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Poco serios...

Pudiéramos ser más serios -no sé si seríamos nosotros-, al menos un poco más educados y más responsables; por lo menos pudiéramos escoger gobernantes más decentes, menos mentirosos y corruptos; seguro estaríamos mejor, mucho mejor.

Por Óscar Picardo Joao

Cuenta una leyenda urbana de geopolítica, que cuando Charles de Gaulle visitó Latinoamérica, allá por 1964, a su regreso a Francia declaró que Latinoamérica era un continente “muy generoso y poco serio”…; la política de Francia, después de la segunda guerra mundial y en el marco de las primeras tensiones de la guerra fría, se sustentaban en su fuerza cultural y en el equilibrio frente a la bipolaridad que se asomaba entre comunismo y anticomunismo, como rechazo a las hegemonías.


Cincuenta años más tarde, en 2018, el Presidente Donald Trump, en el marco de una conferencia de prensa con la primera ministra de Noruega, Erna Solberg, definió a ciertas naciones latinoamericanas del tercer mundo, como “países de mierda” -shithole countries-; ya en su campaña presidencial en 2016, había señalado en la Universidad de Nevada: “We have some bad hombres here, and we’re going to get them out”.

La corrupción, el narcotráfico y un amplio inventario de políticas ineficientes, han configurado un continente latinoamericano “poco decente” y “poco educado”, y por ende “poco serio”; nuestras miserias, nuestros grandes basureros y nuestros corruptos están a la vista, y muchos ciudadanos han tenido que huir por temor, desesperanza o simplemente en busca de oportunidades.


Damos un paso hacia adelante y tres hacia atrás…; nuestros gobernantes, sean dictadores, populistas, corruptos, oportunistas, emergen de esta propia sociedad, son hijos de nuestra cultura, y llegan al poder apoyados y aclamados por las grandes mayorías de ignorantes. Luego utilizan los recursos públicos a su antojo; porque lo público parece que no es de nadie…


Somos ese “Macondo”, lugar de soledades y de mala hora, espacio de fiestas y de irresponsabilidades, topografía de matanzas y pobreza; sangre y música, pandilleros y narcotraficantes, y otras dicotomías que acorralan a minorías que no saben que esperar y que viven en incertidumbres, creyendo que algo bueno puede pasar.


Pero también tenemos nuestras “luces”, buenos escritores y artistas, algún premio Nóbel desencajado o por cuotas; científicos que se niegan a repatriarse; niños y jóvenes que sueñan; profesionales abnegados; periodistas valientes; migrantes pujantes; y unos pocos políticos decentes que nunca llegarán al poder.

En todos los rankings estamos en el sótano, salvo en los de homicidios, burocracias, remesas, corrupción, endeudamiento, vulnerabilidad, pobreza; el bienestar es un privilegio de pocos, la mayoría son sobrevivientes y náufragos de la mentira. Pobres, pobres multimensionales, pobres monetarios, precarios, excluidos, desfavorecidos, campesinos, indígenas, que viven en la desigualdad y observan como espectadores los grandes avances tecnológicos de la cuarta revolución industrial.


Latinoamérica es una monarquía perfecta, un reino de pobreza y arbitrariedades; tenemos esa sutil capacidad de maquillar y esconder todo lo malo en algunos rincones turísticos o en eventos de élite; somos hábiles para administrar los rencores y resentimientos; hay magos e ilusionistas, que de la noche a la mañana se hacen millonarios.


Pero pese a tanta negatividad tenemos grandes figuras del fútbol… este deporte que es el gran psicotrópico social, que hace olvidar las penas, que une y a la vez ocasiona trifulcas de fanatismo sangrientas.

Tenemos también el mejor himno del mundo, el estadio más grande del mundo, el puente más alto del mundo; tenemos tangos, bachatas, cumbias, mariachis. Gardel y Pedro Infante; García Márquez, Borges, Mistral, Ibarburu y Cortázar; Pelé, Maradona y Messi; al Papa Francisco I; Pablo Escobar y el Señor de los Cielos; Fidel, el Che Guevara. Historias hay de sobra… ¿Copas del mundo de la FIFA…? Muchas, como una docena; ¿Premios Nóbel de Física, Química o Matemáticas…? Ninguno.


Pero aquí nos tocó nacer y vivir, quizá estamos mejor que África, no lo sé; no hay fieras salvajes en nuestros campos y montañas, pero tenemos políticos urbanos que es probablemente peor.


Para consuelo, el primer mundo no es tan idílico y fácil; los inviernos son terribles y las amenazas terroristas también; viven automatizados, con muchas tecnologías y poca afabilidad. Todos desconfían de todos, y la migración los está ahogando. La tasas de suicidio son altas y los psicópatas abundan. El eslogan es: “Compro, luego existo”, necesitan muchas cosas para ser felices, incluso venir de vez en cuando a Cancún, Río de Janeiro, Punta del Este, Machu Picchu o Cartagena de Indias.

No podemos ser tan pesimistas, y tenemos buenos antidepresivos: tacos, Pisco Sour, pupusas, baleadas, arepas, asados, frijolitos o habichuelas, tamales o hallacas, gallo pinto, buen vino y tequila. También demasiada gente amable y solidaria, que nos hacen mejor la vida.


Pudiéramos ser más serios -no sé si seríamos nosotros-, al menos un poco más educados y más responsables; por lo menos pudiéramos escoger gobernantes más decentes, menos mentirosos y corruptos; seguro estaríamos mejor, mucho mejor.


Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

Investigador educativo/opicardo@asu.edu

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