El Salvador es actualmente el segundo país de Centroamérica que más depende de las importaciones para sus alimentos, solo por debajo de Panamá. Esto lo determinó un estudio de tres agencias de las Naciones Unidas y hasta el momento este dato no ha cambiado. En los últimos cinco años han pasado cinco ministros y no han podido hacer nada por el sector, ¿Será que no hay interés?
Pareciera que este gobierno está apostándole a desaparecer la producción agropecuaria. Los agricultores confirman lo evidente por mucho tiempo, en el sentido de que el sector agrícola sigue abandonado y que no se han establecido políticas ni acciones que permitan salir adelante. El cierre del año 2023 y lo que va del 2024 deja al sector agrícola del país en decadencia: los productores están ahogados por préstamos caros, insumos agrícolas con precios por las nubes, pagos debajo de los costos y pérdidas de sus cultivos, tierras y herramientas de trabajo.
La rentabilidad del sector agropecuario se ha visto afectada por múltiples factores: cambios climáticos, políticos y de competitividad. Esto ha provocado una fuerte contracción del sector que, lejos de presentar signos de mejora, tiende a agravarse aceleradamente. Es importante que reflexionemos sobre el gris panorama en el que se encuentra la actividad agrícola. Por lo que es pertinente recordar una serie de peticiones que por años se han venido solicitando: creación de una política agraria y de seguridad alimentaria, seguro por pérdidas de cultivos en casos de desastres naturales o cambios climáticos, reserva estratégica de alimentos, incentivos económicos y accesos a créditos para los productores, mejora en los salarios del campo, capacitaciones para la utilización de nuevas tecnologías, ampliar las extensiones de tierra para sembrar, eliminación del IVA para los insumos agrícolas, entre otras.
Es pertinente señalar que las tecnologías son necesarias para hacer de la agricultura una actividad más eficiente y sostenible. Sin embargo, el poco acompañamiento y capacitación de los agricultores retrasa la innovación tecnológica en las fincas pequeñas y medianas del país.
Para conocer las necesidades de las comunidades, la organización Sonrisas y Amor para todos con su programa Cosechando Sonrisas identificó necesidades para el acceso a los alimentos, realizando talleres participativos en las comunidades para definir las prioridades de atención de la estrategia de recuperación. Siendo las dos principales líneas de trabajo: La producción de hortalizas en los traspatios y maíz en las milpas incluyendo la provisión de semilla, abono, el acompañamiento técnico y fortalecimiento de técnicas de producción agroecológica para los sistemas alimentarios locales. Y segundo la producción de aves de traspatio, incluyendo la recuperación y mejora del sistema tradicional de producción de aves, desde la crianza, hasta la reproducción y el consumo. Para reactivar la producción de hortalizas en los traspatios y maíz en las milpas realizan una organización metodológica biointensiva, es decir, una agricultura ecológica a pequeña escala que se enfoca en el autoconsumo y en comercializar los excedentes a pequeña escala. El proyecto brinda capacitaciones a las personas de las comunidades en manejo agroecológico, específicamente sobre la preparación de sustratos y semilleros, manejo de plagas y enfermedades, fertilizantes y abonos. Además, se les enseña a preparar el área de cultivo mediante un calendario de siembra por temporada de calor y frío.
Es importante mencionar la labor de las organizaciones que buscan fomentar la agricultura realizando huertos familiares. Mientras las instituciones competentes no funcionen es importante realizar la labor como ciudadanos para brindar nuestro aporte en la búsqueda constante de la soberanía alimentaria.
Es necesario seguir señalando que el país requiere urgentemente de una agenda política de reactivación agropecuaria, que permita al sector crear las bases para que pueda recuperarse dignamente. Se debe propiciar un desarrollo integral del sector agrícola en un plan que involucre acciones concretas y viables. Las consecuencias de la crisis alimentaria son graves y afectan principalmente a las personas de bajos ingresos, a los productores agrícolas y a los consumidores, ocasionando incremento de la inseguridad alimentaria grave, aumento de la pobreza, anemia, desnutrición, reducción del crecimiento económico, retraso en el crecimiento normal de los niños y crecimiento de la desigualdad.