Estimado Douglas García Funes:
Te conocí a través de mi amigo, compañero y compadre Camilo, el subinspector Robert Castillo. Ustedes dos se habían hecho amigos entrando de dos lados diferentes a la nueva policía con apellido Civil, la PNC. Camilo desde los insurgentes, vos desde la Fuerza Armada. Encontraron propósitos comunes: crear una policía profesional, apolítica y libre de corrupción. Y lucharon por estos propósitos.
Su amistad provocó sospechas entre los oficiales, de los dos lados, que trajeron la polarización vieja a la nueva policía. En la casa de Camilo nos encontramos. Siempre fuiste fiel a tu obligación de no filtrar información sensible a un periodista, pero también abierto a exponer tu crítica al rumbo que estaba tomando la PNC, sobre todo bajo los gobiernos del FMLN: la nueva politización de la institución, las purgas de cuadros políticamente no confiables – y en el período crítico de 2014-2016 la nueva militarización de la PNC en la guerra abierta contra las pandillas. Fueron complicadas, pero muy francas las discusiones sobre el militarismo entre un soldado y dos guerrilleros, que tuvimos en casa de Camilo y también en La Ventana, pero en el fondo coincidimos. Nos burlamos de vos, diciendo que te gustaba la acción – y también la pose de macho, pero sabíamos que en esencia no eras militarista. Estabas decepcionado con el oportunismo de muchos de tus colegas, indistintamente si provenían de la guerrilla o de la Fuerza Armada. Por ejemplo de Mauricio Arriaza. A vos la cúpula de la PNC del gobierno del FMLN te tenía “en el congelador” durante mucho tiempo, sentado en un escritorio sin dejarte hacer nada, mientras que Arriaza se hizo chero de los que estaban al mando y subió en la jerarquía.
El gobierno de Bukele te sacó del congelador y te reinstaló como cuadro de dirección de la PNC. Necesitaban tus dotes profesionales y tu liderazgo. Entendí que bajo el nuevo régimen político no se pudo mantener el contacto entre un alto dirigente policial y disidentes como Camilo y yo. Luego Camilo renunció a la PNC, porque no quería ser parte de una policía dirigida por hombres como Mauricio Arriaza, quien lo había tratado de joder con la falsa y ridícula acusación de haber estado detrás de un intento de atentado contra él cerca de la colonia donde ambos vivían. Este atentado nunca existió, fue un invento del comisionado. Bajo el mando de Arriaza amenazaron a Camilo y él prefirió salir del país.
Tengo años de no haberte visto o hablado. He visto de lejos como actuabas dentro del nuevo esquema de Seguridad impuesto por Nayib Bukele, pero siempre en un plano profesional, nunca político, como Arriaza. Siempre el policía profesional. Tenía a veces grandes ganas de hablarte, no para reclamarte nada, solo para poder entender tu rol, para saber cómo te sentías. Pero nunca lo hice. En parte por no meterte en una situación incómoda y potencialmente peligrosa; por otra parte porque prefería quedarme con la imagen del chero, de la persona recta, franca, generosa, inteligente, que había conocido a través de Camilo. Sabía que no podíamos seguir siendo amigos, cosa que me ha pasado con otros, que en su momento se metieron en el gobierno de Funes o quienes luego se hicieron fanáticos del nuevo mesías Bukele. En algunos casos, eran los mismos: siguieron a Funes y luego a Bukele. Es triste, pero inevitable que terminan amistades. Cada uno toma sus decisiones. Hay que respetarlas, pero crean distancia.
Así que no sé qué rol realmente te tocó en la PNC como subdirector debajo de Arriaza, en el estado de excepción, en la rigorosa militarización de la policía. Me dolió verte a la par de oportunistas como Arriaza y Merino Monroy. Quiero pensar que no fuiste ni actor ni promotor de los excesos, que trataste de mantener un estándar de profesionalidad y de la ética correspondiente. No sé si lo lograste, es difícil imaginarse cómo en la situación de extrema polarización que estamos viviendo.
Cuando me enteré de la caída del helicóptero, sólo se hablaba de la muerte de Mauricio Arriaza, el director, y de Manuel Coto, el banquero acusado de desfalcos millonarios. Por ninguno de los dos pude derramar lágrimas. Uno no se alegra de la muerte de otros, pero no siempre se entristece. Cuando horas después se informó que en el percance también moriste vos, el legendario Carabinero, sí me entristecí. Mucho. Nada puede borrar la memoria que tengo de un hombre bueno, de nuestras discusiones honestas, de haber sido protagonistas del proceso muy personal de reconciliación luego de la guerra. No me gustó por nada verte obligar al detenido Coto a hincarse ante el director. Pero ya sé que es el nuevo reglamento obligatorio: humillar a los acusados.
Me duele tu muerte. Me duele que te tocó una muerte tan absurdamente innecesaria, ni si quiera en un operativo policial, sino en un show mediático. Era absurdo que la cúpula de la PNC fuera a recoger al señor Coto bajo la lluvia nocturna en un helicóptero.
Descansa en paz, Carabinero. Te saludo...
Paolo
Posdata: Igual te manda saludos Camilo