Estimados señores anónimos:
Reciban un saludo fraterno y mis felicidades por la decisión del presidente de encargarles tan delicada e importante misión. No cualquiera sirve para la tarea de censurar las opiniones de sus conciudadanos.
Les mando un texto que voy a publicar, pero por la reciente reforma que dio origen a su buró y que algunos irrespetuosos incorregibles llaman “Ley Mordaza” no estoy seguro en qué términos la tengo que redactar para no tener consecuencias penales. Así que, les pido que me lo revisen, como ustedes son los únicos que se supone que entienden las implicaciones de esta reforma al Código Penal. Consulté a algunos diputados y nadie me supe explicar esta ley, aunque estuvieron presentes en la plenaria legislativa que la aprobó. Claro, sin debate es difícil que lo entiendan. Aquí la nota que preparé:
“El presidente de la República declaró la guerra. Muchos han opinado, unos en pro y otros en contra, pero nadie sabe qué piensan -y qué piensan hacer- los directamente afectados, la otra parte beligerante, los innombrables...
Para bailar tango y para hacer la guerra se necesitan dos. Nadie puede hacer una guerra solito. En el caso de la guerra de Rusia contra Ucrania, conocemos las versiones las dos partes. Cada uno puede decidir si da credibilidad a Putin o a Zelenskij. Pero para hacerlo, uno tiene que tener acceso a los datos, las opiniones y las propuestas de solución de ambos bandos.
Pensando cómo aplicar esta regla en la situación nuestra y tomando en cuenta las nuevas leyes, estaba sentado cómo escribir sobre la guerra de Bukele que declaró, cuando sonó el teléfono. “¿Hablo con Paolo?” - “Sí, ¿quién es?” - “Soy XYZ (no voy a decir el nombre, porque entiendo que ya no se puede).” Era un tipo que conocí hace unos 10 años, cuando hice entrevistas en el penal de Ciudad Barrios. Uno de los meros meros de aquello que para identificarse usan la un número primo, el segundo de dos cifras.
“Te advierto que no debería ni siquiera hablar con vos”, le dije, “suficiente me han jodido con lo de la tregua y mi participación como mediador, y ahora hay una nueva ley...”
Disculpen, señores censores, ‘la tregua’ es mala palabra, hoy se llama ‘mal intencionado pacto de los mismos de siempre’, que no hay que confundirlos con los del pacto de los mismos de hoy...
Entonces, el tipo me dijo: “Este es tú problema, papito, yo tengo otros más serios.” - “---------“ - “Hemos hablado con los primitos...
(se refiere a los miembros de las dos asociaciones comunales que usan para identificarse un número diferente que tampoco quiero mencionar...)
“...y nos pusimos de acuerdo sobre nuestra posición ante la guerra que ha declarado el presidente. Te la voy a pasar... - “Esperáte, papito, me lo puedes decir, pero yo no lo puedo publicar. Tres años de bote, ¿me entendés?” - “Como sea, te lo voy a transmitir de todas más maneras, a ver si sos hombre o no.” - “--------“ - “Nuestra posición es que nosotros no hemos declarado y no vamos a hacer la guerra a nadie. Si nos quieren hacer la guerra, nos hacemos al lado.”
En este punto yo colgué el teléfono. El innombrable quería decir más cosas, pero yo preferí no escucharlas. Que no corresponde a la ética profesional como periodista, es mi problema. O me trago el zapo y me callo, o voy a la cárcel. Es mi problema, porque no hice lo suficiente para que no llegáramos a una situación donde el presidente declara la guerra y aplica censura.
Nada más, estimados lectores. Ustedes se formarán su propia opinión.
Esta es la columna de opinión que quisiera publicar, si ustedes me lo permiten. He tratado de cumplir con la ley, en lo que se refiere a no difundir los nombres, símbolos y expresiones anticonstitucionales de organizaciones consideradas terroristas. Pero sepan que yo a veces uso el truco literario de la ficción para explicar algo a mis lectores. Como por ejemplo cuando en mis cartas inventé ‘párrafos perdidos’ en los discursos de varios de los presidentes de turno. Cada uno entenderá lo que quiere entender... Así que tal vez esta conversación telefónica nunca existió, o sí existió - ¿quién sabe?
Respecto al último párrafo, lo escribí sin ninguna autocensura. Porque hasta que yo sepa, las opiniones políticas todavía son libres. Y no aceptaremos censura.
Atentamente, Paolo Luers