Cuando yo era niña, los regalos de Navidad se dividían en dos clases: diversión y lectura. Y, como papá era español, para el Día de Reyes recibíamos libros, no juguetes. En casa, la lectura de la Biblia era obligatoria. Tener un libro “en proceso” era obligatorio. Y si papá decidía hablar de qué rol había jugado en la historia el Sacro Imperio Romano Germánico, uno se enteraba de qué era el bendito imperio.
Yo, que por siempre imitaba a papá (quien leía libros en latín y griego), me encantaba leer como una vez expliqué en un artículo. Y leer me llevó a ser maestra de literatura y a preparar a alumnos para exámenes internacionales, para lo cual tuve que leer aún más. Como le dije a una alumna el otro día “la cantidad de información que tengo en mi cerebro después de treinta años trasciende las generaciones”.
Me encanta que la gente esté interesada en ir a la BINAES. Miren, no importa de qué tendencia política usted sea, una biblioteca es algo positivo. El problema es que yo veo a todo mundo tomándose fotos adentro, al lado, comiendo en la cafetería, pero no veo a nadie tomándose una foto LEYENDO. Y es que leer, señores, es lo que hace la diferencia entre un país de primer mundo y un país de tercero.
Cuando un país lee, un país entiende su historia y su cultura y puede evitar tragedias. En 1975, en plena dictadura militar, David Browning publicó un libro muy famoso titulado “El Salvador, la Tierra y el Hombre”, en el cual hablaba de la tenencia de la tierra desde la época colonial hasta la época del añil (1850). Fue publicado por el Ministerio de Educación de El Salvador. Si más salvadoreños, especialmente terratenientes, se hubieran molestado en leerlo, probablemente se hubiera evitado la guerra civil.
Cuando un país lee hace paces con su historia o aprende de ella. Mucha gente piensa “ah, ella escribe en El Diario de Hoy. Ha de ser de oposición y apoyar los últimos treinta años”. Yo he sido menos de oposición estos cinco años que los últimos treinta, porque LEÍ.
Con los últimos acontecimientos nacionales, verdaderamente me ha asustado la abismal ignorancia en la que vivimos los salvadoreños. Hay libros históricos, no ideológicos, que deberían ser leídos. Y menciono estos libros porque hace veinte años no los hubieran leído. Todavía hay gente que me ve feo por haberlos leído.
Mire, usted puede apoyar al candidato o partido que les dé la gana, pero eso no lo exime de conocer la historia de su país.
Usted puede comentar cuántas veces quiera, pero al menos respétese y comente de acuerdo a la historia de su país. LEA. ¿Sabe que es lo que más me enfurece a mí de los últimos treinta y cinco años? Que nunca ha habido un historiador con las agallas de escribir las cosas como fueron y nos privaron de conocer la historia de nuestro país tal cual. Que conocer la historia de este país implica descargar libros, archivos, actas, etc. cuando debería haber sido tan fácil. Vuélenle pluma que tenemos un santo y no hay una biografía oficial.
Así que, como propósito de Año Nuevo, vaya a la BINAES, pero no sólo se tome foto. Entre, escoja un libro y LEA. Después vaya a una librería y regálele a su hijo un libro (créame que es de mis recuerdos más entrañables con papá). El 6 de enero sorprenda a sus hijos con un regalo de Reyes y dele un libro. ¿Quiere cambiar el país? Fomente en su familia una cultura de lectura. Y visite la BINAES para leer, no para tomarse fotos.
Porque un país de primer mundo...lee.
Que sea ese su propósito de Año Nuevo.
Que el Señor los bendiga y los guarde.
Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ustedes y les conceda su gracia.
Que el Señor vuelva hacia ustedes su rostro y les conceda la paz. (Numeros 6, 23-24)
Un felíz y bendecido Año Nuevo a todos.
Educadora.