Hace unos pocos días tuve la enorme suerte de presenciar fortuitamente una conversación tan edificante entre un padre y su hijo, que no pude menos que aprovechar la oportunidad, que como reza el proverbio “se pinta calva” y escuchar deliberadamente hasta el último detalle.
El hijo, desde donde yo tomé la conversación, preguntaba a su padre cuáles eran los motivos para tomarse tantas molestias y gastar tanto de su vida, que no sabía si iba a ser corta o larga, teniendo que ir a una universidad a estudiar una carrera que no estaba seguro si al final le iba a gustar y, lo peor, que en este país iba a salir graduado dentro de más de cinco años y ganando unos cuantos cientos de dólares al mes, que no le iban a servir para mucho. En este punto no me había capturado del todo la conversación, pero reflexionaba que tenía razón el joven, porque oportunidades reales, aunque las hay en todas partes, aquí escasean.
Y aunque en este punto el padre trató de contra argumentar, el hijo estaba tan absorto en sus propias elucubraciones que continuó su hilo de argumentaciones: “Hay tanto que vivir, tanto que experimentar, tanto que ver y tan poco tiempo. Lo que se necesita son recursos y hay que producirlos pronto para poder disfrutar joven, no cuando ya no tenga energía o esté muy cansado o enfermo, entonces ¿para qué? - pausó el joven -
Sin ofender, papá”. Hasta aquí decía yo para mis adentros, es de lo que hablaba Zygmunt Bauman en su “Modernidad Líquida”; es el deseo por la recompensa inmediata, sin pasar por la espera de la preparación para lograr el cometido y crear algo más sólido.
“Mirá ¡cuántos hombres son millonarios y no terminaron la universidad!. ¿Cuántos individuos tienen negocios exitosos y no tienen estudios formales?. Tengo un compañero de la prom que su hermano mayor un ciclo hizo en la U y ahora es diputado”. No pude evitar tildar el argumento de “patética repetición”.
Pero en ese momento, el padre interrumpe, ya sea impaciente o prudente, consciente de que su hijo podría seguir haciendo referencia a casos de éxito dudoso sin estudios previos, especialmente considerando que nos encontrábamos en un lugar público. “Incluso Pablo Escobar Gaviria y el chapo Guzmán, junto con otros narcotraficantes, no tenían estudios y guardaban dinero en habitaciones enteras”, dice el padre. “Pero eso no significa que debamos imitarlos. Hemos hablado anteriormente de que los casos particulares, sacados de su contexto, no son la mejor forma de llegar de lo particular a lo general. Por supuesto, podemos mencionar a Bill Gates y Steve Jobs, quienes asistieron a la universidad, y no a cualquier universidad. Comenzaron a estudiar en un entorno altamente favorable y descubrieron lo que debían producir antes de finalizar su educación preparatoria. Se retiraron tempranamente una vez que encontraron lo que necesitaban y tuvieron éxito. Sin embargo, la mayoría de las personas deben esperar y acumular años de experiencia para encontrar ese algo, que quizás nunca encuentren. Pero eso es lo que has estudiado en estadística, ¿verdad? No es más que la distribución normal que se representa en la campana de Gauss, que ya has estudiado, ¿no es así? Pero eso no es lo mismo que no ir a estudiar por falta de recursos, lo cual es un caso dramático y no se incluye en esta discusión. Esto se trata de no querer hacer el esfuerzo, creyendo que se puede acceder a la recompensa sin realizar el esfuerzo necesario, o buscar atajos”. En mi mente, visualicé la escena de no perder de vista el bosque por estar concentrado en el árbol. Sin embargo, las dos últimas preguntas que planteó el padre me hicieron pensar que tal vez el joven no era un estudiante muy aplicado.
“¡Pero igual hay gente con título y no logran nada en la vida!”, arremetió el hijo, a lo cual silenciosamente respondí para mí mismo ¡cierto!
"Eso se puede explicar con la teoría de la 'tabula rasa', hijo. Nadie está diciendo que el objetivo es obtener un título de noveno grado simplemente asistiendo a clases, o graduarse de bachiller de cualquier manera, y mucho menos obtener un título profesional veinte años después, como el título de la obra de Alejandro Dumas. ¿La leíste como te pedí? Espero que sí". La última parte me pareció un sarcasmo sutil pero excelente.
"Permíteme explicarte, hijo, que la sociedad puede ser comparada con una galleta con chispas de chocolate". -Esto realmente captó mi atención- "Para crear una galleta de este tipo, se necesita harina, que representa a todos los individuos de la especie humana. Luego se agregan huevos, que simbolizan el trabajo, y mantequilla, que es el capital, indispensable pero no diferenciador. La levadura representa la clase profesional y técnica real; cuanto más haya, más crecerá la masa. El azúcar, por su parte, simboliza el equilibrio necesario en toda sociedad. Si se pierde, el sabor se vuelve desagradable. Sin embargo, lo que realmente marca la diferencia son las chispas de chocolate. Si son de alta calidad y abundantes, el sabor será delicioso. Si el chocolate es mediocre, se necesitarán muchas chispas para aportar sabor. Pero si el chocolate es malo o las chispas son escasas, la galleta será pura masa. Estas chispas de chocolate representan a aquellos individuos que, con sus contribuciones intelectuales, son capaces de dejar legados permanentes, trascendentes y relevantes. ¿Quién recuerda a los ricos, los políticos o los influyentes de la época de Platón, Aristóteles, Pitágoras, Spinoza o Descartes? ¡Nadie! Ni siquiera aquellos que los asesinaron o gobernaron en su tiempo. Pero sin estos iluminados, sin esa élite pensante a la que José Ortega y Gasset se refería, es probable que el mundo fuera peor de lo que es hoy en día". Realmente me impresionó esta analogía.
“¡Vaya papá, está bien!” Respondió el hijo, que como todo joven sentía el agobio de los argumentos de un padre que por lo que pude darme cuenta, tenía las ideas en orden. “¡Pero se te olvidó mencionar el olor a vainilla de las galletas!” mencionó para desquitarse...un poco, digo yo.
“Eso lo personifican los tipos con los discursos vacíos, grandilocuentes, los populistas que levantan grandes expectativas. Pero, cuando solo hay masa y nada o muy pocas chispas de chocolate, por mucha esencia de vainilla, no se supera el desencanto de la falta de sabor, quedando solo la sequedad de la masa en la boca. Por eso hijo, hay que estudiar, para no ser solo masa en la galleta y tener que recurrir desesperado, a la esencia de vainilla. Lo que cuentan son las chispas de chocolate”.
Tuve toda la intención de levantarme de mi mesa y estrechar fuertemente la mano de ese hombre que habló con sabiduría a su hijo y me brindó una valiosa analogía. Sin embargo, pensé que no sería apropiado admitir que había estado escuchando furtivamente su conversación. Si por casualidad llegara a leer estas líneas, espero que pueda disculpar mi atrevimiento. Quiero que sepa que admiro a un hombre que, además de ser padre, se erige como un maestro de vida para sus hijos.
Médico Nutriólogo y Abogado de la República.