Soberanía Alimentaria es el término que más recientemente ha irrumpido dentro del discurso sobre la persistencia e incremento de la malnutrición, pobreza, dependencia alimentaria y en el diseño de estrategias para su erradicación. La Soberanía Alimentaria se construye desde las bases sociales, empoderándose las personas “de a pie” en iniciativas que les permitan participar activa y conscientemente dentro de la cadena alimentaria, el reto está en que estas iniciativas a nivel local sean accesibles a la población.
Cambiar las cosas implica más que un discurso gubernamental. Resulta sorprendente que a pesar de años de compromisos similares y del amplio reconocimiento del rol que tienen los pequeños y pequeñas productoras como agentes clave para la producción agropecuaria sostenible, la protección de los recursos naturales, la seguridad alimentaria y la lucha contra la pobreza aún no se prioricen y que, por el contrario, cada día esta más en el abandono.
En este tema es clave la resiliencia como la capacidad de mujeres, hombres y niños para hacer valer sus derechos y mejorar su estado de bienestar a pesar de los shocks, las tensiones y la incertidumbre, el gasto público destinado a este aspecto fundamental en el agro es casi nulo. Esto se observa sobre todo en los recursos relacionados a la adaptación al cambio climático.
Los rubros de gasto más comunes que se pueden asociar a la resiliencia son de gestión de riesgos y respuesta ante crisis, tales como la promoción de los seguros agrícolas, la creación de un sistema de reservas de alimentos, y los apoyos (monetarios y/o en especie) a hogares o productores afectados por eventos climáticos adversos, que en términos presupuestarios tienen pocos recursos para operar. Por ejemplo, El Salvador, cuenta con una Estrategia Ambiental de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático del Sector Agropecuario, Forestal y Acuícola (2012), como parte del Plan de Agricultura Familiar (PAF). Sin embargo, como muchos instrumentos de políticas y planes, carece de un presupuesto específico para su implementación y de un sistema de monitoreo y evaluación.
La ocurrencia de huracanes, deslizamientos, inundaciones, sequías, y tormentas tropicales ha impactado severamente la producción agrícola. Esto ha afectado la producción de alimentos, el uso del territorio con fines agropecuarios, el estado de la infraestructura productiva, y la conservación del medio ambiente. Las personas más vulnerables son las mujeres y aquellos cuyos recursos limitados no les permiten enfrentar y sobreponerse a los impactos de dichos eventos.
En nuestro país ya vamos por el cuarto ministro de Agricultura y Ganadería en 5 años, y hasta el momento no hemos visto ningún avance notable y palpable para el sector. Por el contrario, se ha tenido un gran retroceso y abandono por parte del estado. La solución definitivamente no esta en una tarjeta de bono agrícola donde se estará pagando IVA por los productos adquiridos en las tiendas establecidas por el gobierno, no se promueve la producción de granos básicos y se reduce considerablemente la cantidad de producto, es decir $ 75 USD no son suficientes.
Tenemos que exigir la transparencia y que se mejore el gasto público en la agricultura, el fomento de la equidad revisando y ajustando el patrón actual de asignación presupuestaria en la agricultura, con el fin de garantizar una justa redistribución de los recursos públicos. Se necesita crear el acceso a recursos productivos (tierra, agua, infraestructura, energía), servicios a la producción (extensión, investigación), y mercados con el fin de revertir las desigualdades estructurales y el abandono de la producción agropecuaria, es necesario crear un sistema de financiamiento, incorporando y priorizando políticas públicas y presupuestos a niveles locales y nacionales.
Es imperativo promover la producción de alimentos que son fundamentales para la dieta y la alimentación en el ámbito nacional, respetando las costumbres y cultura de la población y resulta imprescindible capacitar y ofrecerasistencia técnica apropiada al contexto medioambiental, sistema de producción, y vulnerabilidad ante riesgos climáticos.
Necesitamos gente que tome acciones, y es que debido a los retrocesos y falta de beneficios en este sector muchos jóvenes ya no quieren seguir produciendo alimentos en las tierras que cultivan sus padres y abuelos. La mayoría terminan yéndose a las ciudades, donde acaban en entornos de marginalidad.
Los discursos políticos sin acciones ya no deben ser tolerables por los buenos salvadoreños.
Ingeniera.