El 24 de febrero del año 2005, mi Columna Transversal en El Faro arrancó así: “Para llegar al grano de un solo: era tiempo de sustituir a Mauricio Funes. Dirigía un noticiero mal hecho, poco profesional, sin dirección periodística, sin planificación. Como entrevistador era aburrido, prepotente, hablaba demasiado, operaba con prejuicios políticos”.
Esta frase desató discusiones polémicas dentro del universo de mis amigos de izquierda, que duraron hasta que, al final de la presidencia de Mauricio Funes, quedó evidenciado quién era: un hombre que hablaba como mesías, mientras vivía una orgía de dinero, ostentación, prostitución y poder. Muchos de mis amigos de la izquierda independiente, cansados del dogmatismo del FMLN, apostaron a Funes cuando se lanzó a la campaña por la presidencia, mientras que yo traté, sin éxito, de advertir la ola de decepción que veía venir. Nunca creía que la necesaria renovación de la izquierda salvadoreña venía de manos de Funes.
Hoy leo con asombro el obituario que mi amigo Oscar Martínez publicó en Deutsche Welle, a raíz de la repentina muerte de Funes en su exilio nicaragüense. “El expresidente salvadoreño Mauricio Funes, que gobernó El Salvador entre 2009 y 2014, estaba llamado a ser el estadista centroamericano de este siglo: tras 20 años de gobiernos de derecha, desde que en 1992 se firmó la paz, Funes ganó la presidencia bajo la bandera roja del izquierdista FMLN. Parecía distinto. Venía de otra parte”.
Funes nunca estaba llamado a ser “el estadista centroamericano de este siglo”. Ni estaba llamado a renovar y democratizar la izquierda, muy al contrario de las expectativas que gente, la mayoría bien intencionada, tenía en su rol. Ustedes, estimado Oscar, querían tanto creer en este hombre, porque necesitaban creer en algo –y esto los cegó hasta el amargo despertar. Me recuerdo de las discusiones en El Faro, cuando ustedes trataron de convencerme de que Funes era la solución y me acusaron de criticarlo por celos profesionales.
Igual pasó en La Ventana, donde desfilaron los personajes de la izquierda democrática tratando a convencerme de que dejara a criticar a Funes y me incorporara en el proyecto de una nueva izquierda encabezada por este nuevo líder. Casi perdí mi amistad con los dos Héctor -Dada y Silva- que me urgían unirme a la causa.
Oscar Martínez todavía afirma en su obituario que “Mauricio Funes se convirtió en figura pública gracias a su periodismo crítico e inteligente. Entrevistó durante años en televisión a figuras públicas que temían a sus preguntas sin censura. Inspiró a una generación de periodistas de la posguerra y fue consecuente defendiendo la libertad de prensa cuando los dueños del canal le cerraron sus espacios”.
Nunca lo vi así, porque lo vi desde más cerca – y a la vez con más distancia, la distancia de la experiencia. La distancia que te da haber pasado por la guerra, En la guerra uno desarrolla un sano sentido para lo falso y lo oportunista. También en el ejercicio del periodismo. Yo vi a Funes como lo que resultó ser, no como lo que ustedes proyectaron en él. Yo vi a un periodista talentoso, pero cegado por sus ambiciones y sus vicios. Su vicio al lujo y a oportunismo ya era visible cuando estaba dirigiendo la unidad de audiovisuales de la UCA y, aún más, cuando asumió el estrellato en el Canal 12 – y el poder absoluto que le cedió Jorge Zedán.
La izquierda es ética o no es. La renovación de la izquierda solo es posible desde la ética, no la pueden dirigir personas con tendencia a la corrupción como Mauricio Funes y su gran mentor Ignacio Lula.
Haber tenido razón en cuanto a Funes no me da ninguna satisfacción, porque igual yo resulté impotente ante la ola de expectativas grandes que lo llevaron al poder – y al país a la perdición, que ahora se está consumiendo. Tony Saca y Mauricio Funes han destruido lo que con la guerra y la paz logró construir – y la culpa la comparten quienes desde sus trincheras respectivas llevaron al poder a estos dos corruptores de masas.
Nayib Bukele lo tuvo fácil una vez que la gente entendió cómo Saca y Funes les engañaron. El interludio insignificante del segundo gobierno de izquierda, con un dinosaurio a la cabeza, sólo terminó de preparar el terreno a Bukele.
Irónicamente se repitió la historia. Cuando Bukele inició su ascenso al poder, postulándose a la insignificante alcaldía de Nuevo Cuscatlán, los pocos que advertimos que ahí venía una nueva amenaza a la democracia, no fuimos escuchados. “Deja a este loco, no hace daño. No es político”, escuché de mis amigos de izquierda. Algunos incluso repitieron lo mismo que dijeron sobre Funes: “Si alguien puede renovar al Frente, es este muchacho...”
“A este bicho hay que pararlo mientras esté chiquito, una vez grande nos a joder a todos”, dije yo en una ronda de cervezas con amigos. Se rieron. Hoy no se ríen más...
Tener la razón no siempre es bonito.
Mauricio Funes, que descanse en paz. Desde joven sus vicios comenzaron a carcomerlo. Ya hace ratos sólo daba lástima. Hoy sus vicios lo vencieron.
A mis amigos de izquierda, incluyendo a quienes se han convertido en los mejores periodistas del país, les digo: Sean más autocríticos. Muchos de ustedes se fueron en la chicagüita del mesías Funes y le dieron cuerda.
Saludos,
Paolo Lüers