Hace unos días sostuve una interesante conversación con unos jóvenes que fueron a visitar el Steven F. Udvar-Hazy Center que es una extensión del Museo Nacional del Aire y del Espacio de Estados Unidos. Y felicito a estos jóvenes, porque a pesar de tratarse de un viaje de placer, encontraron deleite en la visita de sitios culturales, que ayudan a incrementar su acerbo personal, que sin duda redundará en beneficio de ellos y los que les rodean.
Pero el punto es que me compartieron la admiración causada, al encontrar en aquel museo evidencia de cómo la ciencia y tecnología alemana, desarrollada por la Luftwaffe (fuerza aérea alemana) durante la II Guerra Mundial generó avances significativos para la aviación moderna, que tuvieron inclusive un impacto en el desarrollo de la tecnología aeroespacial que llegó hasta nuestros tiempos. Alemania fue pionera en el desarrollo y uso operativo de aviones a reacción, cohetes que se convirtieron las bases para el desarrollo de naves espaciales del programa de la NASA y también del soviético. Alemania produjo varios aviones de combate avanzados y tecnológicamente superiores durante la guerra, como el Messerschmitt Bf 109; se experimentó con aviones de ala volante, antepasado del Northrop Grumman B-2 Spirit, también conocido como “Stealth Bomber”. Alemania fue pionera en el desarrollo de tecnologías de vuelo nocturno, introdujeron equipos de visión nocturna, iluminación en cabina y luces de navegación mejoradas para permitir vuelos más efectivos durante la noche.
Pero estos avances no fueron producto de la casualidad, ni de los discursos de odio de un demente como Hitler; son a penas un ejemplo de lo que significa haber invertido a través de los siglos, en el conocimiento, en la ciencia, en la tecnología, en la cultura y el arte, es decir, en tener una población de hombres y mujeres de gran capacidad intelectual y pensamiento crítico, potencia creativa, cuyas obras llegan a nuestros días y se perpetúan. Actitud que ha continuado a través del tiempo, porque Alemania sigue siendo hoy día, a pesar de haber quedado “en escombros”, una potencia mundial.
Entonces surgió la pregunta que ya esperaba me realizaran aquellos jóvenes: ¿Por qué cree entonces que la Lutfwaffe no logró ser más efectiva durante la II Guerra Mundial?
Y la respuesta que les dí no es producto de “mis opiniones”, sino de estudios serios realizados por expertos en temas militares, de aviación, historiadores, psicólogos y estudiosos del comportamiento humano: El principal problema de la Lutfwaffe fue su líder, Hermann Göring. Un antiguo capitán de aviación, que sí, había sido condecorado durante la I Guerra Mundial, pero que no terminó educación formal más allá de la escolar, que nunca realizó estudios militares superiores para llegar a Mariscal, adicto a la morfina, con serios problemas de personalidad; pero con el enorme capital político de ser fiel seguidor de su demente lider, Adolf Hitler.
La gestión de Hermann Göring al mando de la Luftwaffe durante la II Guerra Mundial ha sido objeto de varias críticas y cuestionamientos:
No tenía capacidad para la planificación estratégica efectiva, subestimaba a sus adversarios, incapaz de coordinar acciones con las demás fuerzas que no eran las que estaban bajo su mando, un mentiroso incorregible que ofrecía obras fantásticas y grandes logros, que luego no podía cumplir; pero eso sí, dispuesto a supeditar recursos que debían estar destinados a funciones vitales, para hacer posible espectáculos que ayudaran a engañar a la población, como fue el caso de desviar y hacer mal uso de los reflectores de defensa antiaérea solo para generar un “show de luces” durante la famosa concentración de Núremberg.
Además, como hombre de poca preparación académica, manifestaba un “defensivo” desprecio por la gente de ciencia, que desafortunadamente estaba bajo su incapaz mando; lo anterior llevó a que no prestara oídos a quienes si sabían qué hacer, y generó, entre otras cosas, escasez de producción de aviones a reacción; ya que a pesar de que Alemania tenía una ventaja temprana en este tipo de aviones, como el Messerschmitt Me 262, Göring no asignó suficientes recursos ni prioridad a este tipo de tecnología (hay evidencias que era corrupto y desviaba fondos de la Luftwaffe). Todo lo anterior sin olvidar que le faltabaadaptabilidad y capacidad para aprender de los errores, lo cual nos recuerda que, si ya es terrible un ignorante al mando, es peor un ignorante que está al mando y cree que no se equivoca.
Y esto hace imprescindible repasar las características del “hombre” detrás del funcionario. Se le ha descrito a este pseudo lider,por parte de especialistas, como un individuo narcisista, egocéntrico y dominante, con tendencias autoritarias y una búsqueda de poder y prestigio personal. También se le atribuye un comportamiento impulsivo, una falta de empatía y una actitud despectiva de defensa ante los que consideraba más preparados, con mejores ideas y más capaces que él, los que podían “hacerle sombra”; sin olvidar que no tenía ningún respeto ni por la ética ni los derechos humanos.
Nunca estuvo capacitado para desempeñar el alto puesto al que arribó producto del clientelismo político. Y el resultado fue, afortunadamente para el mundo, el que se tenía que dar.
Por eso el título del artículo se respalda en el proverbio: “Si quieres ver un vivo afligido, ponle un tonto a la cola”. Donde el tonto fue Göring y el vivo afligido, el pueblo alemán. Un pueblo engañado, manipulado y empujado a una locura de odio y muerte, producto de seguir a falsos líderes que sembraron horror y desolación, lo que obligó a una derrota contundente para salvar al mundo y a la misma Alemania.
Reitero mi admiración por el pueblo alemán; el pueblo de Kant, de Beethoven, Einstein, Hahn, Heissemberg, Heideger, Hannah Arendt, Bach, María Goeppert-Mayer, de Max Ernst. Pero también mi admiración por el pueblo que se levantó de los escombros y que sobrevivió a la infernal ocupación del imperialismo soviético y hoy lidera Europa.
Médico Nutriólogo y Abogado de la República