“Aquí estamos olvidados, no recibimos ningún apoyo. Los políticos solo vienen en campaña”, denuncian los salvadoreños. Por lo que corresponde como un deber ciudadano comprometer y exigir a los políticos que trabajen.
El contraste es enorme entre la mayoría de los trabajadores que ganan un salario mínimo de 365 dólares menos descuentos versus un grupo minúsculo que percibe mensualmente para gastos administrativos y de personal 11 mil dólares tomemos en cuenta que esto es adicional a su jugoso salario que va desde los $ 3000 dólares sumemos a esto sus privilegios: vales de gasolina, celulares, seguridad entre otros. El agravante es que la gente NO ve resultados favorables o leyes que beneficien a las mayorías.
En nuestro país, cada periodo electoral trae consigo el bullicio de los políticos en busca de alcanzar un puesto. Los partidos políticos y sus precandidatos se despliegan en una pasarela de promesas, discursos y mítines que inundan el ambiente. Lamentablemente, es común observar una apatía generalizada en los salvadoreños cuando se trata de participar activamente en los procesos políticos. Muchos ciudadanos se encuentran desencantados de las promesas incumplidas y la corrupción endémica que ha permanecido y agudizado en los últimos años.
¨Nos quitaremos los privilegios y el fuero¨, ¨No necesitamos asesores para ser diputados”, “respetaremos las leyes”, “construiremos un Hospital de especialidades en Occidente”, estos son algunas de las promesas incumplidas porque del dicho al hecho hay un abismo.
Normalmente los políticos hacen costosas campañas financiadas por grupos poderosos a los que deben favores, y al llegar al gobierno deben pagar esa deuda votando a las propuestas que su grupo de poder quiere. A estos políticos se les llama lobistas y pueden ser pagados por empresas, organizaciones políticas o hasta gobiernos. Muchos quedan al descubierto durante su gestión que la corrupción también influye mucho en las decisiones, por ejemplo, pueden llegar grupos de poder a pedir favores a cambio de dinero, esto es llamado tráfico de influencias, o pueden sentirse tentados a crear complejas estafas en proyectos estatales con los que desviar fondos a sus cuentas personales. Por ultimo los malos políticos suelen usar las conocidas políticas populistas sociales para perpetuarse en el poder, regalando cosas para comprar votos, a la vez que generan una población pobre y dependiente que los necesita.
Las mentiras siempre hacen daño. Consideremos que la mentira no es rentable porque anula la confianza, base de la democracia. Sin embargo, siguen presentándose las promesas irreales, que todo el mundo sabe que no van a cumplirse, que no es posible con los medios al alcance de los que las divulgan.
Hay que admitir que se ha hecho de la mentira una necesidad para obtener el triunfo político pero no hay que engañarse, casi todo el mundo sabe apreciar la verdad y decidir sus apoyos, en estos momentos hemos sido testigos: de múltiples inconsistencias oficiales sobre los datos como el uso del dinero público, no tenemos rendición de cuentas, las obras no se ven en territorio, planillas de diputados que parecen documentos falsos y engañosos, nepotismo cruzado, actualmente pocas personas creen los datos que se facilitan oficialmente.
Es verdad que no podemos generalizar diciendo que todos son iguales, hay algunos que si exponen sus propuestas con veracidad. Eso es lo que hay que exigirles, tienen que saber que los votantes no se dejan engañar y el sistema de prometer con mentiras, es repudiable.
La mentira y el engaño forman parte de la política, pero la sistemática manipulación de la realidad, a costa de la seguridad, la salud física y mental, la capacidad misma de actuar de las personas sobrevivientes de violencia y de la propia ciudadanía, daña la convivencia social y la democracia; pone en peligro el presente y el futuro. Los problemas que no se resuelven, se agravan; las expectativas frustradas se convierten en desesperanza; al trauma de la violencia se añade el de la negación de justicia; se agudizan la impotencia y la indignación.
Seguir negando en El Salvador la corrupción gubernamental y su impacto social, la persistencia y la multiplicación de la pobreza y las desigualdades, los daños al medio ambiente, la persecución a los que piensan diferentes, con tal de preservar una fantasía ideológica de “bienestar” y “paz social”, pone en riesgo el desarrollo social y económico. Por eso es imprescindible estar permanentemente en búsqueda de la verdad y denunciar aquello que perjudica a los salvadoreños.
Ingeniera.