Queridos amigos que leen mis cartas, a veces coincidiendo, otras veces disintiendo de mis ocurrencias: Feliz Nuevo Año.
Les puede parecer extraño que les hablo de felicidad, aunque el 2024 será un año difícil y doloroso para quienes insistimos en defender la democracia. También - y sobre todo- será extremadamente difícil para quienes están directamente afectados, en su vida cotidiana, porque no saben porqué su hijo o padre está encarcelado o desparecido, o porque no saben cómo garantizar la comida y medicina que necesita su familia o dónde van a encontrar trabajo.
Para ambos sectores el año 2024 será aun más duro. Los que estamos preocupados por la democracia, veremos una campaña electoral, donde todo el poder y todos los recursos del estado estarán en función de la reelección del presidente. Porque piensan que una reelección tan claramente inconstitucional sólo la podrán legitimar si una abrumante y aplastante mayoría vota por Nayib Bukele. Se equivocan doblemente: Primero, un resultado así jamás legitima un régimen, porque sólo dictaduras producen este tipo de resultados; y segundo, porque en El Salvador ni siquiera lo lograrán.
Los que están angustiados por la represión, que hasta ahora es todavía selectiva y no ha tocado personalmente a la mayoría de los salvadoreños, verán que este carácter represivo como el régimen hace uso político de la PNC, la Fuerza Armada, la Fiscalía y la Justicia se incrementará y tocará a sectores mucho más amplios. Esto pasará pronto, una vez que el gobierno se quede sin dinero y así se provocarán conflictos sociales que sólo por la fuerza puede controlar. Esta crisis es inevitable, debido al mal y oscuro manejo de las finanzas que este gobierno ha hecho, debido al gasto de dinero que no tiene, endeudándose hasta el límite y echando mano incluso a los fondos de pensiones y a fondos teóricamente destinados para gastos sociales. Es por esto que los proveedores del gobierno no han sido pagados, igual que las alcaldías, las pensiones para adultos y para veteranos de guerra y las becas de los estudiantes. Y la promesa de pagar todo esto en el 2024 no se va a cumplir, porque no habrá dinero.
Entonces, si es así -y les aseguro que así será, a pesar de que la mayoría de los salvadoreños aún no lo ve o no lo quiere ver- ¿por qué me atrevo a desearles un feliz año 2024? Lo hago, porque no nos podemos dejar robar por políticos y dictadorzuelos la capacidad de ser felices en el entorno de nuestras familias. Este terreno pequeño y muy privado de felicidad lo tenemos que defender contra viento y marea, porque sólo de este último reducto de felicidad podremos asacar la fuerza para levantarnos luego de las tormentas, las crisis y los malos gobiernos.
Defender este reducto de felicidad también tiene que ver con defender nuestra dignidad. Quien se anima de hacer lo que esté a su alcance para resistir contra el miedo y la tendencia de resignarse, aunque sólo mostrando su descontento en la privacidad del voto, mantiene su dignidad. Y esto nos da un poquito de felicidad.
Es en este sentido que sigamos deseándonos, a pasar de todo, un feliz año. Yo lo quise hacer con esta carta.
Saludos, Paolo Luers