Malí, Guinea, Burkina Faso, Níger, Gabón, tantos países de África Occidental y Central que han tenido golpes de Estado perpetrados por los ejércitos nacionales desde 2020. Estos eventos dieron vuelta a realidades políticas, poniendo en relieve la relación privilegiada histórica con Francia y sirviendo hoy en día de pretexto a nuevas alianzas.
Durante decenios considerada como un elemento clave de una estabilidad, esa región se ha vuelto el despertador de cambios políticos drásticos. Además de poner el enfoque sobre temáticas sobre la gobernabilidad en dichos países, sobre temas de transparencia, de repartición de la riqueza nacional, de desarrollo duradero, mientras las relaciones internacionales han evolucionado. La desaparición del sistema Este-Oeste a raíz de la caída de la ex-URSS abrió un espacio nuevo: los europeos prestaron atención a la integración de la ex-Europa del Este, considerando quizás como “adquirida” la relación con parte de África que aparecía mas "tradicional ». Por cierto, por haber sido la potencia, con Gran Bretaña, a raíz del siglo XIX y parte del siglo XX, más presente en este continente, la relación con Francia contiene una dimensión simbólica grande.
Aparece bajo el termino "Franciáfrica": durante decenios, ilustro la relación especial entre ambos países. Recordaba la construcción estatal, la inspiración constitucional, nacida de un enlace establecido durante la época colonial. Parecía algo fuerte, muy especial, dedicado a unos privilegiados, conocedores de una historia compartida y entonces, entretenida a través del idioma, de intercambios económicos, comerciales y culturales. La moneda, el "franco CFA de África del oeste o central"estaba garantizado sobre el franco francés. En la época bipolar Este-Oeste, la relación con Francia, ofrecía una protección de seguridad que se transforma a raíz de los anos, en un seguro para los regímenes instalados. Acuerdos de defensa, posibilidad de intervención para aportar una protección a los jefes de Estado, tantos aspectos que empezaron en ser puestos en tela de juicio a partir de los años 1990.
Los "acuerdos de La Baule" en 1990 sobre la introducción del mutipartidismo abrieron una primera brecha. La obligación para la Unión Europa en integrar los países de Europa Central y Oriental aceleró el reforzamiento de la construcción europea que tiene en contraparte, una deceleración de las identidades nacionales y políticas exteriores solamente bilaterales acompañaron la llegada de nuevos actores como China, parte de África, Turquía, Rusia en regiones donde Francia había sido el interlocutor privilegiado durante decenios. Estar enlazado con Francia fue durante años un "plus". ¿Quién se recuerda que Brazzaville, en el Congo, ha sido la capital de la "África Francia Libre" presidida por el General de Gaulle en el combate contra los nazis, recibiendo sus primeros apoyos externos del Chad, del Camerún, de Centroáfrica, del Congo?
La banalización de dicha relación mientras la digitalización de las sociedades se han acelerado, la globalización y el acceso a otros esquemas; la desilusión de las reformas democráticas iniciadas a partir de los años 1990 bajo obligación en muchos de los países, el malestar hacia la gobernabilidad aumentando con el tiempo nutrieron una situación que busca un argumento para incendiarse. Sin duda, la crisis de gobernabilidad es una razón compartida. África es, sin duda, diversa. Cada país, un poco parecido a América Latina, lleva su propia realidad. La relación con Francia perdió su relieve, su luz. De ventaja, apareció el desprestigio.
Analizando , vemos que surgen elementos parecidos en varios países: problemas de gobernabilidad en término de práctica de poder o en periodo electoral como lo fue en Malí, en Gabón, en Guinea, en el Burkina Faso. Las realidades económicas permanentes, como una dificultad en diversificar su producción contribuyeron en alimentar el malestar.
Obviamente, razones externas existen: la covid 19, "una oferta"internacional más amplia y, sobre todo, en la franja del Sahara, las tensiones internacionales que aparecieron a raíz del conflicto en Ucrania, han podido dar fuerza a unos golpistas.
Por lo tanto, en la década de 2010, apenas unos años atrás, las alianzas contra los grupos islamistas aparecían como tantos escudos ofensivos y protectores: en el Sahara, el dispositivo "Barkhane"a partir de 2014, el apoyo a las misiones de la Organización de las Naciones Unidas como la Minusma -en la cual participa El Salvador- aparecían como salvadoras para todos mientras Siria se encendía. Fue la época durante la cual el grupo Wagner se expandió en la República Centroafricana y ganó espacio en una región estratégica en término de seguridad. ¿Quién se recuerda que la droga llegaba de América Latina, entra por el golfo de Guinea, subiendo a través del Sahara y África del Norte para llegar en Europa?
Toda esta evolución internacional acompaña dificultades de gobernabilidad, la permanencia de desigualdades que aparecieron, en la era del digital, cada día más insoportables. En este contexto, los golpes de Estado que ocurren con una frecuencia más sistemática están acompañando, salvo en Gabón, de un discurso cómodo, supuestamente anti-colonial. Está representado por la relación sistemáticamente denunciada, con Francia. Ayer saludada por la multitud, está hoy en día denunciada, traduciendo la deriva de una desilusión mutua.
Gabón ha sido la representación de este enlace privilegiado durante los últimos 50 años : el presidente derrocado, Ali Bongo, sucedió en 2009 a su padre, Omar Bongo, que gobernada este país, rico en petróleo, madera y manganesa, en el poder desde 1967. Los pueblos no aguantaban más ser mal gobernados a tal punto que los golpes de Estado aparecen como salvadores, única opción para acabar con regímenes que se transformaron en sistemas perpetuos que parecen ser frutos maduros cayendo en un empujón organizado por las propias tropas militares que los deben proteger.
La exasperación de la calle que surgen de las imágenes de Níger, la alegría de Libreville en Gabón, revelan esta realidad. Ahora bien, mientras el conflicto en Ucrania se instala en el tiempo, la inestabilidad en parte de África puede ser usada, orientada como ha sido visto en Malí, en el Burkina Faso, para denunciar, de manera cómoda y fácil, la posición de Francia y, con ella, europea en favor de nuevos actores como Rusia mientras China se ha vuelto como uno de los principales inversionistas en el continente.
Las realidades socioeconómicas para revelar la necesidad de cambio existen. Ilustraban las imposibilidades de los regímenes en reformarse y más en favorecer alternancias. Dichos eventos intervienen en un marco internacional tenso. Pueden favorecer cambios en las alianzas que pueden, a raíz del tiempo, perpetuar una nueva inestabilidad. Mientras tanto, parece estratégico hacer prevalecer mitos que permiten acelerar la fácil puesta en tela de juicio de países como Francia, ofreciendo la posibilidad en ocultar otras derivas geopolíticas. Mientras tanto, África contará en 2050 con una población de 2 mil millones de habitantes, 80% teniendo menos de 25 años, con demandas sociales de primer orden. Debería ser una oportunidad de desarrollo para un continente que debe resolver sus sistemas de gobernabilidad para responder a estos desafíos contemporáneos.
Politólogo francés y especialistas en temas internacionales.