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Primera carta al dictador de El Salvador: Sus dos pecados fundacionales

Por Paolo Luers |


Para empezar, dejemos clara una cosa: Ya no le vamos a llamar presidente. A partir del 1 de junio, usted es otra cosa. Su título adecuado sería “señor dictador de El Salvador”, y pueden llamarlo también tirano, usurpador, déspota. Usted mismo se puso strongman, que es lo mismo. No se ofenda, usted escogió libremente lo quería ser.

Del show de su entronización todo está dicho y señalado: el despilfarro, la mutilación del Palacio Nacional, su ridículo atuendo, el desfile militar, y la alfombra roja de ultraderechistas del mundo, prestándole pleitesía… Todo esto ilustra la nueva realidad de dictadura que estamos viviendo, pero nada de esto es realmente importante.

Hay dos pecados suyos que sí hay que resaltar: la fórmula de obediencia ciega que hizo jurar a la multitud en la plaza. Y la captura de 9 dirigentes de los veteranos de guerra que usted ordenó para elevar su propia estatura como dictador. Tirano que se aprecia necesita tener enemigos que amenazan su poder y su vida. Si no existen, los inventa.

La única parte de su mediocre discurso que quedará en la memoria es el juramento; “Juramos defender incondicionalmente nuestro proyecto de Nación, siguiendo al pie de la letra cada uno de los pasos, sin quejarnos. Y juramos nunca escuchar a los enemigos del pueblo.”

Esto equivale a la prohibición de cualquier forma de oposición y crítica. Equivale a anular varios derechos garantizados por la Constitución: el derecho a la libre expresión, el derecho a la petición, el derecho al amparo. El artículo 37 de la Constitución dice: “Toda persona tiene derecho de pedir y obtener el amparo de la Suprema Corte de Justicia o Cámara de Segunda Instancia, cuando cualquiera autoridad o individuo restrinja la libertad personal o el ejercicio de cualquiera de los otros derechos individuales que garantiza la presente Constitución.” Todavía es válida esta Constitución, lo que ya no existe es una Corte Suprema que la aplique.

No hay manera para describir mejor la esencia de una dictadura: La obediencia incondicional y ciega a la voluntad del gobernante. Gracias por dejarlo tan claro.

La captura de los dirigentes de los veteranos de la guerra civil no es solamente un caso más de la interminable lista de violaciones a los derechos humanos, procedimientos arbitrarios y persecuciones políticas. Conlleva otra dimensión: destruir la dignidad de los veteranos, antes considerados protagonistas de una gesta patriótica, que abrió el camino a la transición de la dictadura a la democracia. Presentar a un hombre septuagenario como Atilio Montalvo, el comandante Salvador Guerra de la guerra civil, como un vil terrorista que planifica atentados contra gasolineras y supermercados, es una forma de reescribir la historia a la medida de la nueva dictadura. Presentar a los 9 veteranos de la guerrilla además como principiantes inútiles que ni siquiera saben cómo fabricar bombas, es una forma de burlarse de ellos y privarlos de su dignidad.

Estos dos pecados, cometidos en el marco de su entronización, definen el carácter de su persona y del régimen que está por implementar. Todo lo demás que pasó el 1 de junio son caprichos de un hombre excéntrico, egómano y perturbado que ya estábamos acostumbrados a observar. A quién importa que usted se vista como Napoleón Bonaparte, Simón Bolívar o Gerardo Barrios?

No hay personas más solas que los dictadores. No pueden confiar en nadie, ven enemigos por todas partes, hasta entre sus mejores cheros y cómplices.

Sin más que agregar,

Paolo Luers

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