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América Latina 2025: Un año marcado por el regreso de Trump, la geopolítica y la incertidumbre

Como dijo Carlos Fuentes: “(…) hay años en los que suceden siglos”. Para América Latina, 2025 se perfila como uno de esos años. La gran pregunta es si el liderazgo regional estará a la altura de las circunstancias.

Por Daniel Zovatto

El mundo se adentra en 2025 en un momento crítico, un verdadero punto de inflexión. Tras un 2024 que The Economist describió como “increíble” debido a las sorpresas y acontecimientos políticos, el nuevo año presenta tanto desafíos como oportunidades en un contexto global marcado por el regreso de Donald Trump, una geopolítica turbulenta y un alto nivel de incertidumbre.

Los principales conflictos —Ucrania, Medio Oriente y Sudán— permanecen activos, con Siria regresando al centro de atención, mientras el multilateralismo evidencia una creciente fragilidad. Este escenario, marcado por una policrisis y una permacrisis, se torna aún más complejo debido al impacto de tres megatendencias: el avance implacable del cambio climático, la disrupción tecnológica liderada por la inteligencia artificial y el riesgo latente de una nueva carrera armamentista.

Por su parte, nuestra región estará marcado por tres dinámicas principales: 1el impacto de Trump en las relaciones hemisféricas; 2) un entorno de bajo crecimiento económico combinado con malestar social; y 3) el inicio de un nuevo súper ciclo electoral y sus efectos en el mapa político regional.

El año comenzará con dos eventos clave: la toma de posesión presidencial en Venezuela y el retorno de Trump a la Casa Blanca. El 10 de enero, salvo una sorpresa mayúscula, Nicolás Maduro continuará ilegítimamente en el poder tras las fraudulentas elecciones del pasado 28 de julio. Diez días después, el 20 de enero, Trump jurará por última vez, como presidente de Estados Unidos, abriendo un período de fuertes tensiones y máxima incertidumbre. El panorama está lleno de incógnitas sobre lo que está por venir. 

Bienvenidos a la nueva era de Trump

A nivel global, su regreso plantea múltiples interrogantes: ¿Cómo responderá el mundo a su propuesta de un proteccionismo comercial agresivo? ¿Qué implicaciones geopolíticas tendrá su renovada política exterior, caracterizada por un enfoque transaccional en lugar de alianzas estratégicas? ¿Cómo afectarán estas posturas al abordaje de desafíos globales como la lucha contra el cambio climático, la regulación de la inteligencia artificial o la gestión de los grandes conflictos en curso? Además, ¿cómo se configurarán sus relaciones con actores clave como China, Rusia y la Unión Europea?

En Latinoamérica, su retorno también genera interrogantes fundamentales. ¿Cómo impactará su enfoque proteccionista en las economías regionales? ¿Qué consecuencias tendrá su estrategia transaccional para las alianzas hemisféricas? Y, sobre todo, ¿qué rol desempeñará América Latina en la política exterior de Estados Unidos y bajo qué formato se desarrollará?

La designación de figuras cubanoamericanas como Marco Rubio (Secretario de Estado) y Mauricio Claver-Carone (enviado especial para América Latina) indica una agenda donde temas como el control de la migración, el combate al narcotráfico, una postura de mano dura contra los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua, una política comercial proteccionista y oportunidades como el nearshoring serán prioritarios. Sin embargo, el foco estratégico estará puesto en la competencia con China y los esfuerzos por contener su creciente influencia en la región.

En este contexto, el riesgo de una política exterior unilateral y transaccional, se mantiene elevado. La reciente declaración de Trump sobre la posibilidad de que Estados Unidos intente recuperar el Canal de Panamá si este país no cumple con los “acuerdos históricos” es una señal preocupante, ya que sugiere un posible intento de revivir la obsoleta y controvertida Doctrina Monroe en pleno siglo XXI.

Un cuadro regional heterogéneo y volátil 

En 2025, la democracia en América Latina seguirá navegando entre la resiliencia, el estancamiento y el deterioro. El último informe del Latinobarómetro (2024) ofrece un panorama agridulce: aunque el apoyo a la democracia ha crecido ligeramente, alcanzando el 52% —su nivel más alto desde 2010—, la insatisfacción con su desempeño sigue siendo elevada, con dos tercios de la población expresando descontento.

En el ámbito económico, la CEPAL proyecta un crecimiento regional del 2,4% para 2025, por debajo del promedio mundial del 3,2%. Este crecimiento mediocre amenaza con perpetuar las trampas del desarrollo —baja productividad, alta desigualdad y débil institucionalidad—, incrementando el malestar social y el riesgo de nuevas protestas. Además, problemas estructurales como la inseguridad y la violencia, la corrupción y la migración irregular seguirán añadiendo presión a los gobiernos.

En este contexto, la ciudadanía demandará soluciones rápidas y efectivas a sus problemas, mostrando, en algunos casos, una preocupante tolerancia hacia la “desprolijidad” en los procedimientos democráticos. Esto hará que la gobernanza y la gobernabilidad sean cada vez más complejas, poniendo a prueba la capacidad de los líderes para responder a las crecientes exigencias sociales sin comprometer los valores democráticos.

Asimismo, Latinoamérica inicia este año un nuevo superciclo electoral, que incluye cuatro elecciones presidenciales y una legislativa de medio término, cuyos resultados reconfigurarán el mapa político regional. En Ecuador, la opositora correísta Luisa González desafiará en febrero al presidente Daniel Noboa, quien buscará su reelección. En Bolivia, las divisiones internas en el oficialista MAS (Movimiento al Sovialismo), protagonizadas por Evo Morales y Luis Arce, podrían abrir una oportunidad de alternancia, siempre y cuando la oposición logre articularse y unificarse. En Chile, las elecciones estarán dominadas por intensos debates sobre seguridad y migración, con la derecha, liderada por Evelyn Matthei, posicionándose como favorita. En Honduras, el creciente descontento con el gobierno de Xiomara Castro podría revitalizar al Partido Liberal y a otras fuerzas opositoras. Finalmente, en Argentina, las elecciones legislativas de medio término se convertirán en un referéndum sobre las controvertidas políticas económicas del presidente Javier Milei.

Encrucijada histórica

América Latina ingresa a 2025 en una encrucijada histórica, enfrentando desafíos significativos pero también una ventana de oportunidad única. Con vastos recursos naturales, un notable potencial en energías limpias y minerales estratégicos, y el creciente interés en el nearshoring y friendshoring, la región tiene importantes ventajas que, si se gestionan adecuadamente, podrían posicionarla, en un mundo crecientemente multipolar, como una “región solución” frente a muchos de los problemas globales actuales.

Simultáneamente, eventos clave como la elección de un nuevo Secretario General de la OEA —urgente para revitalizar y oxigenar una organización desgastada tras la mediocre gestión de Luis Almagro—, la X Cumbre de las Américas en República Dominicana —que podría convertirse en el primer cara a cara de Trump con los mandatarios del hemisferio— y la COP30 en Belém, Brasil —de vital importancia tras los decepcionantes resultados de la COP29—, representan oportunidades cruciales para redefinir las relaciones hemisféricas y proyectar una agenda regional más ambiciosa y coordinada.

Como dijo Carlos Fuentes: “(…) hay años en los que suceden siglos”. Para América Latina, 2025 se perfila como uno de esos años. La gran pregunta es si el liderazgo regional estará a la altura de las circunstancias.

Global Fellow, Wilson Center

Daniel Zovatto (@zovatto55)

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