hace un tiempo eran impensables. Ahora tenemos que convivir precisamente con esas cosas, y tal vez con otras similares que ya amenazan desde la puerta.

Pero nunca es mal momento para hacer una pausa y reflexionar. Para usted, amiga o amigo, que tiene a bien leer estas palabras, vaya la humilde invitación de ver hacia atrás y preguntarse si, más allá de lo superficial y lo evidente, este ha sido un país que le haga a usted sentir orgullo de habitar. Y vaya también la invitación de ver hacia adelante, y preguntarse si realmente hemos hecho por él todo lo que como ciudadanos estamos en capacidad de hacer.

Aunque suene a cliché, un país es su gente. Y este 2025 nos plantea una nueva oportunidad de repensar el rumbo y hacer, cada quien, aunque sea de a poquitos, la parte que nos toca.

Analista político.

KEYWORDS

Balances Políticos Opinión

Patrocinado por Taboola

Inicio de sesión

Inicia sesión con tus redes sociales o ingresa tu correo electrónico.

Iniciar sesión

Hola,

Bienvenido a elsalvador.com, nos alegra que estés de nuevo vistándonos

Utilizamos cookies para asegurarte la mejor experiencia
Cookies y política de privacidad