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Carta a Gustavo López Davidson: Al fin, en paz

No fuimos amigos. Si te hubiera conocido mejor, probablemente lo hubiéramos sido. De lo poco que te conocí, me pareciste un tipo decente, preocupado por tu país y dispuesto a tomar responsabilidad, cuando menos te convenía. Asumiste la dirección de tu partido en su momento más difícil…

Por Paolo Luers
Periodista

Estimado Gustavo:

Me impactó tu muerte. No voy a especular si te fuiste voluntariamente, o si te empujaron, o si incluso te mataron. Sería irresponsable.


No fuimos amigos. Si te hubiera conocido mejor, probablemente lo hubiéramos sido. De lo poco que te conocí, me pareciste un tipo decente, preocupado por tu país y dispuesto a tomar responsabilidad, cuando menos te convenía. Asumiste la dirección de tu partido en su momento más difícil…


Cuando comenzaron a ponerte en la mira del aparato de propaganda de Bukele -y lamentablemente también de un fiscal general tan débil y oportunista como lo fue Raúl Melara-, tu partido no te apoyó. Te quedaste solo. El presidente te acusó públicamente de ladrón y declaró que no te conocía como legítimo dirigente de ARENA – como si la legitimidad de un dirigente opositor dependiera del aval del gobernante. Tus amigos te dejaron caer – por menos se callaron. Tres meses después, renunciaste a la presidencia de ARENA.


En noviembre del 2019, 3 meses ante de esta renuncia, fuiste a la Fiscalía para demandar a Nayib Bukele por difamación. No vi a ningún dirigente de ARENA acompañarte. Te hablé para pedirte una entrevista. Pero esto fue un pretexto. Lo que quería es mostrarte apoyo moral. Nos citamos en un restaurante en La Escalón. Fue la segunda vez que nos sentamos a hablar. La primera vez fue cuando te lanzaste de precandidato para buscar la candidatura presidencial. El asunto era entre Carlos Calleja y Javier Simán, y de repente se metió un tercero. Me recibiste en tu oficina privada y con una gran sonrisa dijiste: “Sé que sos amigo de Javi y que apoyás a él. Pero esto no importa, hablemos…”


Mientras estaba en tu oficina, recibiste una llamada de tu secretaria. Te disculpaste, saliste y regresaste en unos 10 minutos. “Disculpe, tuvo que despachar a Milena Mayorga, hace ratos que pidió hablar conmigo. Adivine qué quiso…” – “Dinero para su campaña de diputada, me imagino…” – “Cabal. Piensa que es el regalo de Dios para ARENA, el relevo…” – “Y le diste su cheque?” – “Sí, para quitármela encima. Y no es la única que viene a pedir.” ¿Adónde estaba ‘Milena, tu amiga’, cuando te nombraron enemigo de la patria? ¿Dónde estaba cuando te arrestaron en agosto del 2020? ¿Dónde está ahora que estás muerto?


En aquella segunda entrevista, en noviembre del 2019, cuando por presión presidencial te armaron el caso penal por la importación de armas israelitas para el ejército, y cuando fuiste a demandar al presidente por condenarte antes del juicio, me explicaste los detalles de este negocio. Punto central: las armas las había pedido la Fuerza Armada. Se fue una comisión de oficiales a inspeccionarlos a Israel, incluso a probarlos. Decidieron comprarlos. Entonces, vos los importaste. Cuando asumió el nuevo ministro de Defensa de Bukele, dijeron que las armas no sirvieron y que fue una estafa.

Busqué fuentes militares y me confirmaron tu versión. Sin embargo, en agosto del 2020 te arrestaron y comenzó la tragedia que ahora te costó la vida.


Yo, por principio e instinto, tiendo a desconfiar de los negocios de armas. Por esto traté de investigar el caso. Pero ningún dato que logré recabar confirmó la acusación de Bukele y del fiscal Melara. Pero aún así, el caso siguió – y llegó a este terrible término: tu muerte.

Me atrevo a decir que este caso tuvo tanta presión del gobierno y que prosperó en la fiscalía, porque podían matar a dos pájaros de un tiro: deslegitimar a un dirigente opositor como vos – y fregar al ex ministro de Defensa (y de Seguridad) David Munguía Payés, el otro acusado. Dos figuras incómodas para Bukele. Ambos ya se habían retirado de sus cargos, ya no estaban en política, ya no tenían ningún poder – pero los siguieron persiguiendo. Hablan de justicia, pero venganza se llama.

Temo que, así como son las cosas ahora en el país, nunca sabremos qué realmente pasó en el trágico allana- miento de tus oficinas.
Gustavo, espero que encontraste la paz, que en los últimos 3 años te robaron.
Adiós, Paolo Lüers

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