En su intervención ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en un salón casi vacío, Bukele aseguró que el país había pasado de ser el más violento del mundo, a ser el más seguro de América Latina, siendo pronto desmentido por CNN, pues El Salvador en seguridad ocupa el lugar #23, después de Honduras, y que los primeros lugares corresponden a Costa Rica, Uruguay y Chile.
Luego anunció lo que parece será uno de los ejes de su campaña electoral: “Revertir el éxodo masivo de salvadoreños producto de las políticas equivocadas del pasado, para que regresen más salvadoreños de los que salgan”. El Salvador está preparado para recibir a esos miles de compatriotas, gracias a los éxitos de su administración, lo que será repetido en redes sociales por sus miles de troles para engañar al mundo entero, gracias a los millones invertidos en propaganda.
Muchos compatriotas después de años de vivir en Estados Unidos, haber construido un patrimonio a base de sacrificio y formado una familia sólida, con hijos con nacionalidad americana, que tienen su futuro en ese país, puedan soñar con volver a su tierra, a un ambiente poblado de recuerdos, con la ilusión de construir una casa para disfrutar de sus últimos años, en uno de los muchos lugares idílicos con que todavía cuenta nuestro país, y ser enterrados en esta tierra.
Pero la atrevida promesa de Bukele no es suficiente para decidirles a volver al nuevo El Salvador, construido por Nuevas Ideas. Hay advertencia de las autoridades estadounidenses sobre el riesgo de viajar a El Salvador, por la inseguridad propiciada por el régimen de excepción. Pues durante 18 meses, para conseguir esa falsa seguridad y terminar con las pandillas, los salvadoreños hemos perdido nuestros derechos constitucionales. Saber que por una llamada anónima, y por decisión de un policía, autonombrado “juez de la calle”, cualquier ciudadano puede ser detenido, sin saber las razones y demostrar su inocencia, puede tardar hasta dos años, sin un juicio personal, y con audiencias multitudinarias.
Un aeropuerto, un tren, Bitcoin City son sueños de grandeza del mandatario, alejados de la realidad, desalientan a querer volver o quedarse en un país con el menor crecimiento económico de Centroamérica, la menor inversión extranjera, donde no hay seguridad jurídica y las reglas del juego se cambian a discreción del presidente. Si los miembros de la diáspora soñaron con invertir para comenzar un negocio, los bajos niveles de educación, el estado desastroso de las escuelas, los pésimos servicios de salud, y el absoluto abandono de la agricultura, son motivos suficientes para que prefieran quedarse en un país donde existe una verdadera democracia y se respetan las leyes.
Seguirá la migración masiva ante la falta de empleo y de oportunidades, la desidia de las autoridades por mejorar la condición de las clases más desfavorecidas, lo que ha aumentado los niveles de pobreza. La propaganda gubernamental da una falsa imagen de progreso, como la celebración de los Juegos Olímpicos Centroamericanos, pero esconde que para lograrlo cerró la Universidad Nacional, que aún no ha sido devuelta a las autoridades, con el grave daño a la población estudiantil.
Se está maquillando la capital para el Concurso de Miss Universo. “Quieren dar la impresión de que somos país del Primer Mundo, pero escondiendo la pobreza que aumenta cada día”. Las personas cuyas casas se inundaron por las recientes lluvias y están en peligro de caer en las enormes cárcavas lamentan que, aunque con suficiente tiempo alertaron a las autoridades, no fueron escuchadas: los funcionarios las visitaron, con su equipo de fotógrafos, prometiendo tomar acción, que no cumplieron. ¿Es este el país de las maravillas que promete Bukele para hacer volver a los compatriotas y evitar que emigren buscando un futuro mejor? Un engaño más para mantenerse en el poder, mancillando la Constitución.
Maestra.