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Carlos Alberto Montaner y su última columna

Tengo el honor de haber trabajado con Montaner durante muchos años, y también el honor y el placer de tener su amistad y la de su familia.

Por Andrés Hernández Alende |

Carlos Alberto Montaner publicó su última columna a principios de mayo. El reconocido escritor y periodista cubano anunció que se jubilaba “sin júbilo alguno” debido a un problema neurológico.

Conocí a Montaner hace 40 años, en Madrid, a las pocas semanas de haber aterrizado en Barajas procedente de La Habana, mi ciudad natal. Llegaba a España sin un centavo en el bolsillo y con la cabeza llena de ilusiones y la esperanza de poder dedicarme por fin a mi vocación de escribir, limitada en Cuba por desavenencias con la ideología imperante.

En mi búsqueda de trabajo en un país plagado por el paro, un amigo periodista me indicó que llamara a Playor, la editorial que Montaner tenía en la capital española. Así lo hice, y Montaner tuvo la gentileza de recibirme al día siguiente. Escuchó con gran atención mi relato de mis peripecias para salir de Cuba y mis comentarios sobre la vida cotidiana en la isla. Más tarde supe que Montaner siempre tendía una mano solidaria a los exiliados cubanos —y de otros países— que llegaban a España para labrarse un nuevo futuro.

En ese momento no tenía plazas vacantes en la editorial, pero me propuso trabajar de manera independiente, desde mi domicilio, mecanografiando trabajos de diversos autores que llegaban a Playor escritos a mano (en esa época las computadoras estaban en su fase incipiente). Poco después, cuando fundó la agencia de prensa Firmas Press, me llamó para ofrecerme un empleo fijo. Allí, en una oficina en pleno centro de Madrid, me dedicaba cada semana a copiar, revisar, traducir y ayudar a distribuir a numerosos medios de prensa los artículos de decenas de escritores y periodistas, entre ellos Gastón Baquero, Fernando Arrabal, Hugh Thomas, Federico Jiménez Losantos, el propio Montaner y su hija, Gina.

Firmas no solo fue un trabajo sumamente grato para mí, sino también una escuela donde aprendí el arte de escribir columnas. El día que Montaner leyó uno de mis primeros intentos y me comentó: “Así se escribe un artículo”, me sentí como cuando uno se gradúa de un curso universitario.

Luego emigré a Estados Unidos para reunirme con mi familia, pero siempre mantuve los lazos con Firmas Press y la familia Montaner. Unos años después, cuando lo nombraron director de las páginas de opinión del diario el Nuevo Herald, Montaner me invitó generosamente a integrar el equipo editorial. Acepté y volví a trabajar con el maestro.

Llevo cuarenta años leyendo cada semana la columna de Montaner. Lo primero que se destaca en sus artículos es su defensa constante e incondicional de la libertad. El lector puede estar de acuerdo o no con las valoraciones que hace Montaner de determinadas situaciones políticas o encrucijadas históricas, pero es imposible discrepar de su posición de respeto a la libertad y a los derechos intrínsecos de las personas, entre ellos el derecho a la libre expresión.

Montaner siempre está dispuesto a escuchar las opiniones contrarias y a debatirlas civilizadamente. En vez de la palabra exaltada y el discurso tronante contra sus adversarios, Montaner emplea en sus columnas un conocimiento profundo de la historia y de la actualidad que nunca es pedante y sí muy instructivo y ameno, mezclado con una fuerte dosis de ingenio y humor. Mucho antes de anunciar su retiro, su obra como columnista ya formaba parte, por mérito propio, del legado periodístico cubano. Y sus novelas, como Trama o La mujer del coronel, entre otras, ocupan un lugar destacado en la literatura del exilio.

Tengo el honor de haber trabajado con Montaner durante muchos años, y también el honor y el placer de tener su amistad y la de su familia. En los últimos tiempos, volví a colaborar con Firmas Press, distribuyendo las columnas de Montaner a diversos medios y traduciéndolas al inglés. Todavía, después de su retiro del “columnismo” —como él llamó a su oficio—, cada jueves o viernes tengo la sensación de que recibiré en mi correo electrónico un nuevo artículo de Montaner. Nunca pensé en todo este tiempo que me tocaría distribuir su última columna.

Carlos Alberto, mil gracias por todo, un fuerte abrazo y aquí sigo a la orden. [©FIRMAS PRESS]

Andrés Hernández Alende es un escritor y periodista radicado en Miami. Su novela más reciente es La espada macedonia, publicada por Mundiediciones.

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