Estimados amigos que viven en la franja norte del país, en Cabañas, Chalatenango, Morazán, La Unión:
El presidente ha dicho que quiere sacar el oro que Dios ha puesto en nuestra tierra. Su problema es que lo ha puesto debajo de sus casas, sus tierras, a la par de sus bosques y ríos; y que ustedes tienen ya experiencia con la minería y saben que va a destruir sus cerros y bosques, contaminar su agua y envenenar a sus niños.
Sabiendo todo esto, el presidente les ha dado su palabra y les ha propuesto un "deal": Él va a abrir las minas, un montón de minas, para sacar el oro. Y a cualquier vecino que se sienta amenazado, se les va a comprar su casa y sus tierras, a un precio tan alto que se podrá comprar 10 casas en otra parte, lejos de las minas.
Supóngase que su tierra con su humilde casa vale 50 mil dólares, entonces, le van a dar 500 mil, medio millón. Si tienen más tierra, podrían recibir varios millones. Palabra del presidente.
Bueno, pero hay múltiples razones para que ustedes deberían dudar de la palabra del presidente. Hay quienes dicen que le gusta mentir a la gente, prometer cosas que nunca puede cumplir, negar verdades que están a la vista de todos que quieren ver. Hay quienes también, como yo, observan que tiene un defecto mental que lo impulsa a improvisar sin pensar bien las cosas que dice; que está dado a ocurrencias y que para justificarlas, inventa cualquier cosa que le viene en mente.
Esta es la impresión que dio el señor, cuando en su discurso de inauguración del bypass de San Miguel de repente comenzó a hablar de la minería, del oro, de la riqueza que va a traer al país. Y comenzó a improvisar, a divagar, a patinar. No creo que haya hecho antes la matemática para llegar al precio de 10 de veces del valor real que ustedes recibirán por su casa y su tierra. Fue una ocurrencia del momento. No tiene la más mínima idea cuánto dinero habría para indemnizaciones y cuánto las compañías estarían dispuestas a pagar. Le vale, porque no tiene ninguna intención de cumplir. Sólo se trata de desarmar la oposición que se está armando contra sus planes con la minería…
Tampoco se le ocurrió que ustedes no quieren abandonar sus tierras. Le parece extraño que alguien, siendo pobre, prefiera defender la tierra donde nació – aun cuando le prometan buena plata. Para él y su clan, todo tiene precio.
Para ustedes, la tierra tiene otro valor que no se mide en oro o en plata. Pero esto es difícil de entender para alguien que compra grandes extensiones de tierra sólo para poder decir: Yo también soy terrateniente, he llegado a la cima.
Para ustedes, la tierra, con todo lo que hay en ella, tiene otro significado, y por esto se están oponiendo a la minería. No van a tolerar que vengan con monstruos de máquinas para triturar el cerro entero, en el cual han jugado de niños y cultivado de adultos.
Pero, esto no lo entiende Nayib Bukele ni mucho menos sus socios, las grandes compañías multinacionales de minería. Piensan que ustedes serían felices si podrían cambiar su casa y su tierra contra una casa tipo cajita de fósforo en Soyapango, con un jardín de 8 metros cuadrados, sin un solo árbol en todo el vecindario. No los conocen...
Para el presidente, es tiempo que dejen de oponerse a la minería. Ya en su discurso de entronización del 1 de junio de este año, dado desde el balcón del Palacio Nacional, vestido en su uniforme de fantasía, dijo: Les traje seguridad y les voy a traer desarrollo. Pero cualquier desarrollo tiene su precio. Habrá daños colaterales, así como para erradicar las pandillas, tuvimos que meter preso a 80 mil personas, incluyendo un 10 % de inocentes. Daño colateral. Confíen en mi palabra. No quiero escuchar quejas...
Vaya, ahora ustedes serían los primeros que pagarán el precio y sufrirían los daños colaterales. Luego todo el país.
Piensen bien si hay razones de pensar que Nayib Bukele tiene palabra.
Saludos, Paolo Luers