Algunos amigos me han cuestionado si con mis críticas a los chanchullos del Tribunal Electoral quiero en serio negar la realidad del apoyo popular masivo a Bukele. Mi respuesta: Quien no reconoce esta realidad necesita un psiquiatra. Independientemente de si el hombre ha ganado con 85%, como dice, o con el 75 %, que es más realista - la derrota de la oposición es aplastante y hay que reconocerla. Pero por esto no hay que dejar de hablar de los múltiples formas del fraude que se han consumado bajo la dirección del TSE.
Tal vez la oposición tendrá un mejor resultado en los votos por los diputados. Tal vez el Tribunal Electoral, expuesto a tanta crítica nacional e internacional, no se verá en capacidad de cumplir con la orden de Bukele de que en la nueva Asamblea su partido Malas Ideas no puede tener menos de 58 de los 60 diputados. O tal vez el Tribunal ya no puede dar marcha atrás. Tal vez incluso está en peligro la mayoría oficialista de 3/4 (45 diputados), necesaria para mensualmente mantener vigente el Estado de Excepción. Para esto la oposición tendría que haber ganado 15 diputaciones, que sería muy sano para la democracia, pero es poco probable que resulte de este conteo dirigido por el Tribunal y bajo asedio de las manchas bravas de Malas Ideas. Aún más sano para la democracia sería que al oficialismo perdiera incluso la mayoría de 2/3 (40 diputaciones), que es necesaria para nombrar a su gusto magistrados de la Corte Suprema y del Tribunal Electoral así como al Fiscal General. Pero esto es aún más improbable...
Sean como sean al final las cifras oficiales, una cosa es clara: También en la elección de diputados una clara mayoría de los votantes se pronunció en favor de Nayib Bukele, quien necesita el control de la Asamblea para seguir con su deriva autoritaria. Va a tener el control legislativo. Lo que realísticamente puede alcanzar la oposición es que siga teniendo representación en la Asamblea, por lo menos como plataforma para hablar con la ciudadanía. No es por nada que Nayib Bukele quiere una Asamblea sin nadie que estorbe. Una diputada como Claudia Ortiz ha sido una piedrita en su zapato. Ponerle piedras en el zapato a quien marcha a la dictadura es un logro estratégico.
Valió la pena luchar en estas elecciones –y hay que seguir peleando hasta que termine el último conteo, el de las elecciones de alcaldes y Parlacen. Pero no soñemos, no hagamos cuentas alegres. Tenemos que enfrentar la realidad histórica: Una gran mayoría de los salvadoreños apoya a Bukele y acepta la pérdida de libertades y derechos a cambio de seguridad en sus barrios. Por ahora.
Esto no será eterno. Luego de nuestra gran goma, queda un dolor de cabeza y de alma, pero también regresará la capacidad de pensar y actuar fríamente. Y luego de la gran goma de los que hoy celebran, en algún momento vendrá el choque con las realidades económicas y sociales, el desempleo, la inflación. Luego de años con una nueva realidad de seguridad y tranquilidad, esta se vuelve normal. Ya no será algo que uno todos los días agradece al presidente. Será eclipsado por otros problemas, a los cuales el presidente-dictador no tendrá respuestas, porque no tendrá dinero y porque con su método de improvisación no funcionan las políticas económicas y sociales. Mandó a raspar todas las ollas para llegar hasta las elecciones. Una vez reelecto y con la crisis financiera encima, el discurso oficial va a cambiar. Dirán a la gente: Miren, ya no hay plata, dejen de joder y quédense tranquilos. Porque si no, ya saben...
Habrá descontento. Habrá oposición. Pero no irá a ningún lado, si no hay una alternativa. Una alternativa real, que pueda cambiar el mal rumbo del país, no sale automáticamente. Hay que construirla. Hay que construir liderazgo creíble. Nada de esto se puede hacer sin entender a fondo cuáles han sido las deficiencias de la sociedad democrática, por las cuales no ha logrado evitar que el pueblo se dejara convencer por la demagogia populista a aceptar un régimen autoritario.
Y ahí hay un serio vacío. Dentro de los críticos al Bukelismo se ha cultivado un discurso que habla de manera superficial y sumaria sobre “el fracaso” y “la corrupción” del sistema político surgido de la posguerra que hizo posible el surgimiento de Bukele. Este discurso, en última instancia, valida el discurso antisistema y antipolítico de Bukele sobre “los mismos de siempre”. Por supuesto que hubo fracasos de las élites políticas, culturales y empresariales de la postguerra, de sus gobiernos y sus partidos. Pero también hubo aciertos. Hay que saber entender qué falló en concreto, en vez de hablar de manera sumaria de “el fracaso del sistema”. Haber adoptado un sistema pluralista no fue un error. Haber construido, paso por paso, la independencia judicial, es un mérito. Haber llegado a niveles altos de reconciliación entre los combatientes de ambos bandos de la guerra, fue un éxito importante. Haber levantado la economía y reducido la pobreza ha sido un éxito. Haber creado mecanismos confiables de transparencia ha sido un éxito. No haber tenido la capacidad de evitar que surjan gobiernos tan corruptos como el de Tony Saca y Mauricio Funes fue un fracaso que no hemos realmente entendido en todas sus dimensiones. Pero haber tenido la capacidad de investigar y llevar a juicio esta corrupción ha sido un avance importante.
Queda por entender qué faltó para que todos estos pasos correctos lograron consolidar la democracia.
Un mea culpa sin análisis certero y diferenciado es un ritual que sólo sirve como bálsamo para la mala consciencia.
Así o más complejas son las tareas de quienes quieren reconstruir la democracia en El Salvador.
Saludos,
Paolo Lüers