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El enfoque integral para terminar la guerra y construir la paz

Por Francisco Galindo Vélez

Un análisis atento de los Acuerdos de Paz rápidamente revela el enfoque integral del proceso, tanto para para la negociación como para la ejecución de lo acordado. El enfoque integral se manifiesta, por ejemplo:

(1) En la manera en que se abordan los derechos civiles y políticos y los derechos económicos, sociales y culturales, pues se advierte la importancia de su aplicación simultánea. La construcción de conflictos internos es un complejo andamiaje con muchas partes que se van agregando a lo largo del tiempo, años, incluso siglos, y, en el caso de El Salvador, los negociadores entendieron que la construcción de la paz requería el desmantelamiento de cada pieza de ese andamiaje, pero se planteó el problema del tiempo, pues por un lado era urgente terminar con el baño de sangre, pero por otro la negociación de asuntos económicos y sociales exigía tiempo.

​Así las cosas, para efectos de análisis, se puede decir que los Acuerdos de Paz tratan los temas económicos y sociales de dos maneras: (a) de manera inmediata, las medidas y proyectos necesarios para la reintegración de las personas afectadas por la guerra, los desplazados internos, los refugiados retornados de otros países y poner en marcha la reactivación la economía y la reconstrucción del tejido social a nivel de las comunidades; y (b) de manera mediata, referir otros grandes temas económicos y sociales a una segunda parte de los Acuerdos de Paz a través de un Foro de Concertación Económica y Social.

​El Foro de Concertación Económica y Social que crearon los Acuerdos de Paz debía contar con “la participación igualitaria de los sectores gubernamental, laboral y empresarial, con el objeto de lograr un conjunto de amplios acuerdos tendientes al desarrollo económico y social del país, en beneficio de todos sus habitantes”. La idea en los Acuerdos de Paz era que estos temas fundamentales se negociaran en un nuevo ambiente de tranquilidad propio de una nueva realidad democrática.

(2) En la decisión de incorporar a la Fuerza Armada al proceso. Esta decisión fue altamente positiva, pues tanto el gobierno como el FMLN tenían claro que el punto más difícil de la agenda era el de la Fuerza Armada y, por lo tanto, era primordial que no fuera simplemente informada de los resultados de la negociación, sino que fuera parte del proceso, con participación efectiva y activa y no como un mero convidado de piedra. Esa participación fue fundamental en la mesa, pero también al interior de la institución para estar bien informada de lo que ocurría en aquella mesa.

(3) En los contactos que tuvieron las delegaciones negociadoras con diputados en la Asamblea Legislativa y diferentes organizaciones de la sociedad civil. Además, hubo tres comités que fueron particularmente importantes para recibir y brindar información, intercambiar puntos de vista y servir de canal para que los negociadores se mantuvieran informados y mantuvieran informados a importantes sectores de la población sobre lo que acontecía en la mesa: (a) el Comité Permanente del Debate Nacional (CPDN), que la Iglesia Católica había establecido en 1988 y en el que participaban más de ochenta instituciones, entre ellas, universidades, sindicatos, organizaciones de mujeres, grupos indígenas, organizaciones de derechos humanos, pequeñas y medianas empresas; (b) la Interpartidaria, una instancia informal de representantes de todos los partidos políticos en la Asamblea Legislativa, que hizo posible que los diputados estuvieran al corriente de lo que sucedía en la mesa; y (c) la Intergremial, una agrupación de sindicatos, gremios y organizaciones campesinas.

Esto fue determinante en al menos dos sentidos: (a) permitió a los diputados tener una buena idea de lo que sucedía en la mesa de negociación y, así, estar preparados, por ejemplo, para las reformas constitucionales, la promulgación y enmiendas de leyes que se les presentarían para hacer realidad el contenido de los Acuerdos de Paz; y (b) permitió que amplios sectores de la población estuvieran informados, lo que facilitó su apropiación de los Acuerdos de Paz una vez concluidos.

(4) En la forma en que se tratan los derechos humanos y la justicia, pues en los Acuerdos de Paz queda en evidencia que los negociadores los plantearon como parte de un proceso de reconciliación nacional, necesario al término de una larga, violenta y dolorosa guerra. Hoy es común hablar de justicia transicional, pero ese no era el caso en 1992.

(5) En la decisión de combinar un componente nacional con un componente internacional para la puesta en marcha de las disposiciones de los Acuerdos de Paz. Así, se creó la Comisión Nacional para la Consolidación de la Paz (COPAZ), y se solicitó a las Naciones Unidas que participaran. La Organización Mundial aceptó y estableció la misión de Observadores de las Naciones Unidas (ONUSAL).

