Henry Kissinger, de moda en estos días por haber cumplido cien años el pasado 27 de mayo, es uno de esos políticos-intelectuales que no deja a nadie indiferente.
Recientemente publicó un libro, mezcla de historia, biografía, memorias, que tiene como hilo conductor algunas reflexiones sobre el liderazgo político. Su título: “Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial”, es elocuente…, la idea de partida del autor es que ya no existen estadistas de gran talla, políticos-líderes como los del siglo XX, y por eso se propone presentar como modelo de liderazgo a seis gobernantes: Adenauer, de Gaulle, Nixon, el Sadat, Lee Kuan Yew y Margaret Thatcher.
La técnica que utiliza es asociar una virtud de liderazgo con cada uno de los personajes que ocupan los capítulos del libro.
Al primero que analiza, el alemán Konrad Adenauer, lo observa desde la humildad, manifestada por su saber hacer con dignidad y energía en la conducción de la Alemania post Segunda Guerra Mundial, y sus relaciones con los vencedores.
Adenauer sabía que el resentimiento de los alemanes después de la primera postguerra, había desembocado en la tragedia que arrastró a todo el mundo a la peor guerra en la historia, y no estaba dispuesto a que se repitiera. Lideró a su país desde las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, hasta convertirlo en una nación productiva y próspera.
A De Gaulle lo estudia desde la perspectiva de la voluntad. Señala cómo el general desarrolló una mística de la grandeza con la que revivió el ánimo de los franceses, revaloró en sus compatriotas el papel de Francia en la historia, y logró concentrarlos en reconstruir una nación derrotada desde el orgullo de ser francés, y no tanto desde el deseo de derrotar al invasor alemán.
Kissinger es un admirador no tanto de Nixon, como de la manera en que éste condujo la política exterior norteamericana basándose en la teoría del equilibrio de fuerzas. Principalmente los recursos nucleares. Y analiza todos los logros de ese presidente -de quien el autor fue secretario de Estado- desde la óptica de lograr el equilibrio de fuerzas (militares, pero también económicas) para alcanzar la paz mundial.
Según Kissinger, el ex presidente egipcio Anwar el Sadat emplea la estrategia de la trascendencia. Viomás allá del anhelo panarabista de su predecesor, y puso a Egipto en el centro de su política, proyectándolo más allá del conflicto con Israel y logrando posicionar a su nación en el concierto mundial.
La excelencia era el leit motiv del primer ministro de Singapur Lee Kuan Yew. Un ánimo que llevó a su nación a ser lo que ahora es, a partir de una pequeña ciudad-estado localizada en una rocosa península. Su modelo multirracial basado en el respeto posibilitó la convivencia social que terminó convirtiendo a su país -basándose en una política de libre mercado- en un centro financiero mundial.
De Margareth Thatcher destaca la fortaleza de sus principios y el valor de la convicción. La Primera Ministra aparece como un bastión de tenacidad y fortaleza, una mujer que se propuso una ruta y no se movió de ella a pesar de los vendavales y de las tormentas que atravesó su gobierno.
Humildad, voluntad, equilibrio, trascendencia, excelencia y convicción. Seis virtudes que los líderes tratados muestran como la principal, o al menos la más notable de cada uno.
Qué lejos quedan los liderazgos meramente populistas, los que se apoyan exclusivamente en deshacerse de sus opositores, o los que tienen su fundamento en el culto al líder, o en una sucia manera de utilizar la política para el propio enriquecimiento o la exaltación de egos sobre dimensionados.
Seis estadistas, seis políticos de talla mundial, seis modelos que parecen haber quedado como piezas de museo debido a los líderes que la geopolítica de exaltaciones individualistas, encerradas en las fronteras mentales de la pusilanimidad, ha producido hoy día.
Ingeniero/@carlosmayorare