A lo largo de tres años escribiendo columnas de opinión siempre he defendido la idea de que el consumo cultural es inequívocamente proporcional a la salud de una sociedad. La calidad, el apoyo, la variedad y el consumo cultural nos dejan pequeñas pistas de qué tan sana se encuentra nuestra sociedad.
Muchas veces nos ponemos a pensar que el orden del arte y la cultura obedece al orden del capitalismo. En ese sentido, entenderíamos que la base esencial de la cultura es meramente mercantil; en otras palabras, la ley de la oferta y la demanda. Si se solicita consumir cultura, se ha de producir cultura. Si no se solicita, por tanto, no se produce.
Sabemos que quienes defienden el capitalismo entienden que se trata del modelo más apegado a la naturaleza humana, tratándose entonces de un modelo que ejemplifica y perfecciona los deseos consumibles del ser humano, por lo que si en un modelo capitalista no hay demanda de cultura, producir cultura sería no solo antinatural e impositivo, sino que una pérdida de recursos humanos y tiempo valioso.
Pero estamos claros de que eso se trata de un tan burdo y cruel ejemplo, que no contempla otro aspecto de la naturaleza humana: la creación.
Sin embargo, para cumplir las necesidades de estas columnas me atendré a valorar la interacción social frente al arte y la cultural en el sistema capitalista de la actualidad, aceptando que las reglas del juego cultural se rigen bajo las reglas de la ley mercantil.
Y, encaminado hacia el propósito de esta reflexión, nos vamos a centrar en la siguiente pregunta: ¿Por qué el consumo cultural en El Salvador es tan menesteroso y parco?
Puede ser por varias razones, una más cruel que la otra:
1.Porque no hay demanda cultural.
2.Porque hay demanda, pero la oferta cultural es deficiente.
3.Porque hay demanda, hay oferta, pero el producto cultural es deficiente.
4.Porque hay demanda, hay oferta, el producto es eficiente; pero no es sostenible.
Aquí sacamos cuatro conclusiones.
1.Somos una sociedad inherentemente inculta y desinteresada.
2.No hay suficientes espacios para la producción artística.
3.Nuestros artistas y gestores culturales son un desastre.
4.Nuestros gestores culturales no tienen idea de gestión.
El marco teórico que desarrollaremos
La sociedad salvadoreña no consume cultura como debería. Es un hecho comprobable.
Mi experiencia me invita a decir que sí existe la oferta cultural de parte de diferentes centros. Pero, de la misma manera, puedo afirmar que la sociedad apunta a la falta de oferta y los artistas apuntan a la falta de demanda. Estamos frente a un conflicto de contradicción que no permite el desarrollo cultural necesario.
En las siguientes columnas estaremos estudiando un posible sesgo sociocultural, una comodidad estética y cultural y las malas praxis que nos han llevado a la desconexión entre cultura y consumidor, con el objetivo de responder a nuestra pregunta y ofrecer una solución.
Cabe aclarar que no estaré mencionando el trabajo del gobierno, porque en el caso actual de El Salvador las dependencias gubernamentales de cultura, ni están ni se les espera. Además, soy fiel creyente que toda participación gubernamental en la cultura termina en propaganda.
Curador independiente/Escritor