Estimada amiga:
Usted ha sido mi fiel lectora desde los tiempos que fue de las señoras guardianas del legado del mayor Roberto d’Aubuisson, y yo un izquierdista que criticaba ambos, ARENA y el FMLN. Éramos amigos improbables, pero amigos nos hicimos y quiero pensar que aprendimos algo uno del otro. Ahora su amor por mí es aún más grande, porque le encanta la manera como yo critiqué a Nayib Bukele desde el principio de su carrera política, cuando era candidato a alcalde de Nuevo Cuscatlán.
“Usted está diciendo lo que nosotros ya no nos atrevemos a decir”, me escribió recientemente, “aunque no estoy de acuerdo con su rechazo poco objetivo al presidente Trump”.
Le pongo ejemplos de lo peligroso que es un personaje como Trump en el poder: usted compárelo con lo que vive en El Salvador bajo el poder de Bukele.
- Trump amenaza con tomar posesión de Groenlandia, el canal de Panamá, Canadá y la franja de Gaza - “de una u otra manera”, sin descartar el uso de fuerza militar. No es broma sino una amenaza seria que repite casi todos los días.
- Extorsiona a Ucrania con suspenderle la ayuda militar, a menos que le ceda sus recursos naturales y sus plantas de energía eléctrica.
- Con su política de America First, con sus ataques a las organizaciones internacionales y con su uso de tarifas para extorsionar a sus socios comerciales rompe las reglas de convivencia mundial establecidas luego de la Segunda Guerra Mundial. Con esto pone en peligro la paz y en crisis la economía mundial.
- Deporta a inmigrantes venezolanos, violando la orden de un juez federal. Su intención es imponer que en general las acciones de Casa Blanca dejen de ser sujetas de control judicial.
- Manda a inmigrantes venezolanos a una cárcel para terroristas en El Salvador, basado en un pacto con Nayib Bukele que no corresponde a derecho internacional.
- Amenaza con procesos de remover de sus cargos a jueces que tratan de parar acciones ilegales de su gobierno.
- Extorsiona con amenazas contra sus clientes corporativos a bufetes de abogados que han presentado demandas contra decretos ejecutivos presidenciales, no solo para que se abstengan a demandar su administración sino para que acepten casos pro bono por valor de millones de dólares para demandar instituciones o empresas que no asumen los lineamientos ideológicos de su movimiento MAGA.
- Extorsiona a las universidades, retirándoles el financiamiento federal para proyectos de investigación para obligarlos a restringir la libertad de expresión y de enseñanza de sus estudiantes y profesores.
- Ordenó al Departamento de Justicia a despedir y enjuiciar a los fiscales y agentes del FBI que antes de su regreso al poder lo investigaron por diversos delitos.
- Ordenó el desmantelamiento de la Agencia de Desarrollo Internacional (ISAID), del Departamento de Educación y otras dependencias federales sin la autorización necesaria del Congreso. La intención es que la Casa Blanca no dependa de las decisiones del Congreso.
- Autoriza que agentes de Migración ordenen la deportación de residentes y turistas por tener en sus teléfonos o laptops indicios de opiniones adversas sobre él y su gobierno.
- Etcétera, etcétera, etcétera...
- Trump, igual que Bukele, es mentiroso compulsivo, inventando en sus discursos o en sus redes sociales cualquier cosa, cualquier calumnia, cualquier distorsión de los hechos. La verdad no es un valor para ellos, sino un obstáculo a remover. Prefieren destruirla hasta que la gente no sepa distinguir entre realidad y propaganda.
- Trump, igual que Bukele, no tiene ninguna intención de unir la sociedad, sino de profundizar sus divisiones para poder dominarla.
Mi respuesta a su carta es, en esencia: Si detesta a Bukele no puede adorar a Trump –y quien detesta a Trump no puede apoyar a Bukele. Representan lo mismo: el menosprecio a la democracia y sus instituciones; su ansiedad de control que los hace dinamitar el orden constitucional; su violencia contra quienes piensan diferente; su egomanía.
En el pasado usted me ha aguantado opiniones que cuestionaron convicciones que por décadas atesoró. Espero que esta vez tampoco se rompa nuestro mutuo respeto.
Saludos,
Paolo Lüers