Hasta la llegada de Perón al poder con el voto de millones de incautos —como sucede una y otra vez fuera de casos excepcionales como en Francia, Italia y Alemania al igual que Japón y Australia, que después de sufrir toda clase de horrores aprendieron a defenderse de los demagogos y lo que por desafortuna no sucede en Estados Unidos—, Argentina fue una de las diez naciones más prósperas del mundo. Ahora se encuentra sufriendo problemas de inflación, pobreza, incertidumbre frente al futuro y dudas sobre la capacidad que tenga Milei para enderezar lo mucho que está torcido en su país.
Hasta el momento la panacea para curar los males es la maquinita de imprimir dinero con que el gobierno puede sostenerse, pagar su burocracia y sus servicios, lo que ha causado que la “inflación” sea de casi un trescientos por ciento, por lo que los argentinos que pueden se refugian en cuentas en dólares en Uruguay y Estados Unidos.
La “inflación”, el incremento de precios y servicios, como señaló Milton Friedman y lo recuerda Manuel Hinds, es un fenómeno monetario, pero puede también darse una inflación en un país dolarizado cuando la oferta de bienes y servicios se ve afectada por catástrofes de una u otra naturaleza, como es la agresión de los rusos a Ucrania, de bandas terroristas como ISIS que ha puesto de cabeza las economías del Medio Oriente, de medidas estrafalarias como las que toma continuamente la dictadura comunista de China siguiendo los pasos de un demagogo que saltaba de ocurrencia en ocurrencia, provocando espantosa destrucción cultural y las peores hambrunas de la historia.
Un país puede tener la buena fortuna de estar dolarizado, como el nuestro y es el caso de Panamá y Ecuador, pero si un régimen impone altos impuestos, desatiende un sector esencial como es la agricultura para comprar a precios por encima del mercado de granos a mercaderes de Sinaloa, toma medidas que equivalen a la confiscación de bienes privados como son los ahorros de los trabajadores y pisotea normas constitucionales dejando a una nación sin brújula, tanto el sector productivo nacional como potenciales inversores miden cada centavo que invierten, lo cual afecta en tal forma la generación de empleo y, por lo mismo, la oferta de bienes y servicios.
Nadie se sorprende al saber que nuestro país es el que menos inversión por habitante recibe en Hispanoamérica, a lo que se agrega que lo más disuasivo son las capturas y vejámenes a personas que no han cometido delito y a quienes se les arman procesos sin base.
No puede haber prosperidad real si hay inseguridad y persecución
Hay quienes aplauden las medidas que se toman basadas en el “régimen de excepción”, pero no piensan lo mismo cuando tocan a su familia o a sus conocidos, más sabiendo de las torturas a las que someten a personas indefensas, tanto justos como pecadores. Así está reflejado en las últimas encuestas.
Las naciones son prósperas en la medida que son libres y no son víctimas de saqueos fiscales para sostener voraces burocracias, como bien lo advirtió Margaret Thatcher, que coincidió con el expresidente estadounidense Ronald Reagan en lo beneficioso que es reducir impuestos y racionalizar trámites.
Pero en estas latitudes, de ocurrencia en ocurrencia en menos de tres años la mitad de la población ha caído en la pobreza…