Finalmente escribo las últimas palabras para este 2022, sin duda alguna este ha sido un año acelerado, turbulento y repleto de varios hechos que a muchos nos han dejado atónitos en el camino. No voy a negarlo, después de analizar y construir críticas sobre la coyuntura nacional, la frustración pasa factura, pero debemos aprender a encarar y a avanzar sobre las realidades galopantes que no cesan en ningún momento. Quizá esta es la premisa de las reflexiones de fin de año que hoy me permito compartir: encarar y avanzar.
Si hemos llegado a estos últimos días del año junto a nuestros seres queridos, debemos considerarnos sumamente afortunados. Decenas de familias salvadoreñas tienen en este preciso momento a un ser amado que ha sido detenido injustamente y por ende alejado del seno de su familia; hay quienes pasaron las vísperas de Navidad acampando en las afueras de los centros penales. De ese dolor difícilmente se logra una pronta recuperación, pero ojalá pueda desembocar en una una historia menos trágica. Todas esas personas nos han dado a muchos una gran lección, encarar la injusticia y resistir de pie frente a los tiranos. Esperemos que el 2023 sepa reconocer con honores todos sus sacrificios.
No podemos ignorar que recibiremos el 2023 en un país mucho más militarizado, con instituciones públicas al servicio de una sola persona, con una polarización que raya en lo más ridículo del fanatismo y, ante un año preelectoral en el que el oficialismo grita contra la Constitución de la República: reelección presidencial. No es poca cosa lo que acontece, pero a veces pareciera que el silencio y la inercia de muchos que pretenden ser demócratas, minimizan el escándalo que amerita la actual coyuntura política. Hace falta un mayor fervor cívico. Genuinamente espero que este 2023 encienda el motor cívico y político de muchos para empezar a construir lo que haga falta para frenar los atropellos del oficialismo. Insisto: encarar y avanzar.
A quienes este año decidieron, por encima de la conveniencia propia, ser valientes, muy en el fondo saben que se han ganado el respeto de muchos y, a su vez, han podido contagiar un poco de esa valentía con otras personas que han tomado aliento para enfrentar lo que el futuro traiga para todas las personas salvadoreñas. Esto va más allá de los protagonismos individuales, hay quienes han sido valientes sin buscar reconocimientos pero que han contribuido a redactar unas cuantas líneas de la historia de este país, estoy seguro que será así. Gracias a quienes han puesto de su parte para que el rumbo de este país no caiga con facilidad en las garras del autoritarismo. El 2023 es para recibirlo codo a codo, hombro con hombro. Nos espera un año decisivo.
Es difícil escribir estas palabras y no pensar en los pesimistas. Hay dos tipos de pesimistas, el que se ha involucrado en este mar de emociones y retos que nos pitan, hecho tras hecho, una realidad adversa de la cual es difícil nutrirse de optimismo, a ellos les entiendo, el reto es enorme y la adversidad igual. Pero entendemos que es necesario avanzar, sin importar el resultado, sabemos que los puntos de encuentro son valiosos y que hay que aprovecharlos, y eso lo respeto. Pero al pesimista que desde la comodidad de sus privilegios muestra indiferencia e inercia, a esos, tal como dice el dicho: a los tibios ni Dios los quiere.
Esto va más allá del optimismo y el pesimismo, va más allá de las ideologías, mucho más allá de las clases sociales, y más allá de nosotros mismos. Solo la historia, llegado el momento, podrá describir esto que estamos viviendo, con las palabras adecuadas.
Dejamos atrás un 2022 sobrecargado de hechos implacables, de retos inolvidables, y de sentimientos encontrados, sean cuales sean. ¿Qué país queremos para el 2023? Cuál sea la respuesta, no es individual sino colectiva y, además, estoy seguro que debemos hacerlo y no solo esperarlo. Hay que ponernos en marcha. Encarar y avanzar.
Comunicólogo y político