Estimada Xochitl:
Como salvadoreños estamos observando con interés su campaña presidencial contra el todopoderoso partido Morena, su fundador AMLO, Andrés Manuel López Obrador, y contra la candidata que este ha puesto para dar continuidad a su proyecto que llama ‘la cuarta transformación’, la famosa 4T. A usted la eligieron como candidata de la oposición, porque estaba dispuesta a aceptar un reto muy difícil: unir a todas las fuerzas que ven en la 4T un peligro para la institucionalidad democrática – y al mismo tiempo evitar revivir los fantasmas del pasado manchado de corrupción que evocan los partidos de su alianza electoral opositora.
Usted ha tenido el valor de poner en el centro del debate el horrible problema de inseguridad que sufre México, con partes del territorio bajo control de los carteles de droga, con números inaceptables de asesinatos, secuestros y desapariciones – y con autoridades de seguridad corruptas. La seguridad es el tema central de México – y el punto débil del gobierno de Morena. Así que usted tiene toda la razón de poner el tema de la seguridad ciudadana en el centro de la alternativa política que está proponiendo. No hacerlo sería un pecado y un suicidio político.
Pero el camino de visionar una política nueva de seguridad está plagado de trampas. Una trampa sería permitir que la asocien con la guerra contra el narco, que decretó el presidente Felipe Calderón, quien gobernó en el sexenio 2006-2012. Esta guerra metió a México en un baño de sangre, comenzó con la militarización de la seguridad pública y mostró que una política de mano dura lleva al desastre, cuando no se erradica la corrupción en las fiscalías, en las Fuerzas Armadas y en los diferentes gobiernos -municipales, estatales y federal– y sus respectivos cuerpos policiales. La experiencia con esta guerra de Felipe Calderón ha sido tan traumática para les mexicanos, que nadie quiere que se repita. Usted lo ha entendido bien y se ha desmarcado de los conceptos erróneos de Felipe Calderón, expresidente por el Partido de Acción Nacional, por el cual usted ejerció como senadora. Tal vez usted es la candidata que tiene la capacidad de navegar bien las turbulencias y corrientes traicioneras que han provocado los partidos que respaldan su candidatura, el PRI y el PAN, en las aguas de la política mexicana. Tal vez fue por esto que la candidatura suya recibió tanto apoyo popular y logró desplazar a las jerarquías partidarias.
Pero hay otra trampa, tal vez más peligrosa, en su camino de perfilarse como la candidata que sepa enfrentar el problema de la inseguridad y criminalidad en México. Esta trampa se llama Nayib Bukele. Usted se dio cuenta del alboroto que se armó, cuando usted propuso construir unas megacárceles para los narcotraficantes. Inmediatamente los periodistas le preguntaron si trataba de imitar el ‘modelo Bukele’. Usted tuvo la prudencia de contestar: “sólo en cuanto a la seguridad carcelaria que logró Bukele en El Salvador”. Otra vez: Es correcto y necesario proponer una reforma carcelaria en un país con prisiones marcadas por corrupción e ineficiencia. Pero no puede ser, como en el caso de Bukele, la creación de un régimen carcelario que niega los derechos humanos, el derecho de los acusados a una defensa y un juicio justo. No pueden ser prisiones construidas como campos de concentración, en los cuales la condena es exclusivamente instrumento de castigo, con cero esfuerzo de educación y resocialización. No pueden ser megacárceles que el presidente inaugura diciendo: “Los que entran aquí, no van ver ni un día el sol y no van a regresar a sus casas jamás.” Así lo dijo el presidente salvadoreño Nayib Bukele, dejando claro a cualquiera que quiere entender que su política carcelaria es parte integral de un concepto político que ofrece a sus ciudadanos seguridad y tranquilidad, pero a costa de la pérdida de derechos civiles, y de la pérdida de instituciones, fiscalías y tribunales independientes. Es un modelo de seguridad a costa de la democracia.
Lo peligroso del ‘modelo Bukele de Seguridad’ es su éxito a corto plazo. Poniendo 80 mil de los jóvenes de los barrios pobres en la cárcel, sin debido proceso, obviamente ha creado una reducción de la criminalidad importante. 80 mil detenidos en un país con apenas 6 millones de habitantes corresponderían en México a 1,68 millones de detenidos – encima de los que ya están encarcelados. Esto es imposible hacerlo -y querer manejarlo como solución permanente- sin una militarización profunda de la sociedad, sin suspender las reglas democráticas y las libertades civiles. Para hacer funcionar su modelo, Bukele gobierna ya por 24 meses consecutivos con un permanente “estado de excepción”, que suspende los derechos civiles a toda la población. Es un modelo que funciona en base de sembrar miedo y pasividad entre los ciudadanos, donde el control social lo ejercen policías y militares.
Este modelo es exitoso sobre todo en cuanto a propaganda y márquetin político y electoral. De ahí la gran tentación de líderes en toda América Latina que no tienen ni la capacidad ni la vocación de desarrollar conceptos de seguridad basados en instituciones fuertes, pero independientes y democráticas. Caen el la trampa demagógica del ‘modelo Bukele’.
No es una solución para un país como México, que está luchando por defender sus instituciones, por revertir la militarización de la seguridad y por crear políticas públicas racionales e incluyentes en vez de populistas, demagógicas y divisivas.
Ante la inercia del actual gobierno, usted tiene el deber de proponer reformas a la manera como los cuerpos de seguridad, las fiscalías y las cárceles operan, pero con soluciones cimentadas en el respeto a los derechos humanos y las libertades civiles de los ciudadanos – y libres de corrupción. No caiga en la tentación de adoptar modelos antidemocráticos, solo porque supuestamente tienen rédito electoral, prometiendo atajos autoritarios donde se necesita concertación, inclusión social y fortalecimiento institucional.
Le reto a tomar contacto con expertos, que han analizado el modelo Bukele y lo encontraron no apto para democracias. Hay algunos incluso en suelo mexicano.
Saludos,
Paolo Lüers