Estimados sabios:
El Banco Mundial acaba de publicar un estudio sobre la pobreza en El Salvador. Por una parte dice que “los recientes logros encomiables en la reducción de la violencia” ofrecen “una importante oportunidad para mejorar vidas y medios de subsistencia” y bajar los índices de pobreza.
Suena bien. Sin embargo, por otra parte el estudio del Banco Mundial constata que “durante dos décadas El Salvador redujo sustancialmente la pobreza”, pero actualmente “este proceso de reducción de pobreza se encuentra estancado”. Lo mismo es cierto para las inversiones, tanto nacionales como internacionales. A pesar de que hoy El Salvador es un país seguro, donde la violencia y delincuencia ya no ahuyentan al capital, las inversiones más bien se disminuyen. Ni la economía, ni mucho menos los pobres están recibiendo el esperado “bono de la paz”.
Entonces, uno se pregunta: Si ya está removido el supuesto obstáculo para el crecimiento económico, para la inversión y para la creación de puestos de trabajo, ¿cuáles son los obstáculos que ahora los detienen? ¿Cómo se explica que en las dos décadas anteriores, que según los Bukele tuvieron gobiernos que manejaron mal el país y empresarios que manejaron mal la economía, se redujo la pobreza - y ahora, con el presidente ‘salvador del país’, este proceso se estancó?
Tal vez ustedes, los economistas, los expertos, los sabios, nos pueden explicar esta situación que parece absurda. Mientras tanto, voy a buscar explicaciones a mi manera...
Cuando en 1992 pusimos fin a la guerra civil, inmediatamente hubo un boom de inversión. Durante más de una década -la famosa ‘década perdida’- la guerra hizo que los empresarios retuvieran sus inversiones, por la inseguridad y la incertidumbre. Sólo se firmó la paz y las inversiones retenidas se soltaron y ayudaron a recuperar la economía y reconstruir el país semidestruido. Así pasó en muchos países, luego de pasar por una época de guerra o por altos índices de violencia.
¿Por qué no está pasando la mismo ahora en El Salvador?
Porque la seguridad y la paz no son las únicas condiciones para el impulso de la economía y para la creación de los puestos de trabajo necesarios para sacar a la gente de la pobreza. Se necesita seguridad jurídica. Se necesita transparencia en los gastos y acciones del estado. Se necesita confianza de que el gobierno garantiza competencia libre para todos. Nada de esto está garantizado en El Salvador.
Los peores enemigos de la inversión son la corrupción y una economía de cheros, primos y compadres, donde un clan decide sobre el éxito de los demás. Esto es lo que tenemos en El Salvador. El gobierno puede presionar al sector empresarial; puede lograr que se adapte a la nueva lógica del poder y que no cometa locuras opositoras. Puede tenerlo callado, pero no puede obligarlo a invertir. Capital que se siente incómodo, no invierte.
Los inversionistas internacionales, que tal vez se sienten atraídos por la situación de seguridad y estabilidad que garantiza la dictadura en El Salvador, observan muy de cerca el comportamiento del capital nacional. Si ven que solamente los cheros y socios del presidente invierten, mientras la mayor parte de los grupos tradicionales muestran cautela, incluso desconfianza, se abstienen de invertir. Si además ven que algunos inversionistas internacionales, que durante décadas han operado en El Salvador, por ejemplo en el sector eléctrico o el financiero, se sienten presionados o incluso extorsionados por el gobierno, se abstienen. Así se explica la renuencia del capital internacional de invertir en El Salvador. No le gusta la corrupción, ni el nepotismo, ni la falta de transparencia, ni la economía de primos.
Además observan a un gobierno que luego de 5 años de gobernar (y 3 y medio de tener el control total del Estado, sin Asamblea o Corte que le estorbe, sin oposición que le puede desafiar) todavía echa la culpa de todo a “los mismos de siempre”. Pero a esta altura, el lamentable estado de la infraestructura del país es exclusiva responsabilidad del gobierno actual. Igual la crisis de las finanzas públicas. Igual el descuido de la educación, la salud y la vivienda. Cualquier inversionista dirá: Si todo esto no lo han resuelto en 5 años, ¿cómo puedo esperar que lo resuelvan cuando yo ponga mi plata en este país?
El país está pagando un altísimo costo para tener controlada la delincuencia, las pandillas, los homicidios, las extorsiones. La mayoría de los ciudadanos aceptó canjear sus derechos civiles por esta seguridad. Seguridad sin democracia. Pero el país no se levanta. La economía no crece. Las inversiones están estancadas. La pobreza no se reduce. Y la corrupción se hizo sistema.
He puesto aquí cómo yo me explico este absurdo de una mejoría de seguridad con estancamiento económico y sostenida pobreza. Espero que nos lo expliquen los sabios, los economistas, los expertos en desarrollo. Tienen la palabra. Estoy seguro que las páginas de este periódico están abiertas para sus explicaciones.
Saludos, Paolo Lüers