El próximo mes elegiremos presidente y diputados, y el resultado ya es conocido y publicado. En los estadios dijeron durante años: El fútbol es un juego donde corren 22 jugadores como locos y al final gana Alemania. Esto ya no es así.
En México dijeron durante décadas: Elecciones son un show donde participan una docena de partidos y al final gana el PRI. Esto ya no es así, ahora gana Morena, que es lo mismo, pero diferente.
En El Salvador hemos pasado por caso 30 años celebrando elecciones sin saber quién iba a ganar. Esto se llama democracia. También se llama pluralismo. Pero esto se acabó luego de cinco años de gobierno autoritario.
Para cambiar las reglas a su favor, aprovecharon el poder que les dio una sola elección que ganaron con mayoría abrumadora, la del 2021. Así que por primera vez en la postguerra vamos a elecciones con los dados cargados.
Es la primera vez en la postguerra que vamos a una elección con dirigentes opositores encarcelados, otros bajo régimen domiciliario, otros amenazados con órdenes de captura, otros exiliados, otros obligados con amenazas para callarlos. Vamos a elecciones con un régimen de excepción que permite detener a cualquiera bajo cualquier pretexto.
Esta vez vamos a elecciones presidenciales con un presidente violando la Constitución buscando su reelección – y con la complicidad de todos las instituciones, que según la Constitución tienen la obligación de prevenir que esta intención no proceda: la Sala de lo Constitucional, el Tribunal Electoral, la Asamblea Legislativa, la Fiscalía General…
A diferencia de los regímenes del período antes de la guerra, ahora el fraude no se consume en la madrugada del día de la votación, llenando urnas y robando otras. Hoy las urnas del departamento de San Salvador se llenarán con cientos de miles de votos electrónicos de salvadoreños en el exterior, que en su gran mayoría son de los departamentos de Oriente y Norte, no de San Salvador. Y para colmo, los partidos de oposición no tienen ningún
mecanismo de control sobre el padrón electoral de los emigrantes y sobre el voto electrónico.
Solo con esta medida, el gobierno asegura que ganarán todos los 16 diputados en el departamento de San Salvador. Es la planilla más grande. Y es la plaza, en la cual los partidos de oposición tienen más arraigo que en los demás departamentos.
Como el gobierno controla todo y el Tribunal Electoral no interviene para garantizar una cancha equilibrada, el Ministerio de Hacienda simplemente se niega a entregar a los partidos de oposición el adelanto del financiamiento de campaña que por ley les corresponde. En cambio, el partido oficialista hace uso descarado de los recursos del
Estado.
Dentro del gran paquete de reformas al sistema electoral, que se hizo el año pasado, cuando teóricamente ya no era permitido cambiar las reglas del juego, se hizo la reforma territorial, reduciendo el número de alcaldías a 60. Lo hicieron con un solo criterio: crear jurisdicciones nuevas de manera que la oposición no pueda ganar ningún gobierno
municipal.
Tres ejemplos: el municipio de Mejicanos fue tan mal gobernado por Nuevas Ideas, que el exalcalde del FMLN Simón Paz lo iba a ganar con seguridad. Y el vecino municipio de Ayutuxtepeque fue tan bien gobernado por el alcalde arenero Alejandro Nóchez que nadie dudaba que iba a reelegirse. Simplemente desparecieron estos dos
municipios – igual que el de Antiguo Cuscatlán con su eterna alcaldesa Milagro Navas. Así de simple se quitaron encima tres alcaldes opositores.
El fraude ahora es diferente, no es robar papeletas. Es fraude de ley. Hicieron de antemano leyes inconstitucionales, que les permiten dominar las elecciones. Este fraude ya está consumado, meses antes de que lleguen los observadores internacionales y comiencen las votaciones.
¿Qué hacer, entonces? Ir a votar.
Aunque ya sabemos quiénes va a ganar, todavía nadie sabe cuánto gente no está de acuerdo. El malestar que muchos sienten, porque han sido sistemáticamente atropellados por el régimen, tiene que expresarse. El gobierno que resulta de esta elección será ilegítimo y hará una gran diferencia si los que no están de acuerdos no se resignen, no se queden en casa, sino vayan a votar por la oposición, para que quede record de que no todos estamos de acuerdo.
Los del gobierno estarán de fiesta, pero por lo menos se la podemos salar. No dejemos que el descontento y la resistencia se vuelvan invisibles.
Saludos, Paolo Luers