La democracia no está de moda. El autoritarismo sí. Dos afirmaciones contundentes que se sustentan en la pura y dura estadística. Últimamente, varios estudios revelan una nueva dirección en la preferencia de voto de los millenials, postmillenials y de los conocidos como GenZ; es decir, los votantes más jóvenes.
Una primera conclusión es que en muchas partes los jóvenes están dejando de creer en los beneficios de la democracia, y se inclinan a votar por regímenes autoritarios.
No es un dato menor, pues en 2024 más de 4,200 millones de personas en 76 países acudirán a las urnas, y algunos estudiosos creen que será una buena muestra global de la salud de la democracia.
En septiembre de 2023, Open Society Foundation publicó los resultados de un estudio en el que participaron más de 36,000 adultos en 30 países, en el que se indagaba acerca de sus opiniones respecto al mejor régimen de gobierno. Pues bien, el 42% de los adultos entre 18 y 35 años consideró que las dictaduras son lo mejor para gobernar, un 35% apoyaría un líder fuerte que “no respete ni el poder legislativo ni las elecciones libres”… En contraste, los Baby Boomers y la Generación X (los que tienen entre 55 y 75 años) siguen prefiriendo un líder democrático a uno autoritario.
A fin de cuentas, la tendencia es un decaimiento generalizado en el apoyo a la democracia entre los más jóvenes, y una creencia no negociable en la democracia (división de poderes, institucionalidad, respeto a las libertades) entre las generaciones de más edad.
Si a esto le sumamos que los jóvenes votan con entusiasmo, y que los mayores ya están “de vuelta” de las elecciones y por eso se acercan menos a las urnas; el resultado es que los líderes autoritarios tienen muuuchas más posibilidades de hacerse con el poder que los que se apoyan en, y tratan de apostar por, la democracia.
¿Algunas suposiciones, para tratar de entender qué está pasando? Una es que los más jóvenes ven cómo la exclusión económica, el desempleo y la precariedad laboral campean en regímenes democráticos. Y, precisamente por esto, apuestan por líderes autocráticos que pueden “arreglar” las cosas de un plumazo, saltándose tanto el establishment tradicional como el statu quo que les condena a ver cómo las generaciones de más edad se enriquecen, quitándoles a ellos oportunidades y nichos de mercado.
De hecho, las jóvenes generaciones se enfrentan con altos costos de alquiler para vivienda, más dificultad para ahorrar, menor posibilidad de poseer una casa, más obstáculos para formar un familia y gran dependencia (económica) de los padres y parientes.
Según muestra un estudio que el Bennett Institute for Public Service de la Universidad de Cambridge, publicó a finales del año 2020, cuanto más desempleo hay y menos oportunidades para salir adelante existen, los jóvenes entienden que la culpa la tiene el sistema político (democrático) y, por lo mismo, apuestan por el autoritarismo como solución a sus problemas.
Como escribió el presidente de Zambia, Hakainde Hichilema, en marzo de 2023 en una columna para Bloomberg: “La democracia no se come. Los derechos humanos pueden sostener el espíritu, pero no el cuerpo. Especialmente en democracias jóvenes como la mía, los gobiernos deben ofrecer resultados económicos si quieren conservar el consentimiento del pueblo. Cuando varias administraciones no lo consiguen, puede crecer la desilusión no solo con ellas, sino con el propio proceso”.
Si a lo anterior le añadimos que las jóvenes generaciones no han sufrido nunca en carne propia dictaduras ni regímenes autoritarios, que su modo de entender la realidad es bastante más práctico que teórico: tener seguridad, tener trabajo, tener diversión aquí y ahora… es lo que cuenta. No es de extrañar que, entre ellos, la democracia, sea papel mojado; o -simplemente- un impuesto concepto teórico que justifica un estado de las cosas que les perjudica.
Ingeniero/@carlosmayorare