Un fantasma recorre el mundo. Esta vez no es Karl Marx, tampoco el comunismo, sino un señor de 94 años llamado George Soros. Había nacido con otro nombre: György Schwartz. Schwartz es un apellido judío, y si su padre no lo hubiera cambiado antes de la locura nazi, su familia no hubiera sobrevivido. Sobrevivió porque los Soros se hicieron pasar por húngaros cristianos. Al solo terminar la guerra -y la ocupación nazi de su país- György emigró a Inglaterra y su convirtió en George. George Soros.
77 años después, Nayib Bukele escribe en Twitter: “Los ‘periodistas’ pagados por Soros recibieron la orden de atacar con supuestos casos de corrupción.” El ataque: una serie de investigaciones de periodistas independientes sobre el crecimiento desmedido del patrimonio del clan Bukele desde su ascenso al poder.
El fantasma, otra vez es de origen judío. Como Carlos Marx, el fantasma del Siglo XIX.
A George Soros lo odiaban los comunistas en el Kremlin y sus gobiernos satélites– por apoyar en toda Europa Oriental a los movimientos democráticos. Y de paso, por ser judío. Soros se había convertido en uno de los inversionistas más exitosos y ricos de la bolsa internacional. Con su fortuna apoyó la transición democrática en Europa Oriental y la construcción de sociedades abiertas. Para hacerlo, creó una red de fundaciones llamadas Open Society Foundations. Invirtió 12 mil millones de dólares en fomentar y proteger en Europa Oriental el periodismo independiente, la creación de universidades, organizaciones de la sociedad civil que trabajaran en transparencia, rendición de cuentas, lucha contra la corrupción, derechos humanos y justicia independiente...
En los años 90, el radio de trabajo de las fundaciones de Soros se amplió al Tercer Mundo, incluyendo América Latina – con el mismo enfoque: la consolidación de sociedades políticamente abiertas e socialmente inclusivas como antídoto al autoritarismo. En El Salvador, las fundaciones de Soros han apoyado los medios de comunicación independientes y organizaciones de defensa de los derechos humanos.
No extraña que para Nayib Bukele George Soros sea el enemigo, el eterno judío que apoya a los enemigos de la tiranía. Al haber destruido las pandillas y metido miedo a todo el país, los únicos enemigos que le quedan a Bukele son los periodistas independientes y los defensores de derechos humanos. A pesar de todas las medidas del gobierno de esconder la información pública, logran investigar y revelar casos de corrupción, de abusos de poder y de erosión del orden constitucional. Tiene razón el señor Bukele: Sin el apoyo sostenido por parte de fundaciones como las de George Soros, algunos medios de comunicación independientes no tuvieran la capacidad de investigación y difusión que han logrado. Igualmente, organizaciones como Cristosal y otras, no hubieran alcanzado la capacidad de documentar y llevar a los organismos internacionales las sistemáticas violaciones a los derechos humanos bajo el régimen de excepción.
Tiene razón Bukele: Un hombre como Soros, que hasta la fecha ha gastado más de 22 mil millones en el trabajo de sus fundaciones en favor de sociedades abiertas e inclusivas, y que ya ha apartado una suma igual para que este trabajo siga haciéndose, no es un fantasma, es una amenaza real a todos los gobiernos que esconden información, cultivan corrupción sistémica, violan los derechos de sus ciudadanos, controlan el sistema de justicia, ponen límites a la libertad de expresión.
Aunque esta amenaza es real para los regímenes, echar la culpa al señor George Soros es una expresión de conspiranoia, una forma específica de paranoia que nubla la mente y no permite ver cómo funcionan el mundo y la historia. Una paranoia que ve conspiraciones hasta debajo de la cama –y en cualquiera que opine diferente.
De esta conspiranoia padecen casi todos los tiranos –y ciertamente Nayib Bukele. No le deja ver que el surgimiento de disidencia y oposición, de periodismo independiente y de organizaciones que defienden el orden constitucional y los Derechos Humanos no es resultado de conspiraciones dirigidas desde Nueva York, sino es la reacción de la sociedad civil a la tiranía, a la injusticia y la represión.
Disidencia, resistencia, periodismo independiente no nacen con Soros y sus fundaciones, nacen de las políticas represivas y restrictivas. La sed de justicia y transparencia no nace en conspiraciones internacionales, nacen en casa. Lo que afortunadamente están haciendo las fundaciones de George Soros es echarles la mano a los que no se quieren rendir ante el autoritarismo gobernante.
Ninguna fundación, ningún George Soros, por más dinero que tengan y gasten, pueden inventar movimientos de oposición. Lo único que pueden hacer es apoyar a los que se levantan por sus propios medios. El periodismo independiente y crítico no es producto de ninguna conspiración, es muestra que en El Salvador todavía hay valientes.
Saludos a todo estos valientes,
Paolo Lüers