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Carta a quienes quieren entender el dilema venezolano

El pueblo venezolano sigue atrapado en este dilema de la izquierda. Líderes de la izquierda como Gustavo Petro, Lula, Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero, Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum son los responsables de la continuación de la dictadura venezolana. Triste realidad.

Por Paolo Luers
Periodista
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Amigos en Venezuela y toda América Latina:

¡Qué sorpresa!: Maduro se queda en el poder. Algunos tuvieron la esperanza de que por arte de magia -es decir, por insurrección popular- se iba a evitar que Nicolás Maduro se juramente presidente por 6 años más, luego de haber perdido las elecciones del 28 de julio pasado. Se había anunciado que el presidente electo legítimo, Edmundo González, quien ganó las elecciones con el doble de votos que Maduro, iba a regresar del exilio y el pueblo bravo de Venezuela lo iba a juramentar este 10 de enero.

Esto no pasó.  Para ser realista, no hay condiciones que la oposición democrática, aunque es mayoritaria, logre esto en un país militarizado con un aparato de represión bien consolidado como Venezuela.

No había condiciones para una transición democrática, porque la oposición, que había logrado un admirable grado de madurez y organización en el proceso electoral, fue traicionada por la comunidad internacional. A pesar de todas las promesas de no permitir que Maduro se robe las elecciones luego de haberlas perdido, a pesar de las declaraciones de protestas, los países de América Latina dejaron sola a la oposición democrática y a su presidente electo legítimo Edmundo González.

Los que hubieran podido cambiar la suerte de Venezuela son los vecinos directos, Colombia y Brasil, ambos con gobiernos que se llaman de izquierda. Junto con otro gobierno dizque de izquierda, el de México, juraron no permitir que Maduro se juramentara sin haber mostrado las actas electorales que lo comprobaran. Nunca las mostró, mientras que Edmundo sí mostró, con cifras y actas, que ganó con abrumadora mayoría. Pero los dirigentes de Brasil, Colombia y México se ahuevaron. Al fin aceptaron tácitamente la nueva presidencia de Maduro, mandando representantes a su juramentación.

Si las dos potencias vecinas a Venezuela, Brasil y Colombia, no tuvieron el valor de intervenir, ¿cómo esperarlo del resto de América Latina? El único país gobernado por la izquierda, que mantuvo su posición de principios democráticos, es Chile. ¿Pero cómo iba Chile, situado al otro extremo del subcontinente, a salvar a Venezuela si los vecinos directos, a pesar de sus discursos, no hicieron nada?  

Otro país que se mantuvo radicalmente opuesto a la maniobra de Maduro fue Argentina. Pero en Argentina gobierna Javier Milei –y lo que haga en favor a la transición democrática en Venezuela, caería en el esquema -por cierto falso en este caso- de derecha contra izquierda. La responsabilidad política y moral de garantizar una transición democrática en Venezuela cae sobre la izquierda, por su propio bien: la izquierda está llamada a mostrar que no esta dispuesta a seguir tolerando que gobiernos como los de Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua o los Castro en Cuba sigan contaminando a la izquierda.

Por esto es necesario de decirlo con claridad: Los gobiernos de izquierda en Colombia, en Brasil, en México y también en España han traicionado a Venezuela – y con esto, traicionado a la izquierda.

Siendo las cosas así, han obligado a los líderes del movimiento democrático venezolano a volver a cometer el mismo error por segunda vez: agarrarse en su desesperación de los palos de la derecha, de Javier Milei, de Donald Trump, del PP y del Vox en España. Con esto, el conflicto entre democracia y autoritarismo en Venezuela se desliza nuevamente -y falsamente- al clásico conflicto derecha-izquierda, y como tal no tiene solución.

Edmundo González, en su gira latinoamericana, hubiera tenido que ir a Chile, Colombia y México, en vez de dejarse abrazar en Buenos Aires por Javier Milei. Estando en España, en vez de aceptar el abrazo de la derecha, hubiera tenido que desafiar a los socialistas a cumplir sus promesas.

La estrategia de tratar de salvarse agarrándose del palo de la derecha ya fracasó cuando el primer gobierno de Trump apadrinó el gobierno paralelo de Juan Guaidó en 2019. Pensaron que Trump iba a poner en práctica su radical discurso contra la dictadura de Maduro y comenzaron incluso a jugar con la esperanza de una intervención militar de Estados Unidos. Pero Trump, por muy anticomunista que sea, no es un abogado de la democracia. Y una intervención de Estados Unidos no puede ser la salvación de los venezolanos. La única intervención -política, comercial o incluso militar- en Venezuela, que sería legítima es una intervención de las democracias latinoamericanas, liderada por una alianza de izquierda democrática continental dispuesta a romper, de una pez por todas, con su condescendencia con dictaduras de izquierda.

El problema es que una alianza de este tipo, de carácter izquierda democrática, no existe. Con excepción de Boric en Chile, los líderes de la izquierda latinoamericana no están dispuestos a asumir la responsabilidad de resolver los problemas de los pueblos de Cuba, Nicaragua y Venezuela – que son problemas de la izquierda, que solo una izquierda renovada podría resolver, no la derecha, mucho menos la derecha reaccionaria y autoritaria.  

El pueblo venezolano sigue atrapado en este dilema de la izquierda. Líderes de la izquierda como Gustavo Petro, Lula, Pedro Sánchez y José Luis Rodríguez Zapatero, Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum son los responsables de la continuación de la dictadura venezolana. Triste realidad.

Saludos a los valientes demócratas en Venezuela…

Paolo Lüers

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