En un momento en el que se ha criticado a Joe Biden de mantener las “fronteras abiertas” en Estados Unidos y desatender a América Latina, el presidente estadounidense reunió a diez líderes de la región en Washington el viernes pasado.
Para Biden y otros líderes, la nueva Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica promoverá el desarrollo y así reducirá los flujos migratorios hacia Estados Unidos que han estado aumentando. La iniciativa, sin embargo, está mal concebida. Además de apoyarse en el temor a los inmigrantes, no logrará sus metas.
El plan contempla una combinación de ayuda externa con medidas para incrementar la actividad comercial regional. Pero no hay evidencia de que tales políticas reduzcan la migración. Por un lado, no hay una relación entre la ayuda externa y el desarrollo económico (frecuentemente, tal “ayuda” empeora las condiciones, sobre todo cuando los países que la reciben sufren de mucha corrupción y carecen de las instituciones y políticas que fomentan el crecimiento).
Cuando sí hay desarrollo económico, por otro lado, la evidencia muestra que la migración aumenta. Tal y como lo explica el economista Charles Kenny, “emigrar cuesta dinero; ser más rico significa que más gente puede permitírselo (sobre todo a destinos más lejanos)”.
La violencia, la inestabilidad y los estados fallidos también alientan los flujos migratorios. Por eso, un factor importante detrás de la ola migratoria hacia Estados Unidos han sido los inmigrantes de Venezuela, Haití, Cuba y Nicaragua. Aunque no queda claro qué tanto podría hacer Washington para mejorar las condiciones en esos países, estos no forman parte de la nueva alianza.
Una razón principal del alto nivel de violencia en Centroamérica, México, los países andinosy más allá es la guerra contra las drogas que tanto promueve Washington. Si Estados Unidos quisiera contribuir de manera seria a la región, tendría que poner fin a su campaña antidrogas y promover el libre comercio en el ámbito regional.
La alianza no contempla ninguna de las dos opciones. En vez de libre comercio, la iniciativa tiene en mente fomentar ciertas cadenas de suministro y ciertas industrias como la de semiconductores. Es preocupante, pero no sorprendente, que Biden haya optado por lapolítica industrial, cuyo récord es pobre alrededor del mundo. En su disgusto hacia el mercado libre global, los demócratas y los republicanos no difieren mucho.
Según Biden, un objetivo de la alianza es “hacer del Hemisferio Occidental el más económicamente competitivo del mundo”. Es una buena meta, pero, para mejorar su dinamismo y competitividad, los países latinoamericanos no necesitan de Washington. Es algo que pueden lograr por su propia cuenta. Lo que sí haría una diferencia es lo que no está ofreciendo Estados Unidos: un área regional de libre comercio.
Es una pena que el temor a la apertura influya tanto en Biden. Estados Unidos necesita trabajadores dado que el crecimiento de su población está en un punto bajo, así como el desempleo, y se han creado casi 10 millones de puestos de trabajo en los últimos dos años. A pesar de que lo acusan de lo contrario, sin embargo, las políticas de Biden han sido más duras contra los inmigrantes que las de Donald Trump. Según los cálculos del experto David Bier, de los inmigrantes arrestados en la frontera suroeste, Biden ha deportado más en términos absolutos y relativos comparado con Trump. También ha detenido el doble de inmigrantes que Trump y ha deportado más haitianos que Trump en un período más corto.
Una alianza regional que vale la pena facilitaría la migración –algo que beneficia tanto al país destinatario como al de origen–, promovería el libre comercio y reconocería que Estados Unidos puede ayudar a América Latina, pero no puede determinar si progresa o no. Eso depende de cada país. Desafortunadamente, la nueva alianza se queda tan corta que es una frivolidad política.
(Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 7 de noviembre de 2023).
Ian Vásquez es Vicepresidente de Estudios Internacionales y director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute. Es coautor del Human Freedom Index. Vásquez es columnista semanal de El Comercio (Perú).