Recientemente tuve la satisfactoria oportunidad de asistir a una presentación cultural en Kalpataru, un espacio dedicado al intercambio artístico en nuestro país. El evento fue organizado y conducido por el Dr. Juan Fernando Villafuerte, doctor en Literatura Comparada y profesor en varias universidades europeas.
La disertación sobre Giacomo Puccini no solo abordó detalladamente su vida, obra y pensamiento, sino que también se intercaló con la interpretación en vivo de arias seleccionadas y una cena de cuatro tiempos, diseñada para reflejar aspectos puntuales de algunas de las obras comentadas.
El compositor italiano Giacomo Puccini (1858-1924) se ha ganado un lugar inmortal en el mundo de la ópera por su capacidad única para provocar profundas emociones y sentimientos en quienes experimentan sus obras. Títulos como La Bohème, Tosca y Madama Butterfly han resistido el paso del tiempo gracias a una combinación magistral de melodía, letra y drama que conectan directamente con la humanidad del espectador. Sin embargo, más allá del genio artístico, el éxito de Puccini puede analizarse desde una perspectiva neurocientífica, lo que nos permite entender cómo lo hizo.
Puccini hizo uso de la emoción como punto de partida. Antonio Damasio, en su influyente obra En busca de Spinoza, distingue entre emociones y sentimientos, subrayando que las primeras son respuestas automáticas de nuestro organismo a estímulos internos o externos, mientras que los sentimientos surgen de la percepción consciente de estas emociones. Según este modelo, Puccini fue un maestro en activar el circuito emocional de su público, un proceso que inicia en niveles más primitivos del cerebro y culmina en regiones superiores como la corteza prefrontal, donde las emociones se transforman en sentimientos más complejos y subjetivos.
En la ópera, este proceso es catalizado por múltiples estímulos:
La música, para resonar con los patrones emocionales innatos en los humanos. Puccini utilizó progresiones armónicas y modulaciones que generan tensión y resolución, elementos que activan estructuras cerebrales como la amígdala (vinculada a las emociones) y el sistema de recompensa dopaminérgico, responsable de las sensaciones de placer.
Puccini eligió libretos cargados de drama humano, centrados en temas universales como el amor, la traición y el sacrificio. Porque lasnarrativas activan la memoria episódica, permitiendo que los oyentes proyecten sus propias experiencias y relaciones en los personajes.
Cuando una obra de Puccini comienza, su música y dramaturgia disparan respuestas automáticas en el sistema límbico, en particular en la amígdala y el hipotálamo. Estas estructuras son las responsables de generar emociones como tristeza, miedo, alegría o rabia. Por ejemplo, en el famoso aria "Vissi d’arte" de Tosca, la voz desgarradora de la protagonista acompañada por la tensión musical activa respuestas fisiológicas como escalofríos, lágrimas o un nudo en la garganta.
Desde allí, la información emocional es procesada por la ínsula y el córtex cingulado anterior, que integran las señales corporales con los contextos sociales y culturales de cada individuo. Esto explica por qué las obras de Puccini pueden resonar de manera diferente en cada persona, dependiendo de su historia personal y contexto cultural.
Sentimientos: el segundo nivel. Según Damasio, los sentimientos son la percepción consciente de los estados corporales provocados por las emociones. Aquí es donde Puccini eleva su arte: sus obras no solo generan reacciones emocionales automáticas, sino que llevan al público a reflexionar y experimentar sentimientos más profundos, como la compasión, el anhelo o incluso la catarsis.
Esto se logra en parte porque la música de Puccini no solo apela al cerebro primitivo, sino que también involucra áreas más sofisticadas como el córtex prefrontal y el sistema de memoria declarativa. Las progresiones melódicas, los “leitmotivs” asociados a ciertos personajes o temas, y los contrastes entre momentos de calma y clímax permiten al público anticipar y recordar momentos específicos de la obra, creando un entramado de emociones y sentimientos que perduran mucho después de que termina la última nota.
El genio de Puccini radica en su comprensión instintiva de cómo los elementos de la ópera interactúan con la psicología y neurobiología humanas. Su música no solo entretiene, sino que guía a los oyentes a través de un viaje emocional y cognitivo que los conecta con su propia esencia.
Desde la perspectiva de las neurociencias, su legado es un testimonio de cómo el arte puede actuar como un puente entre lo biológico y lo espiritual, recordándonos que, en el fondo, somos criaturas emocionales en busca de significado. Lo que percibimos como espiritualidad es, en gran parte, una manifestación de la actividad de nuestro cerebro, donde las conexiones neuronales y la química cerebral contribuyen a estas experiencias intensamente humanas.
En otras palabras, la espiritualidad y las experiencias emocionales profundas, muchas veces evocadas por el arte, como la música de Puccini, no son solo abstractas o metafísicas. Están arraigadas en la biología de nuestros cerebros, donde procesos neurales complejos nos permiten sentir, reflexionar y encontrar sentido en nuestras vidas.
Finalmente, me atrevo a especular que, desde una óptica de las neurociencias, Puccini lograba activar las células espejo y las células de Von Economo del público en relación con los personajes y sus sentimientos.
Desde esta óptica, podemos decir que la habilidad de Puccini para conectar emocionalmente con el público a través de sus personajes y sus sentimientos podría estar relacionada con la activación de estas neuronas. La intensidad emocional y la claridad de las vivencias de sus personajes podrían estimular las células espejo en el cerebro del público, permitiendo una experiencia más inmersiva y empática. Asimismo, las células de Von Economo podrían ayudar al público a procesar y reaccionar rápidamente a las emociones y situaciones presentadas en la ópera, creando una conexión más profunda y humana con la narrativa.
Esta hipótesis, aunque especulativa, ofrece una mirada interesante sobre cómo la música y las artes pueden influir en nuestras respuestas neurológicas y emocionales.
Definitivamente, los $20 que costaba todo el evento, apenas si cubrieron el placer gastronómico de la cena. La experiencia cultural y el deleite cognitivo/espiritual de todo el espectáculo, ¡invaluable! Muchas veces pagamos mucho más, por obtener mucho menos.
Médico Nutriólogo y Abogado