​COPAZ fue creada para supervisar, desde una instancia nacional, el cumplimiento de los Acuerdos de Paz. Participaron representantes del gobierno y del FMLN, partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa, observadores de la Arquidiócesis de San Salvador y de ONUSAL. También fue responsable, por ejemplo, de redactar la legislación para el establecimiento de la Policía Nacional Civil, la Academia Nacional de Seguridad Pública, la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, y el Consejo Nacional de la Judicatura, entre otros.

ONUSAL fue creada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En un primer momento llegó a El Salvador para verificar el cumplimiento del Acuerdo de San José sobre Derechos Humanos y se desplegó en su totalidad, con una División Electoral, una División de Policía y una División Militar después de la firma del Acuerdo de Chapultepec el 16 de enero de 1992. En todo caso, conviene recordar que más allá de realizar la verificación y proporcionar garantías, ONUSAL también ayudó en la construcción nacional, lo que en inglés llaman nation-building.

Este proceso, como ya se ha dicho, fue integral y progresivo, tanto en términos de la negociación como de su puesta en marcha. Fue integral y progresivo, pero también realista, ya que los negociadores no buscaron curar todos los males del país en la mesa de negociación que buscaba, como primer paso urgente, poner fin al baño de sangre, pero los negociadores sabían que para construir la paz había necesidad de una segunda parte para abordar los temas económicos y sociales.

El gran logro de los negociadores se hace evidente al analizar los Acuerdos de Paz. Allí se comprueba su enfoque integral y su creatividad, pero también se constata que van bastante más lejos de lo que era posible imaginar en un primer momento, por ejemplo, más allá de la idea generalizada de que las partes irían cediendo para encontrarse en algún punto intermedio. Los negociadores de los Acuerdos de Paz de El Salvador demostraron que la negociación puede ser un proceso creativo y que es posible lograr algo muy diferente al encuentro en algún punto intermedio, algo nuevo, creativo e innovador que nadie, ni siquiera ellos mismos, podían imaginar en un primer momento, algo que diera satisfacción a las partes porque lo habían construido juntas, que podía tener un efecto verdaderamente transformador y que sin ambages podían explicar a la población salvadoreña.

La negociación de los acuerdos de paz debía culminar a la medianoche el 31 de diciembre de 1991, pues a esa hora terminaba el año y el segundo y último período del Dr. Javier Pérez de Cuéllar como secretario general de las Naciones Unidas. El Dr. Pérez de Cuéllar se había comprometido a fondo con la paz en El Salvador y había usado todos los medios a su disposición para ayudar a los salvadoreños a lograrla. Este fue un factor determinante, pues tanto el gobierno como el FMLN reconocían su esfuerzo. Así, era importante finalizar la negociación antes de su partida, pues se trataba también de una suerte de homenaje para reconocer su compromiso y su esfuerzo.

El 31 de diciembre de 1991 fue un martes de la semana y aquella noche, en medio de las festividades de fin de año, todos, en El Salvador y en el extranjero, esperábamos ansiosamente la noticia que debía llegar de Nueva York: el acuerdo de paz. Todos a la expectativa y la angustia al alza cuando el reloj se acercaba a la altura de la medianoche, hora de Nueva York.

La expectativa se fue convirtiendo en profunda angustia a medida que las agujas del reloj se alejaban de la medianoche y no llegaban noticias de Nueva York. Ya entrado el 1° de enero de 1992, llegó la noticia del acuerdo de paz y de la ceremonia de su firma en el Castillo de Chapultepec el 16 de enero de 1992.

Ante tan esperada noticia, el alma volvió al cuerpo, la respiración recuperó su normalidad y la festividad de fin año tomo un significado muy especial, pues por primera vez muchos salvadoreños comprendieron el significado de la palabra esperanza y otros volvieron a vivirla después de mucho tiempo. Luego se supo que en Nueva York habían decidido parar el reloj de las Naciones Unidas para que no diera su decimosegunda campana antes de que se llegara a acuerdos sobre puntos que habían quedado pendientes.

Exembajador de El Salvador en Francia y Colombia, exrepresentante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia y exrepresentante adjunto del ACNUR en Turquía, Yibuti, Egipto y México. También fue jurado del premio literario Le Prix des Ambassadeurs en París, Francia.

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