Hola, Félix:
Vas nuevamente al ataque. Esta vez se trata -¡sorpresa sorpresa!- de cambiar la Constitución para permitir al presidente la reelección indefinida y así erradicar de una vez por todas el sistema político escrito en piedra por nuestra Carta Magna.
Con vos nunca se sabe si te hacés el tonto o si tu psicótica necesidad de estar cerca del poder para compensar tus debilidades ya te ha nublado tus facultades mentales. Todo el mundo se hizo esta pregunta cuando dijiste al New York Times que al ser reelectos Bukele y vos van a “eliminar la democracia”.
Cuando tu jefe Bukele decidió correr por la reelección, te sacaste de la manga un “artículo escondido” de la Constitución que supuestamente lo permitía. Te tocó hacer malabares inusuales para un supuesto letrado. Claro que los constitucionalistas comenzaron a hacerse la pregunta arriba mencionada: ¿Felixito se ha vuelto loco o sólo se hace? En ambos casos ponía en tela de juicio su capacidad de ejercer el cargo de vicepresidente. O es loco de remate o miente descaradamente…
Ahora viene el siguiente acto: Vas nuevamente al ataque contra la razón y contra la Constitución. Esta vez en una entrevista, que concediste al periódico El Mundo y en la cual una excelente periodista te desnudó, sin que te dieras cuenta. Hizo que te enredaras en tus malabares. Otra vez la duda: ¿Se hace el loco Felixito o lo es?
En esta entrevista retomaste tu razón de ser en la administración Bukele: Vendernos la nueva Constitución. Y muy en particular: Vendernos la reelección indefinida del presidente Bukele. Las veces que quiera. Según tus confesiones, el plan es que la actual Asamblea Legislativa, la saliente, apruebe la nueva Constitución - y que luego de tomar posesión el 1 de mayo, la nueva Asamblea la ratifique.
Solo te olvidaste de decir que esto nuevamente sería inconstitucional. Sabés perfectamente que existe una sentencia de la Sala de lo Constitucional que dice claramente que entre la aprobación de una reforma constitucional y su ratificación por la siguiente Asamblea tienen que celebrarse elecciones. O sea, cualquier reforma de la Constitución tiene que aprobarse antes de las elecciones legislativas, por una razón simple: Conociendo la reforma propuesta por la Asamblea saliente los ciudadanos pueden avalarla con su voto – o rechazarla. Ustedes no querían hacer eso, porque no tuvieron el valor de decir, antes de la elecciones, que su intención era abolir el sistema político republicano, que está protegido en la Constitución. Está escrito en piedras que las reglas básicas -entre ellas la no reelección- no se pueden tocar de ninguna forma. Hacerlo significaría dar un golpe de Estado – y esto no se anuncia antes de la elecciones.
Entonces te encargaron preparar el terreno para otro atentado a la Constitución. Otra vez te tocó hacerte el suizo y justificar que se apruebe la reelección indefinida, como si no existieran las cláusulas pétreas que no se pueden tocar en la Constitución.
Se supone que vos como abogado y vicepresidente sabés todo esto. Supiste que en la Constitución no existen artículos escondidos. Sabés que la Constitución no permite reformas que alteran el sistema democrático. Pero cuando Yolanda Magaña, la periodista de El Mundo, te pregunta: “¿Hay tiempo según su criterio para hacer una reforma constitucional?”, vos dijiste: “Es justo el momento indicado.” Significa: Como tenemos el poder de hacerlo, haremos el golpe contra la Constitución. Si no es hoy, en la cima de nuestro poder, ¿cuándo?
Ya patinando agregaste: “No es que la reforma se va a hacer antes de la elección porque, entonces, la estarían haciendo los que habían sido electos antes de esa elección y lo tienen que hacer los que están en sus cargos y que lo ofrecieron cuando eran candidatos.” Vaya, ¡qué enredo mental! Estas son las frases que demuestran que haciéndose el loco de manera sistemática uno termina siéndolo.
Y al final lo soltaste: “Sí, tendría que haber una reforma constitucional, si quisiera (el presidente) que hubiese un tercer mandato o, como se ha hecho en otros países, una reelección indefinida.”
Ahora se entiende mejor tu triste papel en el gobierno. Los Bukele no te dejan nunca participar en las decisiones. Tampoco se preguntan si vos te estás haciendo el tonto o si lo sos. Ellos te toman por lo que sos para ellos: un tonto útil.
Saludos, Paolo Luers