Señores:
Ustedes son los jueces sobre las políticas fiscales de los gobiernos. Pueden dar préstamos para sacar a un país de su crisis fiscal – o dejar que se hunda, porque no hace caso a sus recomendaciones y no acepta sus condiciones.
Bukele ha metido a El Salvador en una crisis fiscal permanente. Ahora que se vuelve inmanejable, necesita que el Fondo acuda a su rescate. La crisis se creó debido al despilfarro, las improvisaciones, la corrupción del gobierno y al carácter clientelista de sus políticas. Por tanto, la receta que ustedes prescriben se llama austeridad. Reducir los gastos superfluos.
Pero la concepción de austeridad es: “emprender reformas para moderar el gasto sin dejar de proteger a los más vulnerables”, dice el Fondo en su blog. No se trata de reducir gastos a lo loco, sino donde hay excesos de gastos y gastos innecesarios y corruptos. Se trata de revisar rigurosamente si las subvenciones realmente reducen la pobreza o si son regidas por políticas electorales. Se trata de eliminar puestos superfluos en el aparato estatal, no eliminar gastos en áreas necesarias para el bienestar de la población y para la inclusión social.
Bukele agarró la tijera y está cortando, no solo a lo loco, sino a lo bruto y lo brutal. Está tratando de hacerles trampa.
Bukele ordenó despedir a 300 empleados de la Procuraduría General de la República. Es la institución que tiene que "brindar asesoría, asistencia legal y psicosocial a todas las personas que lo requieran, velando por la defensa de la familia, mujer, niñez y adolescencia, personas con discapacidad, adultas mayores y otros grupos poblacionales en condición de vulnerabilidad”, según su Ley Orgánica.
La mayoría de los empleados cesados son abogados. Se dedican a la defensa de acusados que no tienen cómo pagar abogados particulares. En la situación actual, con 80 mil detenidos bajo el régimen de excepción, cada defensor público tiene cientos de casos en su portafolio. Esto ya significa que a miles de detenidos el Estado no garantiza su derecho a defensa. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en su reciente informe sobre El Salvador, ya denunció esta situación como inadmisible. Cesando ahora a cientos de defensores públicos el gobierno agrava esta crisis de manera escandalosa. Venden la idea que están “saneando las finanzas públicas”, pero están dando el tiro de gracias a la defensoría pública y la seguridad jurídica de los más vulnerables. Así funciona la política de austeridad a la Bukele.
El Ministerio de Hacienda comunicó a la Universidad de El Salvador que su presupuesto será congelado y que no puede llenar los puestos vacantes. Durante años, el gobierno de Bukele ha tenido a la UES en la miseria, negándole el presupuesto mínimo para cumplir sus funciones. Hasta ahora, la UES está comenzando a retomar las clases presenciales suspendidas en la pandemia. En esta situación congelar el presupuesto condena a la educación superior pública de El Salvador a la miseria permanente. La educación superior le vale un comino a los Bukele.
En su primer mandato, Bukele ha dejado las escuelas en decadencia, tanto el estado físico de los centros de educación, como el cuerpo docente. Ahora decretó que el gobierno no va a aumentar el presupuesto para reconstruir las escuelas y que no cumplirá con las obligaciones según el escalafón de salarios de los docentes. Igual va a suspender el escalafón para los trabajadores de Salud.
En el Ministerio de Cultura no sólo se han realizado despidos masivos, sino varias dependencias han sido disueltas del todo: las casas de Cultura en los municipios fueron cerradas, igual el Coro Nacional, el departamento de arqueología, la Dirección de Publicaciones. La cultura para Bukele es un gasto superfluo. A menos que sirva para la propaganda...
La reducción casi total de los fondos del gobierno central para los municipios y su reducción de 262 a 44 han dejado a las alcaldías sin capacidad de responder a las necesidades básicas de las comunidades. Miles de trabajadores comunales han perdido su trabajo y los servicios que brindaban han sido reducidos o abandonados.
La lista es más larga - y el ajuste fiscal a la Bukele apenas comienza. Repito, a lo loco, a lo bruto y a lo brutal. Y con una característica: Todas las medidas golpean a los sectores más vulnerables. No reducen el despilfarro en Casa Presidencial, los aparatos de inteligencia y propaganda y represión, o sea los gastos realmente superfluos.
La política de austeridad más eficiente sería una que efectivamente desarticule la corrupción. Solo existe un discurso contra la corrupción, sobre todo contra la del pasado, pero no medidas contra la actual.
Señores del Fondo Monetario, observen bien lo que Bukele está haciendo – y se darán cuenta que les está haciendo trampa.
Saludos,
Paolo Lüers